Yo me tendría que haber avivado.
Antes de sentirme viva.
Que a través de las células se transmiten cosas que vienen dentro de nosotros.
Una política.
Una ideología.
Una personalidad.
Una manera de pensar las cosas.
Yo desconfío.
Las personas no cambian.
No pueden cambiar por una simple eyaculación.
O sí.
Pero no fue mi caso.
A mí me cuesta enfrentar un ideal, no porque no lo tenga claro,
sino porque sí o sí me enfrento con un padre cuando una tiene un hijo.
Son dos luchas.
La que yo quiero transmitir y la del otro.
Que transmite totalmente al revés lo que para mí es de una manera.
Que uno se pueda enamorar de otra persona es una posibilidad.
Pero cómo se lo decís a un hijo.
Me enamoré de otra o tu mamá es una cucaracha.
Me enamoré de otra o tu mamá no lo sabe.
Me enamoré de otra o no se lo cuentes a nadie.
Ilustración de @futurepowerstation basada en una imagen de Yuko Shimizu |
MATERNAL
Martes 14 de julio de 2015
La tristeza se me va cuando veo el cuchillo.
Corto la torta para mi hijo y reparto.
Cortar es repartir y me toca un pedazo.
No como nunca.
Podría vivir sin comer.
Pero hoy me sirvo una porción y la disfruto sentada.
Con este cuchillo de filo plateado y mango azul defiendo.
Mi paz.
Mi paladar.
La paz de mi paladar.
El paladar de mi paz.
No me lastima.
Me protege.
De mí.
Voy a probar moverme con un cuchillo invisible en la mente.
En mi corazón.
En el bolsillo de la campera.
No voy a dejarme sin comida.
Una torta.
Son doce porciones de amor.
Mi hijo me regala la oportunidad de quererme.
Obra de Yuko Shimizu |
FÉRTIL
Martes 8 de septiembre de 2015
De los treinta años que tengo llevo veinte de fertilidad.
Un total de doscientos cuarenta óvulos.
Menos tres hijos.
Vi doscientas treinta y siete veces una parte de mi cuerpo irse por un inodoro
o estancada en un algodón en un tacho de basura.
A mí me llegó tarde.
A los dieciocho recién cumplidos.
No tuve susto ni nada.
Mis amigas me lo habían anticipado desde la primaria.
Mi mamá no.
Ella nunca me dijo que un hijo era la unión de lo que yo veía caer
y una célula que el varón tenía o se sacaba.
A mí eso me sigue llamando la atención.
Los colores.
Rojo y blanco.
Cuando estoy con mis hijos los veo en rosa por definición fisiológica.
No me entra en la cabeza que un charquito
y un poquito de espuma los haya formado.
Esa unión es un paisaje en una cama.
En la que mi marido ya no duerme.
Si yo dibujo no me quiero separar.
No hay desechos.
Me siento una flor boreal.
de La escuela, el castillo, Ediciones Liliputienses, 2020 |
Tamara Domenech
(La Plata, Bs. As., Argentina, 1976)
Reside en CABA
de La escuela, el castillo, El Ojo del Mármol, Argentina, 2018
de La escuela, el castillo, Ediciones Liliputienses, España, 2020
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1 comentario:
Muy preciosos y duros a la vez! Te voy a seguir en Face!
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