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28 de junio de 2021

María Malusardi, 5 textos 5 (+2)

Ph Arnold Genthe (1910s)

La necesidad de abrazar. De apretar. Practico con mis gatos lo
que no hice con mis hijos. Si acuno es demasiado. Si beso, se
fastidian. La opulencia de sus pelajes interfiere entre mi intención
y mi boca. A veces me reinventan con su mirada. La perplejidad en
sus ojos talla y festeja la ovación del aire, lo fantasmal del tiempo 
alrededor de los cuerpos. Los gatos no están hechos
para ser hijos. Los gatos están hechos para escapar.



Fotografía de John Gutmann

La idea de maternidad es inseparable de la infancia. El momento
de la necesidad, de la dependencia, del escozor. La infancia es un
intervalo del infierno.

La enfermedad es la infancia, augura Kertész.

Apenas nacemos, comienza el abandono. Del sentido.


Clarence John Laughlin Photograph Collection

Mi madre tiene setenta y ocho años. Le hago preguntas sobre
su maternidad. Sobre su ser hija, sobre su madre y su ser abuela.
La vida es una sucesión de madres subvencionando mi escritura.



Fotografía de John Gutmann

A fin de cuentas, la maternidad no se ejerce sino con indecencia.
Lo dice Marguerite Duras. A propósito de su propia madre. Y
de su propia maternidad. "Se vive en plena indecencia". La
maternidad. Un estado de plenitud en la zona de lo erróneo y
lo salvaje. De lo que se deduce. Fracaso a priori, dolor e indolencia.
Una tensión de opuestos y de equívocos. La indecencia se acuna en lo ilícito.
Lo que no se debe se hace igual. Lo que no se quiere se hace igual.
Es el vínculo más denunciante, feroz, creativo, perverso. A veces puede ser bello.



Fotografía de John Gutmann

Leo para agazaparme en el lenguaje, que es la madre sustituta.

O la lengua, la madre de todas las madres.

Mi maternidad se ha constituido una espina que el cuerpo
preserva (que cubre, protege, con capas de células muertas
que ya no sienten pero amparan la zona). Y que el alma acepta
con rezongo.

Mientras atravieso los humedales secantes del climaterio, escribo
sobre lo que no tiene retorno. Y leo el dolor de otras personas, 
sin esquivar mi dolor. Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan.
Talla cuerpos muertos sobre mi cuerpo descalzo. Maternidades varias:
madres de madres, hijas de hijas. Locura muerte maternidad. 
Una tríada férrea e insobornable.

Mi madre, mis dos abuelas y yo. En mí se corta. Siento cierta
responsabilidad "quizá positiva" de aniquilar el mandato. Soy
la que mejor fracasa.


B O N U S  T R A C K 

Clarence John Laughlin Photograph Collection

las mujeres de mi familia nos parecemos
dos abuelas mi madre y yo
somos una de ojos mezclados
en mí derivamos
cada vez que alguna muere me ensancho
soy
la tumba de todas






"No te he perdido a ti,
sino al mundo".
(Poesía completa de Ingeborg Bachmann)

Disidencia. Una palabra extasiada en estos tiempos. Soy disidente: no he tenido hijos. He querido no tener hijos. He sufrido por no tener hijos. He sufrido por no querer. He sufrido por querer y no poder. ¿He perdido al mundo? 

La maternidad es un estado ambiguo sin precedentes.



María Malusardi
(Buenos Aires, Argentina, 1966)
POETA/ESCRITORA/PERIODISTA CULTURAL/DOCENTE
Texto de contratapa de María Teresa Andruetto
para adquirir el libro en Waldhuter Libros
para ver la presentación del libro en YOUTUBE
para leer una entrevista en LA POESÍA ALCANZA
para leer + en PÁGINA DE POESÍA



1 de julio de 2020

Ingeborg Bachmann, En verdad (+1)


Ph Interfoto/Alamy


EN VERDAD  


A quien nunca se quedó sin palabras,
y yo os lo digo,
quien sólo sabe ayudarse a sí mismo
y con las palabras,

a éste no se lo puede ayudar.
Ni por el camino corto
ni por el largo.

Hacer sostenible una única frase,
aguantar en el ding-dong de las palabras.

Nadie escriba esta frase
que no la firme.

de Últimos poemas, Hiperión, Madrid, 1999
Traducción y prólogo de Cecilia Dreymüller y  Concha García
Edición bilingüe


Wahrlich, 1964



B O N U S  T R A C K

Ingeborg Bachmann / Ph Herbert List
en el Campo de 'Fiori, Roma

[SIN TÍTULO]

Qué difícil es perdonar,
un trabajo muy lento y muy arduo,
del que sola me he ocupado
durante ya muchos años.

El odio me ha enfermado,
me siento deformada, estos abscesos
me prohíben incluso mostrarme
junto a los hombres.

Sólo sé que yo
no puedo odiar más de este modo
ni desear tu muerte,
la cual tampoco deseo,
ni cumpliría yo por mi mano,

He aprendido que la mía
ha de amar a sus enemigos, y
esto es tan simple, pues si no cómo
podrían luego mis enemigos
hacerme más de un mal.
Si se extravía una bala,
si alguien me escupe en a cara,
como ayer, no me guardo pensamientos
contra el amor que me ha sido dado.

Tengo miedo ante el amor
que me has infundido tú,
con la intención más cruel.
Totalmente ajada de cortantes ácidos,
venenos de todo tipo, por el opio,
aturdida por completo en mi destrucción.
Puesto que ya no vivo más en ti,
y muerta me encuentro ya, donde estoy.
Lo que cuentan y persisten son las cúpulas
comen dos veces al día, satisfacen
luego sus necesidades, e
imploran por los medicamentos,
que me han de sumir en un largo sueño.

de No sé de otro mundo mejor. Poemas inéditos,
Piper-Verlag, München 2000
Traducción de Breno Onetto




Ingeborg Bachmann 
Wörthersee en Klagenfurt 
Ingeborg Bachmann
(Klagenfurt, Austria, 1926- Roma, Italia, 1973)
para leer en EL CUADERNO DIGITAL 
MÁS
su WEB


25 de julio de 2015

Ingeborg Bachmann, Cae, corazón (+1)


Ilustración de Enkel Dika
CAE, CORAZÓN

Cae del árbol del tiempo, corazón,

caed, hojas, de las ramas heladas
que el verano una vez abrazó,
¡caed como las lágrimas del ojo dilatado!

Aún vuela el rizo al viento
en la frente bronceada
del dios de la tierra día tras día,
bajo la camisa el puño
aprieta ya la herida abierta.

Y por ello sé duro si las nubes inclinan
su delicada espalda otra vez a tu paso,
no lo aprecies en nada
si acaso los panales del Himeto
una vez más se llenan para ti.

Pues de poco le sirve al labrador un tallo en la aridez,
poco un verano de nuestra gran raza.

¿Y qué testimonia ya tu corazón?
Entre ayer y mañana oscila,
extraño y silencioso,
y lo que late es ya
su caída del tiempo.

Traducción de José Luis Gómez Toré

FALL AB, HERZ

Fall ab, Herz vom Baum der Zeit,
fallt, ihr Blätter, aus den erkalteten Ästen,
die einst die Sonne umarmt',
fallt, wie Tränen fallen aus dem geweiteten Aug!

Fliegt noch die Locke taglang im Wind
um des Landgotts gebräunte Stirn,
unter dem Hemd preßt die Faust
schon die klaffende Wunde.

Drum sei hart, wenn der zarte Rücken der Wolken
sich dir einmal noch beugt,
nimm es für nichts, wenn der Hymettos die Waben
noch einmal dir füllt.

Denn wenig gilt dem Landmann ein Halm in der Dürre,
wenig ein Sommer vor unserem großen Geschlecht.

Und was bezeugt schon dein Herz?
Zwischen gestern und morgen schwingt es,
lautlos und fremd,
und was es schlägt,
ist schon sein Fall aus der Zeit.


B O N U S   T R A C K 

Ilustración de Enkel Dika

EL TIEMPO POSTERGADO

Vienen días más duros. 
El tiempo postergado hasta nuevo aviso 
asoma por el horizonte. 
Pronto tendrás que atarte los zapatos 
y correr los perros de vuelta a las granjas marismeñas. 
Pues las vísceras de los peces 
se han enfriado al viento. 
Arde pobre la luz de los altramuces. 
Tu mirada rastrea la niebla: 
el tiempo postergado hasta nuevo aviso 
asoma por el horizonte.
Allí se te hunde la amada en la arena, 
sube por su cabello ondeante, 
le quita la palabra, 
le ordena callarse, 
le parece mortal 
y dispuesta a la despedida 
tras cada abrazo.
No mires hacia atrás. 
Átate los zapatos. 
Corre los perros de vuelta. 
Tira los peces al mar. 
¡Apaga los altramuces!
Vienen días más duros.

de El tiempo postergado, Madrid, Cátedra, 1991
Traducción de Mónica Poole



Ingeborg Bachmann 
(Klagenfurt, Austria, 1926- Roma, Italia, 1973)
de Die gestundete Zeit, Gedichte
Frankfurt am Main: Frankfurter Verlagsanstalt, 1953
para leer MÁS

9 de febrero de 2012

Ingeborg Bachmann, Curriculum Vitae


Fotografía de Rosie Hardy

CURRICULUM VITAE

Larga es la noche,
larga para el hombre
que no puede morir, largamente
se tambalea bajo farolas
su ojo desnudo y su ojo
cegado por el aliento de aguardiente, y el olor
a carne mojada bajo sus uñas
no siempre le aturde, oh dios,
larga es la noche.

Mi cabello no se encanece
porque salí del vientre de las máquinas,
Rosarroja* me untó de alquitrán la frente
y los mechones, habían estrangulado
a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,
el jefe de la tribu, pasé por la ciudad
de diez veces cien mil almas, y mi pie
pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual
pendían diez veces cien mil pipas de la paz,
frías. Una calma de ángeles
deseé a menudo para mí
y cotos de caza llenos
de los gritos impotentes
de mis amigos.

 Con las piernas y las alas abiertas
subía la sabihonda juventud
sobre mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín,
hacia las inmensas noches del secreto
de la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte
empaña mi ventana cada hora,
dadme euforbia y verted
la risa en mi garganta
de los viejos que nos antecedieron, cuando
caiga yo sobre los infolios
en el sueño vergonzoso,
para que no pueda pensar,
para que juegue con flecos
de los que cuelgan serpientes.

También nuestras madres
soñaron con el futuro de sus maridos,
los vieron poderosos,
revolucionarios y solitarios,
pero después del retiro los han visto encorvados en el huerto
sobre las llameantes malas hierbas,
mano a mano con el fruto charlatán
de su amor. Triste padre mío,
¿por qué callasteis entonces
y no habéis seguido pensando?

Perdido en las cascadas de fuego,
En una noche junto a un cañón
que no dispara, condenadamente larga
es la noche, bajo el esputo
de una luna enfermiza, su luz
biliosa, pasa volando sobre mí
el trineo con la historia
embellecida,
en la vía del sueño de poder (lo cual no impido).
No era que yo durmiese: estaba despierto,
entre esqueletos de hielo buscaba el camino,
volvía a casa, me ceñía el brazo
y la pierna con hiedra y con restos
de sol blanqueaba las ruinas.
Respeté los días festivos,
y sólo si mi pan estaba bendecido
lo comía.

En una época arrogante
hay que pasar de prisa
de una luz a otra, de un país
a otro, bajo el arco iris,
con la punta del compás en el corazón,
tomando la noche por radio.
Abierto de par en par. Desde las montañas
se ven lagos, en los lagos
montañas, y en el armazón de las nubes
se balancean las campanas
de un mundo. Saber de quién
es ese mundo, me está prohibido.

Ocurrió un viernes:
-yo estaba ayunando por mi vida,
el aire chorreaba del zumo de los limones
y la espina estaba clavada en mi paladar
entonces saqué del pez abierto
un anillo que lanzado
al nacer yo, cayó en el río
de la noche y se hundió.
Yo volví a lanzarlo a la noche.

Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte!
Si tuviera la palabra
(y no la errase)
si no tuviera cardos en el corazón
(y rechazara el sol),
si no tuviera avidez en la boca
(y no bebiera el agua salvaje),
si no abriera el párpado
(y no hubiera visto la cuerda).
¿Están tirando del cielo?
Si no me sostuviera la tierra
hace tiempo que yacería quieta,
hace tiempo que yacería
donde me quiere la noche,
antes de que hinche las narices
y levante su casco
para nuevos golpes,
siempre para golpear.
Siempre la noche.
Y nunca el día.



Lang ist die Nacht,
lang für den Mann,
der nicht sterben kann, lang
unter Straßenlaternen schwankt
sein nacktes Aug und sein Aug
schnapsatemblind, und Geruch
von nassem Fleisch unter seinen Nägeln
betäubt ihn nicht immer, o Gott,
lang ist die Nacht.

Mein Haar wird nicht weiß,
denn ich kroch aus dem Schoß von Maschinen,
Rosenrot strich mir Teer auf die Stirn
und die Strähnen, man hatt' ihr
die schneeweiße Schwester erwürgt. Aber ich,
der Häuptling, schritt durch die Stadt
von zehnmalhunderttausend Seelen, und mein Fuß
trat auf die Seelenasseln unterm Lederhimmel,
aus dem
zehnmalhunderttausend Friedenspfeifen
hingen, kalt. Engelsruhe
wünscht' ich mir oft
und Jagdgründe, voll
vom ohnmächtigen Geschrei
meiner Freunde.

Mit gespreizten Beinen und Flügeln,
binsenweis stieg die Jugend
über mich, über Jauche, über Jasmin ging's
in die riesigen Nächte mit dein Quadrat-
wurzelgeheimnis, es haucht die Sage
des Tods stündlich mein Fenster an,
Wolfsmilch gebt mir und schüttet
in meinen Rachen das Lachen
der Alten vor mir, wenn ich in Schlaf
fall über den Folianten,
in den beschämenden Traum,
dass ich nicht taug für Gedanken,
mit Troddeln spiel,
aus denen Schlangen fransen.

Auch unsere Mütter haben
von der Zukunft ihrer Männer geträumt,
sie haben sie mächtig gesehen,
revolutionär und einsam,
doch nach der Andacht im Garten
über das flammende Unkraut gebeugt,
Hand in Hand mit dem geschwätzigen
Kind ihrer Liebe. Mein trauriger Vater,
warum habt ihr damals geschwiegen
und nicht weitergedacht?

Verloren in den Feuerfontänen,
in einer Nacht neben einem Geschütz,
das nicht feuert, verdammt lang
ist die Nacht, unter dem Auswurf
des gelbsüchtigen Monds, seinem galligen
Licht, fegt in der Machttraumspur
über mich (das halt ich nicht ab)
der Schlitten mit der verbrämten
Geschichte hinweg.
Nicht dass ich schlief: wach war ich,
zwischen Eisskeletten sucht' ich den Weg,
kam heim, wand mir Efeu
um Arm und Bein und weißte
mit Sonnenresten die Ruinen.
Ich hielt die hohen Feiertage,
und erst wenn es gelobt war,
brach ich das Brot.

In einer großspurigen Zeit
muss man rasch von einem Licht
ins andre gehen, von einem Land
ins andre, unterm Regenbogen,
die Zirkelspitze im Herzen,
zum Radius genommen die Nacht.
Weit offen. Von den Bergen
sieht man Seen, in den Seen
Berge, und im Wolkengestühl
schaukeln die Glocken
der einen Welt. Wessen Welt
zu wissen, ist mir verboten.

An einem Freitag geschah's
- ich fastete um mein Leben,
die Luft troff vom Saft der Zitronen
und die Gräte stak mir im Gaumen -
da löst' ich aus dem entfalteten Fisch
einen Ring, der, ausgeworfen
bei meiner Geburt, in den Strom
der Nacht fiel und versank.
Ich warf ihn zurück in die Nacht.

O hätt ich nicht Todesfurcht!
Hätt ich das Wort,
(verfehlt ich's nicht),
hätt ich nicht Disteln im Herz,
(schlüg ich die Sonne nicht aus),
hätt ich nicht Gier im Mund,
(tränk ich das wilde Wasser nicht),
schlüg ich die Wimper nicht auf',
(hätt ich die Schnur nicht gesehn).

Ziehn sie den Himmel fort?
Trüg mich die Erde nicht,
läg ich schon lange still,
läg ich schon lang,
wo die Nacht mich will,
eh sie die Nüstern bläht
und ihren Huf hebt
zu neuen Schlägen,
immer zum Schlag.
Immer die Nacht.
Und kein Tag.




Ingeborg Bachmann 
(Klagenfurt, Austria, 1926- Roma, Italia, 1973)
de Invocación a la Osa Mayor, Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García
para leer el poema completo en IGNORIA
para leer CONFIADO ANIMAL
en WIKIPEDIA
para leer MÁS
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