Fotografía de Vivienne Mok |
ESA MUJER
Quisiera ver la nueva casa
llenarse de colores y que ella,
la que jamás supo de soledad
de gente, se sintiera acompañada.
Ahora sabe de esa soledad, pero no
de aquella que supo pegársele de
niña: con sombra, con juegos, con
amargos vientos en las piernas, se creía
acompañada, pero era nada
más la rojiza caricia
del sol en la siesta de la chacra.
Da pena el sólo pensarlo. Ahora
anda por esos cuartos nuevos y
pone cosas aquí y allá, como si
esas cosas no fueran ella. Como si
fuéramos algo más allá de los objetos:
ese sillón arañado de gatos, las ropas
colgando desoladas en el aire del
patio, el balde de plástico abandono.
Se le llena la cabeza de las voces
del miedo, por eso apela a los juegos con
animales que le saltan y ensucian, ríe
fuerte, alto, piensa en comidas
que hará, en llamar a la radio por quejas
de todos, hace y rehace la cama
que ocupa sola.
Mientras pela redondas papas sucias
de tierra, piensa en cómo, de pronto, todo
se volvió cercano, accesible, incluso
la finitud. Más tarde, come a solas
lo que a solas concibió.
¿Será así? ¿desde ahora todo hacia abajo si
abajo es resignación y vacío y muerte?
Las luces de patios vecinos se han apagado,
ahora ellos, esposos, amantes, niños, duermen
acunados, vigilados por el insomnio
intermitente de quien teme.
Toda quien es madre espera
no estar sola un día, esto no desmiente
las noches en vela, la vida entregada,
el aturullamiento de los sueños.
Ahora,
las plantas son hijos.
(Cutral Có, Neuquén, Argentina, 1963-2014)
de Como mil flores, Hipólita Ediciones, Rosario, 2007
2 comentarios:
me encanta!!
así que gracias!!
Un poema increíble.
Besos.
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