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5 de septiembre de 2020

Francesca Gargallo, 3 poemas 3 (+2)


Fotografía de Nina Leen

LA CALLE ES DE QUIEN LA CAMINA

Nací viajera 
                      sombra de un tren sobre las zarzamoras 
                                                         huella de barco.
Me vive lo que todavía desconozco y lo ya recorrido 
       el aire brioso de los Andes 
                                                     el mar Caribe 
                                                                             la noche en una ciudad de invierno.
Entonces tomo la mano que pinta las calles, 
le ordeno un cartel que se vea desde muy lejos:
La calle es de quien la camina,
                                                      las fronteras son asesinas.
Ahorro peso sobre peso y una primera mañana 
giro la manija, cierro despacio la puerta 
y me voy con el tiempo del paso 
sobre el suelo de todas.


THE STREET IS WHO WALKS IT

I came into this world a traveler,
                              a shadow of a train on the blackberries,
                                                              a boat’s wake.

I don’t know what’s still living in me and what’s already travelled
         the vivid air of the Andes,
                                            the Caribbean Sea,
                                                                  night in a winter-bound city.

So I take the hand that paints the streets,
I tell him to make a sign that’s visible from very far away:
The street is who walks it,
                                its borders are assassins.

I save up peso after peso and first thing one morning
I turn the handle, slowly close the door,
and eventually step out
onto the ground of everything.

(Traducción de Dana Delibovi)




Fotografía de Nina Leen

FUNCIONAS

Hoy funcionas amor.
Mientras el sueño devora mis horas
y yo me agazapo entre el cojín y el alma
tú andas perfecto como una vieja ama de llaves
cargas con la ropa y la hora de la cena.

Hoy funcionas cual programa doméstico
te eclipsas silencioso por el pasillo
llenas la lavadora planchas.
Ni entre los dos jamás hacemos tanto.
Será que el cansancio me ha caído encima
como un oyamel herido en el humus
y siento que podrirme es mi destino.

Ni siquiera ese miedo de raíz
                  -el pánico infantil frente a mi madre deprimida
el terror a la nada que devora la gente-
nada puede levantarme
y tú funcionas



Fotografía de Nina Leen

CONJURO


Usé el dolor como instrumento 
falsa jugada de falsos sentimientos que creció a la fuerza 
con voluntad de elefante.

Hoy renuncio a la ilusión de controlar 
la corrección de la palabra 
la métrica 
toda sensibilidad para disponer el ánimo a la letra.
Renuncio y reconozco 
a la amiga 
la hija 
la amante y aun a ese hombre que se cuela por la concreción de eternidad en un segundo.
Limpio al sol mi vida de niña
digo adiós a la jovencita arrojada.

Herramientas fueron las guerras 
el sufrir de otros, ajeno y pregonado:
heroicidad inventada para dar cuerpo a cuentos verdaderos 
deseo de ser personaje de mí misma.

Hoy miro al mundo que se acaba 
la lluvia sucia del atardecer 
y sueño.


B O N U S  T R A C K (x2)


Fotografía de Nina Leen

Amarte fue un intenso regalo
El olvido es ahora una tarea
que enfrento en compañía
Como todo trabajo
el fin de semana se suspende
suspiro en la hamaca
y recuerdo tu boca con olor a mañana


Fotografía de Nina Leen

Cuando no sabes qué decir
hombrecito que he elevado a la altura de mi pasión
gritas
¡Tú de mí sólo quieres sexo!
Iluso:
yo de ti lo pretendo todo.
Y no va a ser suficiente



Francesca Gargallo
-Francesca Isabella Gargallo di Castel Lentini Celentani-
(Siracusa, Sicilia, Italia, 1956 - 2022)
Reside en México desde 1979
POETA/ESCRITORA/FEMINISTA/LICENCIADA EN FILOSOFÍA/
DOCTORA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS
de Se prepara a la lluvia la tarde, Ediciones Corcon, México DF, 2011/
Ediciones Sin Nombre, 2014
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para leer + en FILOPÓIESIS
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14 de julio de 2012

Hanni Ossott, Cómo leer la poesía (fragmento)


Fotografía de Nina Leen

         “Y la estrella viaja con sus piernas de fuente pura”

                                                                                             Henry Corbin

Hace muchos años vi en una revista la cita de un verso de Henry Corbin. En ese momento quedé maravillada y su nombre fue guardado por mí en mi cerebro. Unas semanas atrás mi amigo Alberto Conte me enseñó una traducción de Corbin realizada por Juan Calzadilla y Eugéne Modestine. Se la compré, secretamente emocionada, porque sabía cuán difícil es entrar en contacto con un libro bueno hoy. Desde hace siete días ando con el libro Lejos como un viaje. Si acaso he podido leer siete poemas. Uno por noche. Leo los poemas en alta voz, los transcribo en mi cuaderno como cualquier Pierre Menard, se los leo a mis amigas por teléfono. Corbin me tiene emocionada. No sé cómo es él. Sé que es martiniqueño. No me imagino qué pueda ser  la isla de Martinica, ni lo que se  come allá. Me basta la palabra del poeta. Ahora tengo con quien orar de noche desde la magnificencia.

Me gusta descubrir un poeta. Es tan difícil penetrar en un mundo poético particular que cuando esto sucede resulta un acontecimiento. Una de las cosas más arduas es enseñar a leer poesía y yo lo realizo. La poesía le llega a uno como llega el amor o la fiebre. Por no se sabe qué razones. A veces podemos leer reiteradamente a un poeta y todavía no nos llega. Y es que no estamos preparados para él.  La poesía tiene una duración, un tiempo, un cuajar en nuestra alma que nada tienen que ver con nuestras decisiones.

El lector de poesía debe ser ante todo un lector humilde, pasivo, receptor de riqueza. Por una rara conjunción, el lector tiene que tener la edad del poeta; no la edad cronológica, sino la edad mental, anímica, psíquica.

Hace veintitrés años conocí a Rilke. Fascinada por él quise hacer mi trabajo de grado sobre su obra, pero no pude. Había en ese entonces ciertas imágenes que no comprendía.  Pero no lo abandoné, seguí leyéndolo, con fervor, pasivamente, escuchando…Veinte años después pude escribir diez cuartillas sobre Las Elegías de Duino que constituyen ahora el prólogo a mi traducción. Esto no me desanima. Durante veinte años me ha acompañado un poeta, no cinco poetas, sino uno. También me acompañan dos o tres novelistas. No más. Virginia Wolf, Thomas Mann, Hermann Broch…No son demasiados los libros que uno necesita para volverse sabio.

Ahora tengo un poeta nuevo que me durará probablemente veintitrés años para comprenderlo. Estoy feliz. Esto quiere decir que a los sesenta y cinco  años podré escribir  algo sobre él, si es posible.

Ante mí hay dos versos de Corbin y me fascinan, pero no puedo decir exactamente qué significan, así como no puedo explicar lo que sea un beso:


     “ Y los pájaros al desprenderse como hojas cortan

     la cabeza del cazador en la noche”


Leer poesía no es lo mismo que leer novelas o leer el periódico. Cuando leo poesía me encierro en mi cuarto para que no me vean, porque allí  hago muecas, danzo, ondulo, leo en alta voz, me contorsiono como Ulises ante las sirenas, me acuesto en el piso, lloro, es decir, me conecto con lo más profundo del inconsciente. Y eso no se le puede mostrar a nadie. Para ello –como dice Virginia Wolf– es preciso un cuarto propio. No le aconsejo a mis alumnos, por ejemplo, que lean poesía en un carrito por puesto. Porque la poesía es un templo y a ella se va con una vestidura  especial y adecuada. Un velo.

Si a mí se me pidiese un buen consejo sobre como leer poesía diría que ante todo hay que querer leerla. Querer como querencia. Sin mala fe, sin desesperación. Averiguando qué diablos quiso decir el poeta. Porque los poetas son difíciles de leer. Uno puede quedarse veintitrés años con una frase incomprensible y alegrarse por ella…, porque en el fondo casi la comprende. Y así uno manda la razón y la consciencia a paseo. Cada quien sostiene a un poeta.


PENÉLOPE      
   
Cosidos los ojos
La luna  y el atrio
Tienen por chorro de agua
A la esposa.






Hanni Ossott 
(Caracas, Venezuela, 1946-2002)
POETA/TRADUCTORA/ENSAYISTA
de Cómo leer la poesía, Ensayos sobre literatura y arte, 
Editorial bid&co. editor, 2005
para leer MÁS
MUCHO MÁS

13 de julio de 2012

María Reimóndez, Soy un maniquí

Teenagers hairstyles, 1947,  fotografía de Nina Leen
SOY UN MANIQUÍ

Soy un maniquí
y lo voy a probar todo.
¿Dónde está la tienda
de las mujeres deformes, 
de las mujeres gigantas,
de las mujeres con barba?
Quiero verlas todas,
imaginarlas mis hermanas
en una maravilla múltiple
para luego sentirme oprimida
ante el pensamiento
de que lo único que quieren
que nos una
está en lo más, en lo más
hondo de la falda:
una tarjeta de crédito 
y un ansia angustiosa
de tener, tener, tener, tener
todo lo que la moda manda.


SON UN MANEQUÍN
  
Son un manequín
E vouno probar todo.
onde está a tenda
das mulleres deformes,
das mulleres xigantas,
das mulleres con barba?
Quero velas todas,
imaxinalas as miñas irmás
nunha maravilla múltiple
para logo sentirme asoballada
ante o pensamento
de que o único que queren
que nos una
está no máis, no máis
fondo da saia:
unha tarxeta de crédito
e unha ansia angustiosa
de ter, ter, ter, ter
todo o que a moda manda.




María Reimóndez 
(Lugo, España, 1975) 
Reside en Vigo
POETA/TRADUCTORA/INTÉRPRETE
de moda galega, 2002
Traducción al castellano de la autora
Fundadora de la ONG de Cooperación IMPLICADAS NO DESENVOLVEMENTO
para leer MÁS
su WEB



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