21 de enero de 2025

Cecilia Solá, 3 poemas 3


AMIGAS

Que la diosa, el universo, las deidades o las energías, guarden a las amigas.
A todas las amigas, y a una en particular, vos sabés el nombre.
La que te acribilla a whatsapps hasta que logra explicarte todo, o que le expliques algo.
La que pregunta qué te pasa, hasta que te hace preguntarte que te pasa.
La que te dice "bolu, la estás cagando"
Y la que te dice "bolu, te están cagando"
O "bolú, la estoy cagando"
La que automáticamente te defiende primero y te pide explicaciones después, cuando están a solas.
La que ni a palos te va a dejar salir con eso, que te queda horrible, pero jamás te va a decir que te queda horrible, entonces te va a proponer que te midas veinticinco cosas más.
La que convirtió tu ridículo en una anécdota heroica.
La que te sopló los raspones.
Y te mostró sus cicatrices.
Y levantó tu bandera.
Y te compartió su utopía, para ver si querías habitarla.
La amiga con la que se mostraron los infiernos, se aguantaron los pecados, y se saltearon la penitencia, porque ya no creían en la culpa.
Y lloraron, lloraron, lloraron, y sin saber como terminaron a las carcajadas, armando un ejército, planeando la intifada.
Esa, que va a salir a buscarte, y se va a asegurar de que sea una foto en la que estés hermosa.


No me acuerdo.
Me puse a pensar, y no me acuerdo, y ese no acordarme se me asienta entre pecho y garganta, como un sollozo.
No logro recordar cuando nos besamos por última vez.
Besarnos de besarnos, nomás, sin sabor a despedida, a ruego, a desesperación.
Besarnos de puro gusto, con ese gesto de sujetarme un solo lado de la cara, y mi costumbre de mirarte besarme, en vez de cerrar los ojos.
De otros besos, sí me acuerdo: los besos en los aeropuertos y las terminales, preludios de una despedida que desconocíamos.
Los besos- mordisco de los encuentros y los re encuentros, a medio camino entre la sonrisa y el suspiro.
De los besos de lluvia, me acuerdo.
Y de los de sol, también.
Pero del último beso, no.
Y esa memoria faltante insiste en hacerse presente en las líneas incoherentes de un poema inconcluso que me empeño en escribir, cuando no puedo dormir.


Fotografía de Adriana Lestido

Hay gente que viene cascoteada. Parece que no, pero si te arrimás un poco, si la mirás de cerca, se le ven las grietas en la porcelana, se les escucha el miedo detrás de la baladronada, hay un ruidito raro en el motor del “joya, nunca taxi”.
Te pido un favor: tené cuidado.
No hagas experimentos con esa gente, si te gana el aburrimiento, o las buenas intenciones que duran lo que te dura el aburrimiento.
Si les decís que vas a estar, está.
Si te cuentan que les duele, no les digas que se victimizan. Ya fueron víctimas y aprendieron a callarse para que nadie se atreviera a creer que eran débiles.
Cuando esa gente te abre la puerta, te deja entrar a todas las habitaciones. Encontrarás algunas más desordenadas que otras, algunas más limpias que otras, algunas más luminosas que otras, pero tené por seguro que en cualquiera de ellas hallarás siempre refugio. Esa gente ha sido tan desamada que valora el amor que le ofrecen como el agua fresca en los eneros y la cobijita bajo los techos helados de zinc.
No se trata de que vos tengas que andar sembrándoles florcitas. Con que no les pises los brotes, ya es un montón.



Cecilia Solá
(Entre Ríos, Argentina, 1969)
Reside en Resistencia, Chaco
ESCRITORA/DOCENTE/ACTIVISTA DD.HH
Leídos en EN AMOR ARTE
para leer una entrevista en AUNQUE VISTAS DE SEDA



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