24 de septiembre de 2017

Antònia Vicens, Ser mujer, ser isla (+1)


Fotografía de Elizabeth Gadd

SER MUJER, SER ISLA

Y es que me sentí isla, antes de saberme mujer. Todo un sector numeroso de mujeres que crecimos con muchísimas carencias, llenas de perjuicios y aún ahora, muchas van por el mundo un poco aturdidas de infancia asfixiada.

Porque aquella niña a la que, cuando tenía once años, compraron una bicicleta y rondaba por las calles de los pueblos pedaleando deprisa, queriendo cortar el viento, trascender y transgredir barreras morales, era todas las niñas.

Los hombres de Santanyí, la mayoría agricultores propietarios de cuatro trozos de tierra infructífera o marineros sin barca, se vieron obligados a embarcarse en barcos que pasaban objetos de contrabando, objetos prohibidos y pecaminosos, tales como el tabaco y el nylon, para poder ganar un sueldo digno y mantener a la familia. Residían en Tánger, Gibraltar, La Línea …

Así todas las criaturas éramos un poco huérfanas: los padres, siempre lejos, sólo venían de permiso una vez al año, y las madres, ansiosas, estaban siempre demasiado pendientes de los temporales del mar, y de las corrientes de su corazón y de su cuerpo de mujeres que se iban convirtiendo en islas desiertas. Islas secas. (…)

Y nunca percibí el más leve rumor de rebelión alguna, o de querer asociarse las mujeres, para exigir sus derechos: emanciparse no les pasaba por la cabeza, dejaban correr los años educando a sus hijas como habían sido educadas ellas, muy atentas a no romper, ni tan siquiera resquebrajar, el orden establecido. Quiero decir que la madre se ponía siempre como espejo y el reflejo genético se complementaba con el reflejo social, y las hijas, no teniendo ningún otro modelo, una vez adultas, se convertían en la madre.

Por lo tanto, cuando me di cuenta que mi destino estaba tan cuidadosamente planeado por aquellas mujeres, víctimas y a la vez cómplices de la dictadura patriarcal y católica, quedé tan asombrada que en un intento desesperado de evadirme de ese tipo de lazos, empecé a soñarme escritora. Quería también explicarme a mí misma por qué isla-cobijo de marineros cansados, en lugar de, simplemente, mujer que piensa y decide el itinerario de sus pasos.

(Texto adaptado de Vicens, A. (1998). Ser dona, ser illa,
Lluc: revista de cultura i d’idees, 806-807, 33-35.)
extraído de LA TRIBU



B O N U S  T R A C K 

Fotografía de Elizabeth Gadd
LA POESÍA

flota sobre
la vida fulgores de otros mundos
te estalla en los ojos también
estrellas
de agua secadas en la cala
de la infancia cuando
rendidos vuelven
los ángeles ya sin
sal sin alas y vos
intentás prender sus sombras
colgajos en la cuerda
de tender
las palabras la hora
que más querrías
retornar los muertos que
te suben por
las piernas
aunque llenes
la noche
de palomas blancas todo
esperando
una chispa de fuego
que te encienda el poema.

Traducción de Carina Sedevich
Propuesta de traducción de Emma Gunst
LA POESIA

plana sobre
la vida fulgors d’altres mons
t’esclata als ulls també
estrelles
d’aigua eixugades a la cala
de la infantesa quan
retuts tornen
els àngels ja sense
sal sense ales i tu
intentes agafar-ne les ombres
penjalls als fils
d’estendre
les paraules l’hora
que més voldries
revocar els morts que
et pugen per
les cames
baldament omplis
la nit
de colomes blanques tot
esperant
una espurna de foc
que t’encengui el poema.




ph Lleonard Muntaner
Antònia Vicens Picornell
(Santanyí, Mallorca, España, 1941)
POETA/ESCRITORA
para leer + en REDUCCIONS REVISTA DE POESÍA

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