8 de septiembre de 2010

Jara Bedmar, Micro-relato


de la web

Ayer me acosté en una cama rara pero mi cuerpo no la notó diferente.
Borracha por el licor del cielo, el sueño me alcanzó tarde.
Y sin más, en el duermevela, dije un nombre.
Enferma de culpa te miré para comprobar si seguías dormido.
Tuve suerte. Siempre te ha costado escucharme.
Me tapé los ojos para encerrarle de nuevo y evité mostrar la resaca de mi boca.
Borré el rastro de mis lágrimas en nuestra almohada.
Y esta mañana, mientras el microondas hacía girar al café, 
daba vueltas la atolondrada idea de confesarte quién era.




Jara Bedmar 
(Madrid, España, 1980)
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4 comentarios:

◊ dissident ◊ dijo...

¿Quién eras?

◊ dissident ◊ dijo...

¿Quién eras? ¿Le importaría saberlo?

EG dijo...

uhmmm, no sé Dissortat..., creo que hay personas que prefieren no saber, y personas que prefieren no decir.

Ahora me quedo pensando en tu percepción, le diría quién era ella? o quién era el "nombre"...?

Marcelo dijo...

La confesión necesita un par de orejas, o una oreja sola, o dos que escuchen poco: preferentemente de un juez, un sacerdote o una pareja. Es decir, cualquiera que pueda condenarnos. Si no, no es confesión

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