Fotografía de Marta Bevacqua |
A Jaguit, en agradecimiento
En el campo de trabajos de la tristeza
severidad es el pan de la mañana,
cojín del dolor, cabecera en mi cama.
Me cubro de nostalgia: una manta agujereada
por donde asoman ángeles
de aliento congelado.
Afuera se bañan en belleza los brazos;
la piel desea y se broncea.
Regresaré a mi casa para la inspección nocturna,
saludaré tu partida, temblarán mis rodillas
y machacaré hasta el alba en el mortero del recuerdo
para erigir las urbes frágiles de tristeza,
cuyas murallas son ira y ansiedad.
Se cierne sobre mí, sin incluirme,
lo inasible de tu ausencia.
Mi salvación es tu salvación
aunque ambas aún estemos
en este vivo reino.
Fotografía de Marta Bevacqua |
ES NECESARIO QUE UNA HELADA
Mientras el sol sea aún bello al salir y al ponerse
y las estrellas en lo alto no dejen de tintinear para mí...
J. N. Bialik
Mi amada viajó a una tierra
blanca, extranjera,
el país de los casados.
Cuán largo fue su
viaje. Qué lejanía.
Allí trineos cruzan
la sintaxis casual
del hielo en las conversaciones,
y una campanilla eléctrica
en rítmicos destellos
suaviza el dulzor de los besos.
Dicen que ya no volverá
pero yo tiendo
a no creerlo. No aún.
Es necesario que una helada golpee en la oquedad del pecho,
que el corazón ennegrezca,
que la madera de esta viga
estalle.
Sólo entonces desistiré.
Tali Latowicki
(Hod HaSharon, Israel, 1976)
Traducción de Gerardo Lewin
para leer + en PUNTO DE PARTIDA
No hay comentarios:
Publicar un comentario