27 de noviembre de 2013

Inmaculada Mengíbar, ¿No se te olvida nada?



(*)



¿NO SE TE OLVIDA NADA? 

Desayunar croissants en hoteles de mil 
estrellas. 
Despertar 
viendo el mar a través de palmeras 
inmensas, 
buscándonos después de habernos 
sumergido 
en nuestras propias olas 
y volver a la orilla entre risas de sol y zumo de 
naranja 
empapados de besos. La droga de vivir 
pendiente de la droga que era tenerte cerca 
(aunque pensar en ti 
fue también una forma de tenerte conmigo 
durante tantos años), 
el terror de los sueños a hacerse realidad 
y un miedo inconfesable a no tener excusas, 
todo parece hoy tan lejano y tan mío. 
Escapar de algo juntos hacia nunca. 
Hacia siempre. 
O dejar que el azar hiciera de las suyas
y eso nos perdiera. 
Escapar de algo juntos. 
Tener la vida entera para escondernos 
y (¿por qué no me dijiste todo esto, 
entonces?) 
tener el tiempo justo para meterlo todo 
en un poco de tiempo: 
la playa, las camisas, los paseos, los libros, 
los ratos de silencio, las caricias, las huidas, 
las trampas peligrosas donde caemos a 
veces, 
las palabras que al fin terminan 
rescatándonos, 
esos vaqueros claros, 
la cinta de Iggy Pop que te grabó tu hijo, 
los pantalones negros que te sientan tan 
bien, 
y la cena de anoche, 
el postre que pedí de nueces y de fresas, 
lo que estuviste a punto de decirme 
y callaste. 
Desayunar croissants en hoteles de mil 
estrellas. 
Despertamos 
entre un oleaje de coches que se abren 
como barcas al mar 
–la Gran Vía bebiendo el sol de la mañana– 
y un cielo transparente de agua mineral. 
La droga de vivir. 
Tener el tiempo justo para meterlo todo 
en un poco de tiempo: 
la chaqueta de cuero que llevabas 
el primer día, los planes para volver a vernos, 
el colchón en el suelo, 
las bebidas de anoche a medio terminar, 
una imagen de ti con el pelo mojado 
saliendo de la ducha, 
el tacto de tu piel todavía en mis dedos, 
los vaqueros oscuros, 
esa camisa blanca que te sienta tan bien, 
las ganas de reír en plena madrugada. 
Vámonos. Todo listo. 
¿No se te olvida nada? 
Ya en el taxi, 
Buscábamos palabras para decir adiós 
y encontrábamos besos. 
Y después, al llegar a la sala de embarque… 
Mejor no recordar el aeropuerto 
(La realidad no dura mucho tiempo.) 




Inmaculada Mengíbar 
(Córdoba, España, 1962)
(*) s/d del autor de la fotografía
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5 comentarios:

María Gladys Estévez dijo...

Un mar de sensaciones provoca tu poema. Me gustan las metáforas
Saludos

EG dijo...

Me alegra que te guste María, pero el poema no es mío (como no lo es ninguno de los que acá se leen) sino de Inmaculada Mengíbar.
Un abrazo

Ana Muela Sopeña dijo...

Bellísimo poema, Emma.

Muy interesante la poesía de Inmaculada Mengíbar.

Un fuerte abrazo
Ana

doncalavera dijo...

«tener el tiempo justo para meterlo todo
en un poco de tiempo».

¡Me ha encantado la entrada!
Ahora mismo voy corriendo a buscar más cosas de Inmaculada Mengíbar.
Gracias por tan magnífica recomendación.

Darío dijo...

Los aeropuertos... si hablaran...

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