22 de julio de 2019

Elisa Díaz Castelo, Sola dosis facit venenum


Collage digital de Madelaine Buttini (Madbutt)

SOLA DOSIS FACIT VENENUM

Casi todo mata, a largo plazo y en ciertas cantidades.
Por ejemplo, el perejil, primo domesticado de la cicuta,
la nuez moscada, alucinógena, y la canela de Cayena,
que adelgaza la sangre. Todo,
hasta lo más dulce, tiene su envés de asesinato.
De la dosis nace el veneno. Las cosas maldicen
al filo de su sombra. Por ejemplo el agua
purificada con yodo y el oxígeno mismo,
incluso, sí, el aire
que nos permite vivir al mismo tiempo
y poco a poco
nos carcome. Es cierto. Se puede
morir de agua, de aire, sueño.
No hay manera de no errar
y lentamente
todos nos suicidamos a nuestro modo.
Pero no podría ser de otra forma,
es necesario que cada cosa se venza a sí misma,
que cada vida procure su aniquilación.
Nosotros dormimos lado a lado, a veces
nuestra respiración acompasada, a veces
mi cuerpo es casi el tuyo. Coincidimos.
Hemos poseído cada centímetro del otro,
nos miramos sin curiosidad y sin esmero.
Esculcamos nuestros recuerdos
y los cedemos sin nostalgia.
Compartimos todo y quizá es demasiado:
hemos comenzado a matarnos mutuamente.
Se pudren nuestras palabras
dulzonas en el desayuno y en las noches
hablamos de cosas tristes
y nos conocemos cada rincón,
como a una vieja casa.
A largo plazo, quizá será como perdernos
poco a poco, día a día, morir en y para el otro,
pero sin drama y sin ahínco.
Pero si así no, cómo y qué,
sería absurdo bajar la dosis.
Mejor seguir paso a paso
el instructivo torpe
del amor eterno.





Elisa Díaz Castelo
(México DF, México, 1986)
POETA/TRADUCTORA
extraído de ESTE PAÍS 
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