Fotografía de Egor Shapovalov |
ESCONDER EL CUERPO
Se muda al desierto
para que no sigan su paso
de animal herido.
Mientras la arena la cerque
le será permitido mantener
la esperanza de la presa:
ser la única a quien se puede
no ver
ser la única a quien se puede
no ver
en el horizonte abierto.
Fotografía de Egor Shapovalov |
CUENTAS CLARAS
A veces los muertos
se hacen los distraídos
y rondan la casa
como si ella fuera
alguien poco conocido.
Entonces el más allá
inicia una especie de cuenta regresiva
y es lógico creer que ya es hora
de calcular las ventajas
del infierno y del paraíso.
Que ya es hora de ordenar
los libros y los duelos
de regar
las plantas con gesto definitivo
de irse de viaje por el mundo
como melancólica prueba
del propio
derrumbe.
Fotografía de Joel Meyerowitz |
MUJER EN EL DESIERTO
Nadie se abraza a un maniquí
aunque piense lascivas cosas
le susurre secretos
o le hable en silencio.
Nadie vive en la intimidad
con un ser extraño
que asiste sonriendo
a nuestra propia ruina
a nuestra incesante disolución.
Familiarizada con la ley de la intemperie
y con los frágiles andamios
que sostienen la memoria
lo que queda de mí me abandona en el desierto.
(San Francisco, Córdoba, Argentina, 1950)
de La casa en el desierto, Alción Editora, 2008
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2 comentarios:
Esos desiertos, que a veces regalan un espejismo...
Me gustó mucho, Miriam, no la conocía.
Besos.
Tres poemas intensos, desde su médula hasta su esencia.
Felicito a la dueña del Blog.
Un abrazo.
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