Fotografía de Alastair Magnaldo |
Pasamos nochebuena en tu casa
esa que hace tanto no veías.
Lavamos las copas con polvo
antes de las doce.
Ahí estaba el pesebre en una caja
rotulada con tu letra
de caligrafía militar.
Tu auto, impecable
como lo dejaste
empotrado en el garaje
con el motor fundido,
mis dibujos infantiles con tiza
en las paredes
todavía resistían a la humedad
y las jaulas de pajaritos, vacías
¿Te acordás cuando los liberábamos en la terraza?
Salimos a caminar
por el jardín
para que muevas las piernas
después de la comida
¿Te acordás del girasol
que te pedí que plantaras?
¿y de tus jazmines?
Mirá, ahí están, en marzo seguro florecen
y de esa planta que se abría
una vez cada tres años
¿Te acordás de esa noche
que nos quedamos despiertos
jugando a las cartas
para esperarla?
Y así íbamos nombrando
la ausencia de cada cosa:
Yo lo hacía con palabras,
vos, con la mirada.
¿Por qué no hablarás más, abuelo?
¿será por el dolor?
¿o por sabiduría?
Ya se escuchaban los primeros
tiros en la calle
así que salimos,
bajo los fuegos artificiales
caminábamos.
Enseguida aprendimos
a acompasar la marcha:
cinco pasos pequeños tuyos
equivalían a dos míos.
Pasabas el dedo por las rejas
como un chico
hasta que no te pude detener.
Con dulzura te separaste de mi brazo
y fuiste decidido hasta el árbol,
con furia arrancabas las hojas
y las dejabas caer
¿querías destruirlo, abuelo
para olvidarlo?
¿querías que no fuera
el tiempo, ni tus hijos, ni Dios
sino la fuerza de tus propias manos
quienes lo mataran?
Así debería ser, abuelo.
Así de violentos deberíamos ser con el pasado.
(en Esto Pasa. Poesía en Buenos Aires, Editorial Llantodemudo, 2015)
Fotografía de Jean-Yves Lemoigne |
A veces quisiera ser un hombre
para poder decirles
sin temor a que me confundan
que ellos son, en verdad, maravillosos
que adoro sus imposturas
y el filo exacto de las muñecas hacia los codos
su pelo sin peinar y las manos siempre algo misteriosas
y esas muecas que a veces ponen para hacer reír a una mujer
que todo ese rodeo es innecesario
pero de tan patético hermoso
que imagino rayos tensándoles las espaldas
por ese nerviosismo
que cuando están relajados ya nadie les cree
que son realmente grandes cuando abrazan a sus amigos
y se quiebran hablando de ella o de él borrachos después de la fiesta
que en su pechos lisos yo podría chocar sin parar
mi cabeza toda la noche
hasta dar con algo
cuando calculan, cuando sueñan, cuando eyaculan, cuando dudan,
cuando no pueden.
(leído en su facebook)
Melina Alexia Varnavoglou
(Buenos Aires, Argentina, 1992)
POETA/LIBRERA
para leer + en USTED LEE POESÍA 2
+ en GATO BLANCO
su blog HERACLÍTORIS
en FACEBOOK
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