29 de enero de 2018

Gladys González Solís, Última noche



Fotografía de Brooke DiDonato



ÚLTIMA NOCHE

Me hablas a mí
de hombres oscuros
que llegan 
a la barra de los bares
pretendiendo beber
a costa de quienes
guiñan el ojo
en la presa equivocada
y terminan arrastrándose
hacia la puerta
tarareando cuchilladas
entre los dientes

me hablas a mí 
de hambre
cuando sólo el olor
del aceite
de los mercados
saciaba el apetito
y daban ganas de llorar
por el asco

me hablas a mí 
del miedo
de la paranoia
del terror
a entrar 
en una cabina telefónica
para esperar un automóvil
con las marcas de la muerte

no me hables
de lo que se siente
cuando te rompen el corazón
después de bajar la guardia
y el sudor
te arrastra bajo tierra
a un pozo encementado

no me hables
como si fuéramos niños
dejando migas de pan
en las calles
para encontrar el camino
a la cordura

sólo encontramos 
hoteles sucios
y malos negocios
al guardarlas en los bolsillos

déjalas ahí
para que sean alimento
de las cucarachas
que se esconden
entre las fisuras 
del concreto

no me hables
mientras bebo
no me interesa
escuchar a alguien
decir lo mismo que yo

-mirémonos
en el espejo de los licores
una conversación silenciosa-

observa a los demás
todos sienten lo mismo
un perro rabioso
les arrancó el amor
de las manos
ninguno
tuvo el valor
para mirar de frente
a la eternidad

ahora se quejan
como tú lo haces
de que nada tiene sentido
de la desilusión
del desencanto
de las formas en la cuales
se suicidarán
para vengarse

no me hables 
de segundas oportunidades
porque son
las que siempre
duelen más

si quieres
improvisamos una canción
para que todos puedan llorar
mientras reímos
sarcásticamente

si quieres
golpeamos las mesas
de esta cantina
o subimos al centro
a buscar balas perdidas
en las esquinas

porque da lo mismo
ya no queda nadie
a quien le importemos

no me hables
de hijos
de llevarme lejos
y protegerme
de mí misma

no me hables 
de la civilidad
de los trenes amarillos
de la seguridad social
del frío
que hace explotar
las tuberías

yo soy un monstruo
y esta selva
de boxeadores viejos
es mi jardín secreto
y mi familia

no me hables
de corazas
de rencores
de odios

yo
sólo tengo 
mi reputación
que es la llave 
para que las navajas
silben en el silencio
que dejo
tras de mí

no me hables
de amor
de seguirte
a otras ciudades
de conseguirme empleo
y matrimonio

yo sólo
voy detrás
de quien me siguió primero
de quien me cuidó
y me dio un lugar 
en su pobreza
de quien trincó
con sus dedos
los trozos de vidrio
de mi destilado
para que siguiera bebiendo

no me hables
por favor
que duele
tanta falsa rudeza
y los amigos van cayendo
uno a uno
enredados con la saliva

esto 
es lo que dejaste
para cultivar

esto
que te asusta
demoró años

en volverse 
tan severo
tan crudo
tan inclemente

no te acerques
muchacho

que las luces rojas
de este barrio de negros
comienzan 
a caerte encima
ya no eres invisible
cuando caminas
junto a la grasa

estas arenas movedizas
sólo son
para los que tienen
un cajón desvencijado
lleno de promesas
de la peor clase
para no naufragar

para los que arden
en el reflejo de los cristales
de un hotel
durante una tormenta eléctrica
sin saber nada
el uno del otro.






Gladys González Solís
(Santiago, Chile, 1981)
de Hospicio, Ediciones Inubicalistas, Valparaíso, Chile, 2010
y en Dejar de hacerlo (Poemas 2004-2014), BongoBooks, 2015
para leer más en: ELECTRODEPENDIENTE
y MÁS

2 comentarios:

lunaroja dijo...

madre mía... inmenso.

DenniZu dijo...

ME ENCANTA GLADYS
SOY SU FANS !!

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