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| Fotografía de Patty Maher |
TE BEBÍ EN EL CAFÉ DE LA MAÑANA.
Así entraste en mi cuerpo recién amanecido.
Fui respirando tu olor por la casa en la que
nunca has estado.
Subí los doce escalones como si recorriera tu
cuerpo.
Como si sobre ti avanzara.
Me acosté desnuda bajo una manta que nunca te
dio calor y que hoy me soplaba tu aliento.
Quiero meterme contigo en un avión y salir
corriendo.
Correrme contigo.
Por qué te doy besos de piedra
Por qué nos besamos secos.
Si sabes que yo beso desde el agua.
Si soy un pez.
Si yo sé que en tu boca está el cielo.
Por qué entonces tan duros los besos.
Hay un precipicio de miedo entre tu boca y la mía
entre tu mano y mi cara
entre tu cuerpo y mi boca
hay un diccionario
Si supieras las ganas que tengo
Las ganas que te tengo y lo que me gustaría
tenerte
Quiero quedarme a dormir en tus brazos
No ponerme más a de puntillas
Darte besos en el cuello
En la ropa
Amarte con todo
Meter mi mano dentro de tu abrigo que es como
una ueva quedarme dentro
Amarte
Cuidarte
Calentarte la casa
La cama
Quiero hacerte el amor y que el amor nos deshaga
Dejar de hacer
Deshacerme contigo
Tengo ganas de llamarte mío
Tengo ganas de llamarte
De amarte
Si supieras cuántas bocas
cuántas manos
cuántas veces repetí tu nombre en otros hombres
Ven
Ven y quédate a dormir conmigo
Que hace frío
Que es invierno
Y que empieza a hacerse tarde
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| Arte digital Cyril Rolando |
He querido como una loca a quien menos se lo merecía.
He dejado pasar por delante trenes que llevaban mi nombre cargadito de estrellas. Me he reído de mí cien veces.
He ganado la batalla. Ya no me tengo en cuenta. He aprendido a señalarme con el dedo. A ponerme todas las coronas. A reinar por todas.
Me imagino ya vieja, en una hamaca, rodeada de pájaros y palmeras, sin miedo a la muerte, si es que la muerte no se adelanta a las canas. Se teme morir porque se teme la vida. Se vive como si no nos fuéramos a morir nunca.
No contesto los mensajes de la gente que me odia por nada, que me acusa de estar sentada en un pedestal teniendo el suyo en su casa.
He aprendido a llamar a Dios por mi nombre.
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| Fotografía de Patty Maher |
La mujer que me habita, la que sabe,
me dice cuándo es el momento de la retirada.
Me hablan mis ancestras.
Me guían.
Y me empujan al borde de los precipicios.
- Salta! - gritan.
Y si no salto me asfixian.
La mujer que me habita sabe cuándo salir corriendo.
Sabe dónde me comen y dónde como yo.
Y me habla bajito cuando duermo contándome cómo soltar las cadenas.
Canta la loba en mi vientre canciones de salir corriendo.
Hay un tambor en mi centro que se pone a vibrar cuando llego vacía de todo,
menos de mí.
Hay una serpiente en la tierra que se despierta
y me busca cuando lo que elijo me enferma.
No hay tiempo.
Es ahora, o nunca.
Ha llegado el momento de mirar a la cara a la bruja. Y dejarle pasar.
Apartarse y morir. Morir a lo viejo. A la mentira. Lo conocido.
La mujer a medias. La enferma. La que ama a medias y vive a medias.
Y da a medias.
Y a medias se queda. Yo te muero, mujer.
Para revivirte de nuevo y darte el espacio que de verdad ocupas en el mundo.
El lugar que te corresponde.
No importa ese camino que te desaparece a cada paso que das ahora.
No importa que no veas sendero delante de ti, mujer.
Avanza a oscuras con los ojos muy abiertos!
Huele a tus abuelas!
Y date cuenta de que conoces el camino.
Porque ya fuiste antes.
Porque ya fuiste antes, mujer.
Ve, que no vas sola.
Elena Alonso - Elena del Cristo
de Viajamor 3 Uno Editorial, 2020
Lectura recomendada por Kiki Cacho
para leer + en BIBLITERAPEUTA





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