21 de septiembre de 2013

Ruth Daigon, La luna dentro


Obra de Mariana Palova 



LA LUNA DENTRO



Las mujeres saben cómo esperar.
Huelen el polvo, escuchan cómo se van apagando las ampolletas, 
y cuidan los niños
pálidos con el sueño.
Oyen el peligro
palpando las paredes, las aceras que se hunden,
y bordes de la ciudad
magullando el paisaje.
A través de largos corredores
murmuran entre sí
sobre las campanas de alarma
y cruces que se balancean,
sobre ojos amortajados y estrellas vacías
mientras que la luna dentro de ellas
da un lento, plateado respiro.

2

Ella sigue sacándolo
del fondo del Río Rojo
en acción detenida o cámara lenta
y el replay repite la escena del agua que salpica
floreciendo alrededor de sus caderas.
Corrige su zambullida,
restablece la promesa
de su forma, cada movimiento
claro en el instante de la caída.
El momento revertido,
lo rebobina
hasta donde él está quieto
sentado en la orilla.
Ahora ella se cubre la cabeza
con el cabello vuelto hasta las raíces.
Los gritos puestos en su boca
se convierten en suaves sílabas de nuevo.
Sus rajadas vestiduras son rehiladas,
la mesa puesta para su regreso.

3

Con el cuerpo extendido
permanece en atención
esperando la luz más brillante
y luego afila sus instrumentos.
Primero, los ojos sacados
para ver lo que fue visto,
las orejas probadas para oír lo que fue oído,
luego el corazón disecado
para encontrar lo que estaba perdido.
Toma tiempo cortar suavemente
el hueso y los nervios
del pasado,
cada golpe de cuchillo
una incisión de amor.
No hay entrada,
sólo penetración.
Cuando el cuerpo está
expuesto,
trepa dentro
cierra los bordes de la piel
y lentamente se cura a sí misma.

4

En su cocina, ella conoce
cada hoja roma,
asa desgastada, punta rota...
el pasado comprimido en acero.
Junto con el ruido sacramental de
tazas que chocan, labios saboreándose,
escucha el afilar de los cuchillos y machetes
que fragmentan los días en proporciones comestibles.
Diestramente en la tabla de cortar,
entrega sus diezmos vegetales
a la olla de barro, la ensalada,
el wok, tajadas y tajadas
en el corazón de las cosas.
Los cuchillos familiares la trinchan
en trozos servidos en la cena familiar.
De las sobras y los huesos
hace un caldo y se alimenta.

5

Yacía tendida sobre la mesa
entre un cántaro de leche
y una servilleta manchada. Una gigantesca
esponja barrió sus desmenuzadas partes
hasta el borde. Antes de des-
aparecer en la pala de basura,
recordó cuán simple
había sido la vida entre el tenedor
curvado y el cuchillo dentado.

6

Mil novecientos treinta fue una larga
y fría infancia acuñada en una cicatriz
y comida que llenaba media
despensa. Lamió
el muñón del lápiz e
hizo sus listas. Cada
item considerado, escrito,
borrado, reescrito
de acuerdo a lo que resonaba
en la tetera rota.
A las seis siempre
escuchaba las noticias y se quejaba
su cuerpo un vasto campo para
las víctimas de plagas, revoluciones,
guerras, cada quejido otro cadáver.
De pie planchaba, cada pasada
una preparación para el entierro,
un estiramiento de piernas,
un suavizar de rasgos,
un acto final de amor.

7

Una convención de mujeres mirando
el lente,
picnics
cumpleaños,
todo nadando en la superficie
del baño ácido...
una procesión de momentos de cartón
pobremente enfocados
con un espacio vacío
aquí y allí
como una predicción.







THE MOON INSIDE
                                     
1

Women know how to wait.
They smell the dust,
listen to light bulbs dim 
and guard the children
pale with dreaming.

They hear danger
tapping along walls,
sidewalks sinking
and edges of the city

bruising the landscape.
Down long corridors
they whisper to each other
of alarm bells

and balanced crosses,
of shrouded eyes and empty stars
while the moon inside them
takes a slow, silver breath.

                       2

She keeps pulling him up
from the bottom of the Red River
in stop action or slow motion
and replays the splash
blooming around his hips.

She corrects his dive,
restores the promise
of his form, each movement
clear in the instant of falling.

The moment reversed,
she reels him up
to where he's still
sitting on the bank.

Now, mother covers her scalp
with hair torn by its roots.
Screams sucked back into her mouth
become soft syllables again.

Her shredded clothes rewoven.
The table set for his return.

           3 

As the body's laid out,
she stands at attention
waiting for the clearest light
and then sharpens her instruments.

First, the eyes removed
to see what was seen,
ears probed to hear what was heard
then the heart dissected
to find what was missing.

It takes time to cut tenderly
into the bone and sinew
of the past,
each knife stroke
a loving incision.

There is no entrance.
Only entering.
When the body's exposed,
she climbs inside,
pulls closed the flaps of skin
and slowly heals herself.

            4 

In her kitchen, she knows
each blunted blade, worn handle, broken tip,
the past compressed in steel.

Along with sacramental noise of cups knocking, 
lips smacking, she hears carving knives and cleavers
splitting days into edible proportions.

Skillful at the cutting board, she pays her 
vegetable tithes to the crock pot, the salad,
the wok, slices and slices into the heart of things.

Familiar knives carve her into chunks served up 
for family supper. From the scraps and bones
she makes a broth and feeds herself.

            5

She lay sprawled on the table
between a pitcher of milk
and stained napkin.  A giant
sponge swept her crumbling parts
over the edge.  Before dis-
appearing into the dust pan,
she remembered how simple
life had been between the curved
fork and serrated knife.

            6

Nineteen-thirty was a long,
cold childhood wedged into a scar
and food that filled half
the cupboard.  She'd lick
the pencil stump and make her lists.
Each item considered, written, erased,
rewritten according to what jingled
in the broken tea pot.

At six o'clock, she always
listened to the news and groaned,
her body a vast burial ground for
victims of plagues, revolutions,
wars, each groan another corpse.
She stood ironing, every stroke
a preparation for the burial,
a straightening of limbs,
a smoothing of features,
a final act of love.

            7

a convention of women facing out
into the lens
picnics   birthdays
all swimming to the surface
of the acid bath
a procession of cardboard moments
poorly focused with here and there
an empty space
like a prediction




Ruth Daigon 
(Winnipeg, Manitoba, Canadá, 1923 - 
California, EE.UU., 2010) 
de Newton's Baby Press, 1997
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3 comentarios:

Mirella S. dijo...

Una extraordinaria interpretación de lo femenino.
Besos, Miriam.

Manel Muntada dijo...

Qué luna[s] más bella[s] Emma!

Diana Laurencich dijo...

Qué maravilla, cómo va describiendo lo cotidiano, casi con palabras que raspan como el cartón.
Es duro y bello. El 6 es impresionante. Gracias Emma!

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