Fotografía de Julian Hibbard |
MAR Y VOLCANES
Los volcanes brotaron del fondo de la tierra para consuelo y joya, para sombra y cobijo de quienes nunca nada entienden. Hace millones de años que están ahí mirándose y que el tiempo es un juego para su juramento y nuestro juramento es otra pena para su largo tiempo de escuchar juramentos.
Ellos lo saben, y ella mientras los mira va sabiendo: no hay una tarde igual a otra, no hay amor de hoy igual al de mañana, no hay te juro que siempre, no hay detente. Y en un millón de años y el mes que entra, aunque sigan ahí todo será distinto, por idéntico que todo parezca todo será distinto, porque todo en la vida es único, irrepetible y fugaz. Todo, hasta los inmutables volcanes y su carga de juramentos olvidados.
Hay cosas en la vida que son como lava, algo que nos alcanza más pronto de lo que imaginamos, algo que nos toca a pesar de todo el esfuerzo que dediquemos a tratar de evitarlo. Sin embargo, uno casi siempre corre cuando lo siente venir.
Ángeles Mastretta
(Puebla, México, 1949)
(Puebla, México, 1949)
de Puerto libre, México: Cal y Arena, 1993
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