20 de marzo de 2019

Eugenia Cabral, Tabaco (+2)


Fotografía de Hiromichi "Daidō" Moriyama

TABACO

La rabia dura lo que el cigarrillo.
Luego el humo y la ceniza esparcen
la desmerecida forma de lo que ha sido.
Arder. Arder como la brasa ambigua
que no es llamarada ni es ceniza;
entre secuencias de orden y desorden
arder; arder cual perfume de maderas;
cual ocaso –furia postrer del día-
arder; en pausas de la informática,
detrás de los envases descartables,
con un sexo torpe entre torpes manos,
arder. Como sólo el fuego puede arder.
Como pasión y soledad pueden arder.
Astro perdido en la jungla del cielo
tornando a una casa y a unos padres,
arder. Solícitamente, en honor de un amante,
arder. Ofrecer la transparencia y pretenderla
cada vez con menos fuerza y eficacia. 
Arder. En el templo de los bárbaros.
Arder, tan tenue como sea posible, 
ante la fatiga de la mirada. Encender
los rubíes de la culpa entre el lodo funeral
y las arenas donde el hedor de lo muerto
sobrevive (¿para qué?) sin condena ni justicia.

En el horno de los bronquios se caldean
la sinrazón de existir abominando
y el humo: símbolo de olvido e impotencia
de querer retener lo que se esfuma
-antes eterno, ahora fugitivo-,
breve danza de amor entre los dedos,
ocaso que arrastra el cuerpo del día
-iluminado de amor- a oscura gruta,
para escandir las formas de la noche
cual sílabas de un poema revelado.

de TabacoEditorial Babel, 2009





B O N U S  T R A C K x 2



Fotografía de Hiromichi "Daidō" Moriyama



HISTORIA DE AMOR

VI

no me sangres, por favor,
tu herida es muy profunda,
se hunde en las arterias,
te habrás cortado,
ya te dije que no lo debías hacer,
que no lo hicieras,
basta, no sangres más,
me estás inundando,
yo te amo, pero no así, esto no es amar,
secate un poco, abrí la ventana,
eso es, que te de el sol,
ya no estás muerta ni nadie sabrá
que has muerto por mí.
Te quiero, pero un poquito,
comé acá, así, ves, así,
acá me gusta que me comás,
movete, el espacio es curvo,
qué no? es curvo, sí, mi amor,
hasta quizás sea esférico,
como tus ojos,
tus grandes ojos esféricos
modelados en obsidiana,
no, lapislázuli,
son de fríos, dame la mano,
qué helada,
quereme, quereme mucho,
dame tu lengua,
está llena de palabras,
si fueras feliz, si fuera un solo día
de tu odiosa vida, feliz,
alcanzame el libro, estás en esta página,
a ver? no encuentro tu palabra,
la habrás ocultado, zorra, zorra mía,
vení, vení, nos queremos, nos queremos.

extraído de: UNA BALLENA PODRIDA EN LA PLAYA





Fotografía de Anka Zhuravleva



IRREDENTOS

Los poetas de Córdoba somos unos perdedores. 
Cuando no nos encierran en los manicomios, 
nos volvemos alcohólicos, nos secuestran a los hijos, 
nos quita la vivienda un estafador, 
nos suicidamos a los veintiún años, 
somos indígenas y usamos peluca rubia,
en pro de la salud dejamos de fumar tabaco 
para fumar marihuana, o fumamos tabaco 
para salvarnos de la locura;
nos cambian de domicilio por el solo hecho 
de haber realizado un viaje a otra ciudad; 
viajamos constantemente de ciudad en ciudad;
trabajamos en la recolección de basura 
y un día encontramos al fondo del depósito 
un libro de Alfonsina Storni que nos abrirá a la poesía;
nos niegan un gran premio y declaramos haberlo obtenido; 
necesitamos cambiar de rumbo estético 
tras una operación de columna, o tras un accidente de tránsito, 
que nos haya postrado largo tiempo, 
o nos sorprende el cáncer a los veinticuatro años 
después de haber conocido las maravillas del amor; 
dejamos un arcón de madera lleno de manuscritos 
en la casucha de una pensión miserable; 
nos dedicamos poemas sin saber 
que las dedicatorias son llave de rupturas;
nos volvemos casi ciegos leyendo 
hasta en las paradas de ómnibus;
nos atenazan los ataques de pánico hasta desmayarnos; 
los maridos y las esposas nos despojan de nuestros bienes,
o nos persigue la miseria durante toda edad, todo esfuerzo; 
nos consume la pasión erótica hasta obnubilarnos; 
sabemos tantísimos sonetos de memoria, 
componemos tantísimos sonetos cuasi perfectos; 
publicamos nuestros libros pagándole a un editor,
nos endurecen la envidia y el resentimiento 
hasta el punto de negar a nuestros pares, 
nos pasamos la vida buscando libros 
que probablemente se hayan salvado de la quema 
realizada por la dictadura militar;
nos volvemos peronistas después de haber sido marxistas; 
nos pasamos las noches y los días buscando 
la manera de editar libros y revistas, nos gastamos 
la mayor parte de nuestros salarios adquiriendo 
libros nuevos o usados, desconocidos o agotados; 
reivindicamos la producción de un autor 
sólo para defenestrar a otro; 
nos lloramos sin haber luchado,
reunimos dineros y firmas para nobles causas, 
reivindicamos los poemas de un autor 
que ya nadie querría leer;
vivimos queriendo ver el mar 
porque somos mediterráneos,
nos dividimos en gremios y asociaciones, 
antes éramos pocos y ahora, muchísimos; 
olvidamos los nombres y las obras 
de nuestros antepasados; 
llevamos la endogamia hasta el colmo de formar parejas 
entre nosotros mismos, después nos divorciamos; 
en suma, no tenemos redención, 
pero vamos teniendo biografías.

extraído de su FACEBOOK





Eugenia Cabral
(Córdoba, Argentina, 1954) 
POETA/EDITORA/GESTORA CULTURAL
para leer más en: CUESTIONARIO SCHMIDT
para leer una entrevista por Rolando Revagliatti en LA TINTA

2 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Alto poema Tabaco. Arde.

Duelen los versos de Historia de Amor.

Imposible no sentirse identificado con ciertos versos inciertos de Irredentos.

Enorme poeta Eugenia Cabral.

lunaroja dijo...

Brutales todos, "historia de amor" es alucinante.
GRACIAS!

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