Fotografía de Marta Bevacqua |
MARIANNE
Después de leer tantas cosas eruditas
estoy cansada, hija,
por no tener los pies más fuertes
y más duro el riñón
para andar los caminos que me faltan.
Perdona este reniego pasajero
al no encontrar mi ubicación precisa,
y pasarme el insomnio acodada en la ventana
cuando la lluvia cae,
pensando en la rabia que muerde
la relación del hombre con el hombre;
ahondando el túnel, cada vez más estrecho,
de esta soledad, en sí, un poco la muerte anticipada.
Qué bueno que naciste con la cabeza en su sitio,
que no se te achica la palabra en el miedo,
que me has visto morir en mí misma cada instante
buscando a Dios, al hombre, al milagro.
Tú sabes que nacimos desnudos, en total desamparo
y no te importa,
ni te sorprende el nudo de sombra que descubres.
Todo se muere a tiempo y se llora a retazos,
has dicho,
sin embargo, es azul de cristal tu mirada
y te amanece fresca el agua del corazón;
quitas fácil el hollín que pone el hombre sobre las
cosas,
y entiendes en tu propio dolor al mundo,
porque ya sabes
que sobre todos los ojos de la tierra
algún día, sin remedio, llueve.
-1968-
(de El retorno de Electra, 1978)
Fotografía de Seren Coskun |
RETRATO EN SEPIA
Obediente a la voz cósmica, agrio el destino,
yo fui levantada en torbellino de lamentos.
Yo fui la piedra de escándalo:
contra mí se reventaron las lágrimas
de todos mis hermanos. Yo fui
la piedra que tiritó en la puerta
y en los patios de las casas,
sin acceso al hogar que aglutina a los hombres.
La piedra con la que los otros tropezaban
encendidos de vergüenza.
La piedra del destierro,
la que debió perderse en el fondo del légamo;
el labio sumergido en la hiel;
el receptáculo del sacrificio
en donde vaciaron la indiferencia, la cólera, el despecho.
Yo el perro sin dueño, rastreando compañía,
con la cabeza gacha, abatido de soledad.
Cuando me vaya
no querré aullar,
cojeando por los mismos caminos.
Quiero dispararme como flecha
hacia la dimensión que corresponda.
A mitad de la borrasca de este tiempo
debí hacer cantar al pájaro ciego en mi garganta,
sola, sobrecogida por el relámpago y el trueno,
calada hasta los huesos, bajo la tormenta.
Canté y canté, bebiéndome las lágrimas.
Sin ti, Marianne,
se me habrían enlutado, sin amor, los caminos.
Obediente a la voz cósmica, agrio el destino,
yo fui levantada en torbellino de lamentos.
Yo fui la piedra de escándalo:
contra mí se reventaron las lágrimas
de todos mis hermanos. Yo fui
la piedra que tiritó en la puerta
y en los patios de las casas,
sin acceso al hogar que aglutina a los hombres.
La piedra con la que los otros tropezaban
encendidos de vergüenza.
La piedra del destierro,
la que debió perderse en el fondo del légamo;
el labio sumergido en la hiel;
el receptáculo del sacrificio
en donde vaciaron la indiferencia, la cólera, el despecho.
Yo el perro sin dueño, rastreando compañía,
con la cabeza gacha, abatido de soledad.
Cuando me vaya
no querré aullar,
cojeando por los mismos caminos.
Quiero dispararme como flecha
hacia la dimensión que corresponda.
A mitad de la borrasca de este tiempo
debí hacer cantar al pájaro ciego en mi garganta,
sola, sobrecogida por el relámpago y el trueno,
calada hasta los huesos, bajo la tormenta.
Canté y canté, bebiéndome las lágrimas.
Sin ti, Marianne,
se me habrían enlutado, sin amor, los caminos.
(de Bajo el oro pequeño de los trigos, 1984)
Fotografía de Rebecca Miller |
REENCUENTRO
Eres tú
la que atraviesa el silencio y las tinieblas.
Qué cerca estás al fin.
Tu sonrisa se abre sobre mí
como flor de cristal llovido.
Me refresca la paz de tus pupilas
y en los nervios me duele
no haberte amado todo lo que necesitas.
Ambas debieron haber crecido en mí
Como una sola espiga,
alumbrando mis pasos de indecisa gacela.
Siempre temí perderlos
y fue mi corazón entre dos puntos
como un compás abierto goteando hieles.
Pero esta noche tu ternura me salva los temores
y te reencuentro a través de mis manos
que presionan la frente en horas duras.
Y en mis pasos macizos,
y en las miradas húmedas.
Lo ves, lámpara que iluminas mi pecho intrincado:
ya no puedo perderlos
aunque nos medie la distancia
y un secreto dolor nos martirice.
Voy a enfrentarme al mundo tímida y confusa,
intuitiva y humilde.
Porque tal es el patrimonio
de tu sangre en mis venas.
RINCONTRO
Sei tu
quella che attraversa il silenzio e le tenebre.
Che vicina sei alla fine.
Iltuo sorriso si apre su dime
come un fiore di cristallo piovuto.
Mi rinfresca la pace delle tue pupille
e nei nervi mi fa male
non averti amato con tutto ciò di cui hai bisogno.
Entrambe siete cresciute in me
Come una spiga sola,
illuminando i miei passi d’indecisa gazzella.
Sempre ho avuto paura di perdervi
ed è rimasto il mio cuore tra due punti
come un compasso aperto gocciolando fiele
Ma questa notte la tua tenerezza mi salva dai timori
e ti rincontro attraverso le mie mani
che stringono la fronte nelle ore dure.
E nei miei passi solidi,
e negli sguardi umidi.
Lo vedi, lampada che illumini il mio intricato petto:
oramai non posso perderli
anche se ci misura la distanza
e un segreto dolore ci martirizza.
Vado ad affrontare il mondo timida e confusa,
intuitiva e umile.
Perché tale è il patrimonio
del tuo sangue nelle mie vene.
(Traducción del CCTM)
Foto María Luisa Severiano |
(Torreón, Coahuila, México, 1928-2008)
PERIODISTA/DOCENTE/POETA
para leer MÁS
No hay comentarios:
Publicar un comentario