Fotografía de Anka Zhuravleva |
GAVIOTAS SOBRE EL HUDSON
Pienso en sus huesos,
huecos
como iglesias blancas,
esas casas de viento
donde se columpia
el eco de las voces.
Adentro
también el cielo, oblicuo,
abismado en su encierro.
Se desgrana el aire,
tiembla el espacio atenazado.
Adentro,
también,
hay solamente esto:
una espera rotunda a que los límites quiebren,
se desintegre el hueso
y quede, solo,
el aire contra el aire.
extraído de: LOS BÁRBAROS febrero 2015
Café Tortoni, Ciudad de Buenos Aires |
EN UN CAFÉ DE BUENOS AIRES, MI AMIGA DIVORCIADA
ME ENSEÑA UNA FOTO DE SU BODA
No la conocía entonces y aun así,
en la foto, se parece más a sí misma
que la mujer sentada a mi lado.
Míranos, me dice, con su cara ajena,
con sus otras manos, con sus ojos
de asfalto llovido y hambre a medianoche.
En la foto bailan los novios
y afuera estamos ella y yo solas, platicando.
La tristeza de los otros es una ciudad desconocida,
calles y calles que no sabes a dónde llevan,
casas demolidas, edificios de vidrio, mascarones
y techos con goteras y pasillos
de madera combada. Podemos imaginar
tan poco. Apenas unos segundos
se mantiene vigente la trivial fantasía
de haber nacido ahí y saber de memoria
el tedio de la calle principal, rutas del colectivo,
cada parada del metro. Pero es casi imposible
imaginar la costumbre. El recuerdo más triste
es sólo una estación del pensamiento,
ese mirar sin sorpresa el teatro en ruinas,
la parada en Congreso, la espera subterránea,
tantas veces visto, todo
tan rutina. Hasta que pierde filo
incluso lo más triste
y se cambia el dolor por otra cosa más tibia.
En la mesa de enfrente
una pareja de viejos come sin mirarse.
Es silencio. Es el ritual antiguo
que los convoca a morir de a poco,
cara a cara. Quizás un día
te despiertas y has olvidado
los pasos descalzos de tu amante
en la madera rubia de tu primera casa.
Ahora se hace de noche,
la ciudad se cierra sobre nuestras palabras.
Los viejos se levantan, el lugar se vacía.
Al fondo escucho un tango y no recuerdo
su nombre. De pronto me parece que esta tarde
también quedó muy lejos, que ya estamos
muy lejos también de Buenos Aires.
extraído de: TIERRA ADENTRO
Fotografía de Brooke Shaden |
TEORÍA DEL GRAN IMPACTO
Mi cuerpo es un extremo del tuyo.
El instante rojo de mi nacimiento, el puñal
de la sangre, el gozo o el grito, el cuerpo
que se vacía, la placenta que conjuga
el rojo con la sombra. Es preciso reconocerlo:
dos cuerpos que fueron uno solo
no pueden tener un origen pacífico.
No pueden permanecer intactos.
Por ejemplo, la luna, que miramos
sin miramientos, desvestida:
te pregunté hace años cómo se había formado
y me dijiste que la Tierra atrapó en su gravedad
a ese cuerpo blanco y le dio un trayecto
y un destino. No es cierto. Mírala,
anónima y endeble, dada a romperse,
empotrada en la noche, vela
desde tu casa de ladrillos y yo
desde mi azotea, más lejana que nunca.
Somos demasiado parecidas.
Lo cual se explica a partir de un tercero
en discordia: un planeta errante, desvirtuado
de órbitas, chocó con el nuestro y se hizo añicos
en una colisión brutal que ya había olvidado
en el universo. De lo que perdió la Tierra
despedazada, carente de redondez,
se formó la luna, hecha de pedacería,
desbastada por giros y acrobacias.
Y las dos se sostienen, sin coincidir nunca,
apenas consonantes, apresadas
a una distancia por el abrazo
ambiguo de las órbitas, por una gravedad
mediana, diametral. Así nosotras
en las noches, nos hablamos
nuestras voces se tocan y se envuelven
en el cobre. Una será siempre
el centro de la otra, las dos
perfectas en su circunferencia
pero ausentes de sí mismas.
En nuestra piel se reparten tus células
y lo que me has heredado
aunque sea luminoso, me consume.
extraído de ESTE PAÍS
Elisa Díaz Castelo
(México DF, México, 1986)
POETA/TRADUCTORA
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2 comentarios:
Extraordinaria poeta. Inexpresable todo lo que me ha hecho sentir. Es cierto que uno a veces no siente. Será entonces para leerla en tales momentos... Gracias, Miriam, por presentarla.
Como todo lo que sueles traer...poesía imponente,contundente, exquisita.
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