21 de agosto de 2022

Alice Carapuni, 5 poemas 5


Ilustración de Anna Vančurová

Este calor que asfixia se asemeja a tu presencia,
al sofoco de pájaros en una jaula pequeña
que entrechocan las alas por no poder besar el cielo.
A estos minutos que no hacen la hora
porque no nos funden en el mismo latido
y, sin embargo, tienen
el peso de siglos.

Pero entonces me refugio en el frescor de los cristales,
en el de los escaparates o en el del espejo de mi cuarto.
Me miro y me digo
ya no es tiempo de multiplicar el tiempo,
de hacerlo trascender, de preñarlo de semillas.
Apenas si logro aspirarlo.

La muerte es mi gran perdonadora.
Me absuelve, segundo a segundo,
de mis múltiples culpas por no haber sabido vivir;
por no haberme detenido en el remanso del sueño;
por no haber añadido mi presencia a los regalos.

                (Yo me he ido siempre
                  a cumplir con el presente
                  y el futuro de los otros.)

Y ahora,
ahora es el tiempo de enmendar mis ausencias,
de restituir los pedazos que arranqué a mi vida
y alborotar la casa con mi cuerpo.
De obedecer a mis antojos,
de no restringir mis pasos.
De no tener que ser hermosa, fuerte, inteligente;
dulce y alegre surtidora de llaves
y siempre fiel a principios ajenos.

Ahora es el tiempo de ser espléndida,
espléndidamente imperfecta, libre,
cavadora de tesoros ocultos en la noche de los versos;
relatora de leyendas antiguas
en los fogones de los hijos.

            Ahora prefiero 
            replegar las alas
            para abrazarme entera.


Ilustración de Anna Vančurová

Dijiste
               Si me voy,
jamás volverás a saber de mí.
Y creéme que no te busqué,
no pregunté,
incluso me alejé de tus amigos.
La vida es demasiado rica
para llorar por una moneda
y pretender agotar el río en un vaso
es morirse de sed.

Creíste que si no estabas
la soledad me asfixiaría;
que no resistiría en el desierto,
que me rompería el mar con sus embates.
             Nunca entendiste 
        que mis dunas dejan un sitio,
             pero no sus fuerzas;
      que el viento no las espanta,
      las alza, las hace volar
              hacia otra playa.
Y ya ves, 
              estar sola no es estar vacía.

Pensaste que por quitarme tanto
me faltaría la risa,
que el mundo apagaría su luminaria,
que el amor se vestiría de luto
Y que entonces
serías el altar al que acudiera arrodillada.
Pero mi Dios nunca fue sordo
ni mi fe es una quimera.

El arco iris está en mis ojos y,
              te aseguro,
la vida es la paleta
               de la que yo escojo los colores.

Hiciste de tus dedos 
una artillería enardecida
y de tu boca una trinchera
para proteger tus monstruos
y solo conseguiste minarte el aire,
condenarte a vivir enmascarado.

Y ahora estás 
llamando…
                    pidiendo…
No insistas.
Yo solo permito que regresen recuerdos
a los que he quitado las comillas.


Ilustración de Anna Vančurová

Yo soy el agua que mi sed reclama,
la metáfora que me hace poesía.
Soy el olvido que renueva el alma
porque sorprende el sol en cada día.

Yo penetro la piel de Dios. Yo recreo 
polvo y aliento en cada paso.
Yo soy mi roca y soy mi lava. El dueto 
del ser y el no ser, como el ocaso.

No me completas tú. No me sustentas. 
No me haces mejor ni me ensombreces.
De deudas y de haber baste mi cuenta.

Solo mi amor te da existencia.
Sin él no importas, sin él pereces.
Soy milagro y destino. Soy Eva.


Ilustración de Anna Vančurová

Elegí quedarme.
Volar bajo y hacer del nido
un edredón de sueños
para las frías noches de tu ausencia.
Elegí los ocasos violetas
para visitar el jardín 
y soltar las bandadas desahuciadas 
de mi canto.
                          Porque creí que llegarías;
                          que una gota rompería la clepsidra,
                          que en una gota
                          bebería el mar.

Y, sin embargo, 
ya no recuerdo cómo fueron
los veranos de tu abrazo
(o fue tu abrazo un sueño?)
ni por qué en ese entonces
tuve que elegir;
por qué pagué ese precio si eran gratis
los hospedajes y los vuelos.

                       No te culpé entonces
                       ni te culpo ahora.

No es que no llegaste, 
simplemente
                       te llamé con otro nombre.

                  Por eso somos
                  tan extraños.


Ilustración de Anna Vančurová

Ahí va, dicen las jóvenes, extasiadas.
Ahí va, dicen las coetáneas, carcomidas
por negras hormigas.
Ahí va, dicen las viejas persignándose
por sus oscuros deseos.

Ella camina
-frente en alto,
mirada al cielo-
conversando con los pájaros.

            Y ríe
            -Ay, cómo ríe-
            completando el arco iris.






Alice Carapuni 
(Puerto Iguazú, Misiones, Argentina)
POETA/DOCENTE/TALLERISTA/
DOCTORA HONORIS CAUSA EN ECOÉTICA/
MIEMBRO DE HONOR DE LA ACADEMIA INTERNACIONAL 
DE LA DIPLOMACIA Y LAS PROFESIONES
Lectura recomendada por Marisa Alvez


2 comentarios:

lunaroja dijo...

POESIA MAGISTRAL!
Gracias!

Alice Carapuni dijo...

Por ser luz en el tránsito; por ser puente y borrador de soledades orilladas, infinitas gracias, Emma Gunst!!!
Mi abrazo festivo también para Anna Manćurová por vestir de gala los poemas!!!
Brindo con todos, emocionada.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...