Fotografía de Natalia Drepina |
LA PALMA DE NUESTRAS MANOS
Qué cosas las mujeres. Con nuestras vidas intensas, luminosas, difíciles.
Vamos por la vida abrazadas a otras, que nos llevan para no caer.
Vamos por la vida sosteniendo a las que hoy no pueden para que mañana sí.
Reímos y nos besamos en la calle porque no necesitamos explicar nada.
Somos bellas.
Nos escuchamos por horas en bares y pizzerías
mientras los hombres solitarios nos miran
y se hacen los desentendidos
porque estos fulgores, estos chispazos los desconciertan.
Los hombres saben mantener distancia,
venir a nuestro encuentro sólo cuando sienten que ya no molestan.
Hablamos mal de nosotras, las mujeres.
Nos creemos poca cosa cuando nos miramos en el espejo.
Hablamos bien de nosotras.
Tomamos los micrófonos, las calles, las iglesias, los juzgados.
Arrojamos todos los papeles que sobran por las ventanas.
Salimos en bicicleta por la ciudad, en taxis, en autos que echan fuego
para socorrernos para protegernos de la desdicha
como talismanes.
Nos contamos secretos escondidos en los astros
porque los astros llevan nuestro nombre.
Abortamos, las mujeres.
Nos desnudamos.
Tenemos hijos y desafiamos el desconcierto.
Hacemos de nuestros cuerpos el territorio de todas las batallas.
Dejamos amores y nos dejan.
Así vamos armando una trama invisible.
Nosotras somos mejores cuando aceptamos dejar las cenizas en el viento.
Somos nuevas cada vez que ponemos la palma de nuestra mano
sobre la tierra y escuchamos su latido milenario y decimos
“aquí dejo mi historia para que otra se la lleve”.
Y nos vamos y seguimos, cantando.
ELLA SE CORTA EL PELO
Abre la puerta.
“Me miré al espejo y sólo hice chac con la tijera”,
dice.
Es inquietante cuando una chica
hace esas cosas, pienso.
El peluquero que emparejó el estropicio
no lo tomó bien.
A ella le hubiese gustado
que dejaran en paz su flequillo cuadrado y tupido
pero está sin fuerzas para decir no.
Me cuenta que mañana volverá a Londres.
Me muestra una ecografía de su útero.
En el informe se lee que tiene un quiste
de cinco centímetros.
No sabe cuándo volverá.
No sabe cuánto tiempo llevará todo.
Ella tiene los ojos transparentes.
Afuera, el sol es pesado.
Su mata de pelo cortada
descansa en una silla
como un abrigo bello e inútil.
TRES POEMAS CON MUJERES CHINAS
I
La chica del super habla bien.
Escribe “carefree” en un cartel
y sabe de memoria cuánto vale todo.
Su familia puso una cámara en el comedor
y nunca la apaga.
Así ve a su hermana comer con palitos,
quedarse dormida sobre la mesa.
“Che, te olvidas las papas”, me dice.
Y también “Estás borracha”
cuando le pago una botella de vino.
Sonríe.
Me gusta la gente que dice lo que piensa
en el idioma que encuentra más adecuado.
II
Dijiste “lloré” y es difícil pensarte así.
Los hombres fuertes lloran en silencio.
Desnudos son ceniza de papel.
Tu cuerpo se extiende ante mí
como una tela perfecta.
Con mis dedos deshago cada uno de sus hilos
y los acomodo a mi antojo,
mientras silbo.
III
La chica del laverap
usa remeras con brillos
y pantalón de hombre.
Hay más trabajo cuando llueve.
La ropa no seca.
La primavera no llega.
Nada le importa.
Tiene chancletas de raso de todos los colores.
(de Caja de costura, Eloísa Cartonera, 2014)
(Firmat, Santa Fe, Argentina, 1976)
POETA/PERIODISTA/NARRADORA
3 comentarios:
Son muy bellos los tres piemas.
Saludos.
Buen miercoles.
Un beso.
Poemas.
Qué buenos poemas, Emma.
El primero me ha fascinado...
Besos
Ana
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