Fotografía de Peter Lindbergh |
Una casa recién desamueblada
cuenta a voces
la historia
de quienes la pisaron
desde el primer día
al último cigarro.
cuenta a voces
la historia
de quienes la pisaron
desde el primer día
al último cigarro.
Nunca habla tanto el difunto como la mañana
después del entierro, es entonces cuando se
comienza a escuchar claro el eco de su voz y a
pesar el hueco a la izquierda y ofende una
única servilleta sobre la mesa y es imposible
calcular macarrones para una y desespera
mudar el armario entero sin que sea posible
poner una puñetera lavadora a media carga.
Por eso, más tarde, de madrugada, no pudo ni
quiso evitar imaginarse el momento en el que
le vaciaron la casa; la hora de la siesta, cuando
bajaron la alacena y el sofá, con un silencio de
procesión en el que sólo se siente la briega y el
crujir de la madera; el gesto de quien cerró la
puerta con una doble vuelta de llave.
En nebulosa, como espectros, pero podía
entreverlos: allí estaban, anudando el tresillo
después del entierro, es entonces cuando se
comienza a escuchar claro el eco de su voz y a
pesar el hueco a la izquierda y ofende una
única servilleta sobre la mesa y es imposible
calcular macarrones para una y desespera
mudar el armario entero sin que sea posible
poner una puñetera lavadora a media carga.
Por eso, más tarde, de madrugada, no pudo ni
quiso evitar imaginarse el momento en el que
le vaciaron la casa; la hora de la siesta, cuando
bajaron la alacena y el sofá, con un silencio de
procesión en el que sólo se siente la briega y el
crujir de la madera; el gesto de quien cerró la
puerta con una doble vuelta de llave.
En nebulosa, como espectros, pero podía
entreverlos: allí estaban, anudando el tresillo
con maromas, juntando los cacharros chicos
en la sábana abierta sobre el suelo del cuarto.
Nítidamente, en cambio, pudo contemplar a
la mujer que fue ella misma hasta la fecha,
cualquier noche, en bata, con el pelo mojado,
pelando la manzana sin quitar la vista del
informativo, indignándose en voz alta, la peor
telebasura la echan en los telediarios, a una se le
quitan las ganas de comer.
O limpia mejor o se va, que decida. Ahora, que
todo es nada, tiene claro que la asistenta pasa
el paño con la mano floja. ¿Y es que no sabe que
hay que aprovechar cuando viene el técnico del
lavavajillas para barrer las migajas, las tapas de
yogur, la ceniza, los restos de detergente de detrás?
Una casa recién desamueblada
cuenta a voces
la historia
de quienes la pisaron
desde el primer día
al último cigarro.
en la sábana abierta sobre el suelo del cuarto.
Nítidamente, en cambio, pudo contemplar a
la mujer que fue ella misma hasta la fecha,
cualquier noche, en bata, con el pelo mojado,
pelando la manzana sin quitar la vista del
informativo, indignándose en voz alta, la peor
telebasura la echan en los telediarios, a una se le
quitan las ganas de comer.
O limpia mejor o se va, que decida. Ahora, que
todo es nada, tiene claro que la asistenta pasa
el paño con la mano floja. ¿Y es que no sabe que
hay que aprovechar cuando viene el técnico del
lavavajillas para barrer las migajas, las tapas de
yogur, la ceniza, los restos de detergente de detrás?
Una casa recién desamueblada
cuenta a voces
la historia
de quienes la pisaron
desde el primer día
al último cigarro.
(de Arrojada, Cangrejo Pistolero, 2007)
Fotografía de Peter Lindbergh |
CONJURO
Que cada semilla contenga un bosque.
(de Minimás, Baile del Sol, 2008 -1ª edición-,
2009 -2ª edición-)
ph María Artiaga |
Carmen Camacho
(Alcaudete, Jaén, España, 1976)
Reside en Sevilla
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para leer más en: TINTA CHINA
1 comentario:
Muy buenos.
Besos.
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