Obra de Carmen Mansilla |
CAPÍTULO V
Un buen día, olvidado por cristo, te enfermas.
Las catacumbas abren sus puertas y el
purgatorio se desata en la tierra.
Te enfermas, y la niña que eres vuela entre
la tormenta y sobre las nubes para traerte
recuerdos lejanos de perfumes extintos.
Toces sangre y el mundo sigue girando.
La crueldad del día trae un nuevo amanecer
y tú... enferma.
Ves las noches pasar, el canto de los búhos, el
llanto de las madres, las promesas de los brujos
y tu aburrimiento se apila.
Tu fe poco a poco, se agrieta, se derrumba
y cae.
El humo inunda tu catedral y las estrellas
siguen en el cielo impiadosas.
Lloras, pero el firmamento no mueve un
átomo por vos. ¿Por qué lo haría?
Maldices.
Insultas.
Cantas del miedo.
Te escondes abajo de la tierra pero arriba del
infierno.
Un buen día, usualmente en alguna fecha
interesante, entiendes todo.
Lo que fue y lo que no.
Lo que se te dio y se te quitó.
Un buen día, la luna y el sol ya no importan.
Un buen día, volviste a ver el universo al
desnudo.
Ya tienen asiento según el capricho de Goya, obra de Carmen Mansilla |
CAPÍTULO XXI - REFLEXIONES PARA
MATAR A KANT EN MÍ
para Daniela Rafael
1
No puedo hablar por todos pero
escribo “a pesar de”
a pesar del descontento,
de la falta de dinero,
la falta de apoyo,
del desempleo,
de la chatura académica,
incluso a pesar de mi género
(y de mi biología),
a pesar de las redes
y de su tiempo
hecho nuditos.
Escribo con mi falta
de vitamina d,
de músculos,
de defensas,
de canciones de rock,
de blues,
de amor,
sobre todo de amor
Escribo desde mi pequeño
montoncito de sombras,
con
perfumes de alcachofas y berenjenas
quemadas.
Un ascensor ha detenido su marcha
mientras este poema
estaba gestándose,
éste poema no tiene movimiento.
2
Escribo desde el frío de la
indiferencia.
Los ojos cerrados
cortan la piel
tanto como
los cuchillos tramontina
de la cocina de casa.
El silencio
también asfixia
al igual que el monóxido de carbono.
Desde ese espacio chiquito,
escribo, leo.
Desde la inconformidad creo
una atmósfera donde
respirar
y donde los lunes son más habitables
que los domingos sin vos.
3
Vivir
con el espíritu
quebradizo,
se parece
a estar
en una silla con una
pata
más pequeña
que las otras.
Se puede caer,
es cierto,
es una posibilidad,
quizás algún día
te golpees
y hasta te deje una cicatriz,
pero es tu silla.
Es tu lugar.
No hay más sillas en la mesa.
Escribir y vivir
requiere
un uso
del equilibrio.
Aprendes a balancearte
mientras estas
apoyando tu culo en la silla,
escribiendo...
viviendo.
4
Perdimos la posibilidad
de encontrarnos
en la ausencia de
nuestro yo.
Mi yo escritor me puso tantos
perfumes
que ya no sé
cuál es mi aroma.
¿Esto soy?
¿Ésta es mi obra?
¿Mi obra me comió?
¿O yo me comí mi obra?
¿Quién destruyó a quién?
¿Quién mató a Kant?
Obra de Carmen Mansilla |
CAPÍTULO XXIII
Se golpea la puerta.
Se mueve.
Se abre.
Es el viento.
Entran hojas secas y
un poco de basura...
pero
vos no.
Matar a Kant, Gerania Editora, 2020 |
(Santiago del Estero, Argentina, 1987)
POETA/ESCRITORA/TALLERISTA/ESTUDIANTE DE PROFESORADO DE INGLÉS
Y PSICOLOGÍA/DIPLOMADA EN GESTIÓN DE PROYECTOS CULTURALES
de Matar a Kant, Gerania Editora, 2020
para leer + en EL GANSO NEGRO
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su blog ALTA MADRUGADA
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