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18 de mayo de 2023

Afric McGlinchey, 2 poemas 2


Artwork by Saul Leiter
Painted Nude, 1960
NO HACE FALTA

No hace falta que me digas
que los finales son un momento
de trascendencia, y que todo lo que es sólido
se desvanece en el aire;
no hace falta que me recuerdes
las historias mínimas de la vida:
al igual que los muebles apilados en la vereda,
desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.
No hace falta que me desafíes a caminar
por la cuerda floja, o que me lleves a rastras a una fiesta
a la que solo asisten las personas incorrectas,
donde los hombres de poca estatura acaparan espacio
a fuerza de codazos,
y en la que casi no hay libertad para moverse.
No hace falta que me demuestres que estoy a salvo 
—pude ver a través de tu cicatriz 
y sé lo que hay en tu interior—.
No hace falta que sostengas
un sol de cartón:
recuerdo cómo es, cómo se siente.
Ni que me sugieras que soy más piedra
que corazón:
¿qué esperás?
Sigo siendo la media naranja de una pareja del año del ñaupa
que macera recuerdos en un frasco.
No hace falta que digas que el amor volverá
algún día,
como las palabras después de un prolongado silencio;
esas son puras cochinadas.

Traducción de Victoria Principi


Fotografía de Regina Relang

DIECIOCHO

A los dieciocho,
hacía cuatro largos bajo el agua;
él me beso, dijo que me amaba.

Lo dejé tocarme los pechos;
superamos el borde del sofá
como él propuso.

Qué habría sido de ti
mi pequeño, que palpitaste
en mi interior por cinco meses,

que no tuviste nombre, ni tumba.
Sin embargo tu presencia se siente en un susurro
sin palabras, y en este día, con sol,

lluvia o niebla, escucho por ti, el murmullo
de tu forma acunada entre huesos pélvicos.
Habrías tenido dieciocho.


EIHGTEEN

When I was eighteen,
I swam four lengths underwater;
He kissed me, told me he loved me.

I let him touch my breast;
walked across the ridge of the sofa
as he proposed.

What would you have been,
My little one, who beat
Inside me for five months,

remained nameless, have no grave.
Yet your presence is felt in wordless
whisper, and on this day, in sunshine,

rain or fog, I listen for you, the hum
of your shape cradled between pelvic bones.
You would be eighteen.

de The Lucky Star of Hidden Things, Salmon Press, Clare, Irlanda, 2012



Afric McGlinchey
(Galway, Irlanda)
Se crió en Zimbabwe
POETA/EDITORA/PEIODISTA/MAESTRA
para leer + en POETAS SIGLO XXI
su WEB

7 de enero de 2023

Peter Sirr, 2 poemas 2


Collage de Julie Loen

EL PEINE

Busqué mucho tiempo, pero las cosas habían cambiado.
Ahora vengo de Iluminación con una lámpara pequeña
hasta donde una mujer se peina
como en privado, delante de un espejo de dormitorio.
El lugar se desvanece a su alrededor
y parejas extasiadas en cocinas tocan madera brillante
y desaparecen, como voy a hacer yo, flotando
en un cesto para la ropa, un arcón para la ropa limpia, todo un estante de alfombras.

Estoy yendo hacia el centro, sobre las campanas de chimenea,
las bóvedas ardientes: mi sombra se recuesta en infancias de jardín,
mi lámpara roza el cielo, en mis brazos
una mujer se peina
como en privado, ante un espejo de dormitorio.
Nos despertamos en un lugar para el que no tenemos nombres,
las almohadas que iluminan nuestras cabezas
llenas con las plumas de la luna, las estrellas aterciopeladas.

Y seguimos recorriendo un salón tras otro
en un aturdimiento de compra, asombrados por el deseo,
manoseando galaxias, abriendo cajones,
tocando la oscuridad
como si pudiera ser nuestra, como si pudiéramos elegir,
como si la tienda, las estrellas, nuestras vidas
estuvieran esperándonos,
las luces todavía encendidas, el lugar todavía abierto.


Ilustración de Karlotta Freier

¿Quién le dijo
que había terminado?
Hay mucho
que no pudo explicar. Así que
una vez más: ¿cuál es la función del 2?
¿cuál es la función del 3?
¿cuál es el nombre del vaso sanguíneo 4?
¿cuál de estas dos calaveras
que están juntas
es la del carnívoro?
¿Qué sucede
cuando se atora,
cuando el poema
se atora?
¿Qué es en todo caso
un poema
y por qué come tanto?
¿Durante cuánto tiempo estuvo escuchando
la pubertad de las sillas,
la desesperación
de las biromes?
¿Qué es lo que exactamente quiso decir el autor
al subrayar la frase?
¿Por qué el jefe de la tribu
rechaza el obsequio? ¿Fue por ignorancia
o por pura perversidad?
¿Por qué su hijo
se arrojó al río,
a la caldera hirviente?
¿Por qué su esposa
insiste en sonreír?
Hable de los personajes
de la pieza, la novela,
de esa muchacha en el bosque,
que obviamente lo está esperando.
Transcriba
la conversación completa,
indicando
rostro, pelo, pechos,
luego cuidadosa, precisamente,
por una vez en la vida
sin omitir nada
en sus propias palabras explique
sus propias palabras.





Peter Sirr 
(Waterford, Irlanda, 1960)
POETA/ESCRITOR/TRADUCTOR
de Peter Street & otros poemas, Editorial bajolaluna, 2008
Selección y traducción de Jorge Fondebrider y Gerardo Gambolini
Edición bilingüe
su WEB



10 de noviembre de 2011

Moya Cannon, Remo


Fotografía de Jen



REMO

Camina tierra y tierra adentro
Con tu remo,
Hasta que alguien te pregunte
Qué es eso.

Construye entonces tu casa.

Porque sólo entonces necesitarás decir y saber
Que el mar es inmenso e insondable,
Que el remo que empuja
Contra la ola
Y con la ola
Es todo.


OAR

Walk inland and inland
With your oar,
Until someone asks you
What it is.

Then build your house

For only then will you need to tell and know
That the sea is inmense and unfathomable,
That the oar that pulls
Against the wave
And with the wave
Is everything.






Moya Cannon 
(Dunfanaghy, Condado de Donegal, Irlanda, 1956) 
de Oar, Salmon, 1990, 
Premio Brendan Behan 1991
edición revisada Gallery Press, 2000 
Traducción de Jorge Fondebrider
+ una entrevista en: LA PECERA
+ en el blog OTRA IGLESIA ES IMPOSIBLE

8 de agosto de 2011

Olga Orozco, Si me puedes mirar


(*) sin datos del autor de la fotografía
SI ME PUEDES MIRAR

Madre: es tu desamparada criatura quien te llama,
quien derriba la noche con un grito y la tira a tus pies como un telón caído
para que no te quedes allí, del otro lado,
donde tan sólo alcanzas con tus manos de ciega a descifrarme en medio
de un muro de fantasmas hechos de arcilla ciega.
Madre: tampoco yo te veo,
porque ahora te cubren las sombras congeladas del menor tiempo y la mayor distancia,
y yo no sé buscarte,
acaso porque no supe aprender a perderte.
Pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo,
vuelta estatua de arena,
puñado de cenizas para que tú me inscribas la señal,
los signos con que habremos de volver a entendernos.
Aquí estoy, con los pies enredados por las raíces de mi sangre en duelo,
sin poder avanzar.
Búscame entonces tú, en medio de este bosque alucinado
donde cada crujido es tu lamento,
donde cada aleteo es un reclamo de exilio que no entiendo,
donde cada cristal de nieve es un fragmento de tu eternidad,
y cada resplandor, la lámpara que enciendes para que no me pierda entre las galerías de este mundo.
Y todo se confunde.
Y tu vida y tu muerte se mezclan con las mías como las máscaras de las pesadillas.
Y no sé dónde estás.
En vano te invoco en nombre del amor, de la piedad o del perdón,
como quien acaricia un talismán,
una piedra que encierra esa gota de sangre coagulada capaz de revivir en el más imposible de los sueños.
Nada. Solamente una garra de atroces pesadumbres que descorre la tela de otros años
descubriendo una mesa donde partes el pan de cada día,
un cuarto donde alisas con manos de paciencia esos pliegues que graban en mi alma la fiebre y el terror,
un salón que de pronto se embellece para la ceremonia de mirarte pasar
rodeada por un halo de orgullosa ternura,
un lecho donde vuelves de la muerte sólo por no dolernos demasiado.
No. Yo no quiero mirar.
No quiero aprender otra vez el nombre de la dicha en el momento mismo
en el que roen su rostro los enormes agujeros,
ni sentir que tu cuerpo detiene una vez más esa desesperada marea que lo lleva,
una vez más aún,
para envolverme como para siempre en consuelo y adiós.
No quiero oír el ruido del cristal trizándose,
ni los perros que aúllan a las vendas sombrías,
ni ver cómo no estás.
Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?,
¿qué es eso que se rompe como una cuerda tensa golpeando las entrañas?,
¿qué gran planeta aciago deja caer su sombra sobre todos los años de mi vida?
¡Oh, Dios! Tú eras cuanto sabía de ese olvidado país de donde vine,
eras como el amparo de la lejanía,
como un latido en las tinieblas.
¿Dónde buscar ahora la llave sepultada de mis días?
¿A quién interrogar por el indescifrable misterio de mis huesos?
¿Quién me oirá si no me oyes?
Y nadie me responde. Y tengo miedo.
Los mismos miedos a lo largo de treinta años.
Porque día tras día alguien que se enmascara juega en mí a las alucinaciones y a la muerte.
Yo camino a su lado y empujo con su mano esa última puerta
esa que no logró cerrar mi nacimiento
y que guardo yo misma vestida con un traje de centinela funerario.
¿Sabes? He llegado muy lejos esta vez.
Pero en el coro de voces que resuenan como un mar sepultado
no está esa voz de hoja sombría desgarrada siempre por el amor o por la cólera;
en esas procesiones que se encienden de pronto como bujías instantáneas
no veo iluminarse ese color de espuma dorada por el sol;
no hay ninguna ráfaga que haga arder mis ojos con tu olor a resina;
ningún calor me envuelve con esa compasión que infundiste a mis huesos.
Entonces, ¿dónde estás?, ¿quién te impide venir?
Yo sé que si pudieras acariciarías mi cabeza de huérfana.
Y sin embargo sé también que no puedes seguir siendo tú sola,
alguien que persevera en su propia memoria,
la embalsamada a cuyo alrededor giran como los cuervos unos pobres jirones de luto que alimenta.
Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando te llamo,
sin duda en algún lado organizas de nuevo la familia,
o me ordenas las sombras,
o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para dejarlos a mi lado cualquier día,
o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura de mi corazón.



Olga Orozco 
(Toay, La Pampa, Argentina, 1920-1999)
de Los juegos peligrosos, 1962
en Otro río que pasa (un siglo de poesía argentina contemporánea)
Compilación y prólogo: Jorge Fondebrider
Bajolalunapoesía, 2010
para leer MÁS

6 de agosto de 2011

Amelia Biagioni, Me distraje un instante


Fotografía de Alain Fleischer,
" The soul of the knife"
ME DISTRAJE UN INSTANTE

Todo,
lo que está y sucede,
era un túnel
quieto
y en él, sola,
yo corría, corría.
Sin querer, sin etapas, 
adiós, adiós
aunque a veces un ojo débil, fiel, 
ciérrate, 
se me atrasaba, 
apúrate, 
llorando sobre un día.
Sin poder asirme
a un pájaro, una mano, un fruto, 
adiós, adiós
arrancarme
del amor sucesivo,
partir partiéndome, 
dejar atrás, 
pasar por todo
honda, ligera, rota, 
viva, 
siempre marcharme
para ser nostalgia.
Pero un instante me distraje
sin tomar precauciones,
un instante
en que alguien vino de mi espalda
y cambió todo.
Fija, vaciada, ausente,
un agujero soy
por donde pasa el mundo, 
veloz, sin detenerse, 
agitando sombreros, 
se escurre en mi  vacío,
cómo huye.
Oh puerta, piel, árbol jadeantes,
¡paren, basta!
Suplico sin lengua,
me interpongo sin cuerpo.
Es inútil, 
adiós, adiós
Y todo lo que pasa
y se aleja cantando
con feroz alegría, 
no vuelve, no recuerda.




Amelia Biagioni 
(Gálvez, Santa Fe, 1916- Bs. As., Argentina, 2000)
de El humo, Emecé, Buenos Aires, 1967
en Otro río que pasa (un siglo de poesía argentina contemporánea)
Editorial BAJOLALUNA Poesía, 2011
Compilación de Jorge Fondebrider
para leer MÁS y MÁS



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