Fotografía de Anja Niemi |
MILAGROS
VI Exorcizada
Hay un demonio que te hace puro sexo.
Tu bebé berrea por leche detrás de una puerta cerrada
mientras haces esta cosa, la haces, la haces,
indefensa, estaqueada a este hombre.
Pero luego elige a otra, a la que tienes que
incendiarle la casa, arrancarle la cabeza
o desfondarle los ojos con tus dedos.
Luego llega el terror de saber por cierto
que el eje está sesgado,
los planetas orbitan al azar.
Respiras mal, el piso ladea y resbala
tus pulmones explotan con frases soeces de otra,
y las mujeres te atrapan en sus fuertes brazos
a pesar de tus mordiscos y maldiciones. Te llevan
al sacerdote, que inicia un conjuro,
y levanta su mano, una cruz, un amuleto,
al que delante de tus ojos le sale una boca
con dientecitos resueltos. Se dispara
con salvaje delicadeza en tu boca,
jala una soga de trapos escaldantes,
tira de tu garganta, atragantándose,
una criatura alada que carboniza el aire.
Escupe y brilla, se sacude para librarse de
los palabrezos, y luego vuela.
Yaces a los pies de tu sacerdote
en un charco de su luz, ya toda suavidad.
Te extiende una mano fresca.
Y empujando a un lado a las mujeres que te sujetaban –
esas mujeres que te acariciaban
y te cantaban – empujándolas a un lado, la agarras.
Jean Sprackland (Burton, Inglaterra, 1962)
de Tilt, Jonathan Cape, 2007
Premio Costa Poetry Award, 2007
Traducción de Ben Bollig y Roberto Rodriguez-Saona
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