15 de junio de 2016

Elvira Ardalani, Arder el cuerpo (+1)


Fotografía de Ryan McGinley

ARDER EL CUERPO

Por todas las mujeres que se han prendido fuego

Esta mañana al regresar a casa una mujer
se prendió fuego.
Comenzó su ritual al rociarse la ropa 
de un líquido amarillo
y en cuestión de segundos las leves amapolas
de su falda adquirieron
cierta vida de planta.
Sin previo aviso entonces
encendió los cerillos y un fuego luminoso
la volvió carta en blanco, letra gruesa
gritando.
Nadie hizo nada, nadie.
Arder el cuerpo.
Dos o tres transeúntes le lanzaron sus sacos
y una niña de nueve le arrojó un cubo
de agua.
Todo fue tarde, todo.
En cuestión de segundos una mujer se baña
en cenizas y escombro. 
Razones sobran para probar el fuego.
El infierno es mejor que otros infiernos.
De todo lo que fue por tantos años
esa mañana apenas quedan reconocibles
una amapola de su falda,
y un niño que la llora cuando pasa
y ya no la ve sentada afuera
del zaguán de su casa.



Fotografía de Ryan McGinley

LA TRENZA

Esta noche, amor, me cortaré el cabello,
tejeré una soga con lo que tanto amaste
y me hallarás volando
sobre mis propios pies,
opaca,
sobre la alfombra
que alguna vez nos vio iluminados bajo la oscuridad,
embriagados,
eternos.
No bebas hasta entonces.
Y que sea el dolor el que te sirva.

LA TRECCIA

Quasta notte, amore, mi taglierò i capelli,
tesserò una corda con quello che tanto hai amato
e mi troverai volando
sui miei piedi,
ombrosa,
sul tappeto
che qualche volta ci ha visto illuminati nell’oscuritá,
ubriachi
eterni.
Non bere fino ad allora.
che sia il dolore chi ti serve.




Elvira Ardalani 
(Heroica Matamoros, Tamaulipas, México, 1963)
PROFESORA/POETA/EDITORA/TRADUCTORA
de Callejón Kashaní, Imaginarium Literario, 2012
para leer más en: CREAR EN SALAMANCA
extraídos de su WEB

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