Extraída de ACÁ |
MEJORES AMIGOS
Los hicimos
con la imagen de nuestros miedos
para llorar en las puertas, en las despedidas-
aún las más breves.
A rogar por comida en la mesa
y para mirarnos con esos ojos
enormes dolorosos,
y para quedarse a nuestro lado
cuando nuestros hijos nos huyen,
y para dormir en nuestras camas
en las noches más oscuras,
y temblar cuando truena
como nosotros en nuestros
miedos infantiles.
Los hemos hecho de ojos tristes,
amorosos, leales, miedosos
de la vida sin nosotros.
Hemos cultivado su dependencia
y pena.
Los mantenemos como recordatorios de nuestro miedo.
Los amamos
como los anfitriones sin reconocimiento
de nuestro propio terror
de la tumba-y del abandono.
Sostén mi pata
que me estoy muriendo.
Duerme sobre mi ataúd,
espérame,
con ojos tristes
en medio del camino
que hace curva más allá de la pared del cementerio.
Te oigo ladrar,
yo escucho tu aullido luctuoso-
oh, que todos los perros que yo he amado
lleven mi ataúd,
aúllen al cielo sin luna,
y se acuesten conmigo durmiendo
cuando me haya muerto.
LOS MEJORES AMIGOS
Los hacemos
a imagen de nuestros miedos
para que lloren a la puerta,
en las despedidas, o sencillamente
para pedirnos comida en la mesa,
y mirarnos con esos grandes
ojos compungidos,
y quedarse a nuestro lado
cuando se marchan nuestros hijos,
y dormir encima de nuestras camas
las noches más oscuras,
y encogerse ante el trueno
como en nuestros propios
miedos
infantiles.
Hacemos que tengan ojos tristes,
sean cariñosos, leales, tengan miedo
de una vida sin nosotros.
Alimentamos su dependencia
y pena.
Los conservamos como testigos de nuestro miedo.
Los queremos
como a los no reconocidos huéspedes
de nuestro propio terror
a la tumba: el abandono.
Agárrame la pata
pues estoy muriendo.
Duerme encima de mi ataúd;
espérame,
ojos tristes
en mitad del camino
que bordea la tapia del cementerio.
Oigo tus ladridos,
oigo tus aullidos de lamento;
que todos los perros a los que alguna vez he querido
carguen con mi ataúd, aúllen al cielo sin luna,
y se tumben durmiendo conmigo
cuando muera.
(Traducción de Mariano Antolín Rato)
Erica Jong
(Nueva York, EE.UU., 1942)
de Miedo a los cincuenta, Santillana, S. A. (Alfaguara), Madrid, 1995para leer MÁS
17 comentarios:
Como me gusta la Jong. Cuanto te agradezco que la publiques. yo no he podido conseguir sus libros de poesía . Un abrazo. Laura
Hola Emma!
Hiciste que recordara aquel poema de Manuel Benitez Carrasco, que escuche por primera vez en la voz de Cerasuolo, hace muchísimo.
http://www.youtube.com/watch?v=iRjIP8FY0fw
Casualmente, hace poco, encontré una segunda parte de esa historia, que transcribo aquí:
Por el cielo de los perros, va mi perro cojo con su muleta de plata.
Junto al cielo de los perros, un cielo lleno de acacias, y de niños y de madres y de cantos y de hadas.
Pero había un niño triste, cara de ausencia y nostalgia, siempre solo siempre serio, a punto siempre de lágrimas.
Un niño con una mano, inútil, seca sin alma.
Ay que infierno diminuto era aquella mano lacia.
Y desde su cielo el niño, siempre asomado a la tapia, miraba a mi perro cojo con una triste mirada: miraba a mi pero cojo y al mirarlo recordaba . . .
Un día en una placeta, un perro de pobre casta, una apuesta de buen tino, un silbido una pedrada . . . y un aullido que se aleja . . . y el perro, rota una pata.
¡ Que frío remordimiento sentía en su mano lacia!
Y mientras tanto en su cielo, mi perro jugueteaba, con un angelillo cojo, que era el ángel de su guarda.
Hasta que un día, jugando, llegaron hasta la tapia, donde estaba el niño triste a punto siempre de lágrimas.
Dejó de jugar mi perro con el ángel de su guarda: se quedó quieto un momento, las orejas levantadas, luego afianzó la muleta se apoyó sobre la tapia, y miró al niño, con una larga y antigua mirada.
Y el perro mirando al niño, recordaba . . . recordaba . . .
Un día en una placeta, sed y hambre de semanas, un niño la mano en alto, un silbido , una pedrada y un golpe en su pata y sangre, sangre ya en su inútil pata.
El niño por un instante, miedo y mas miedo en la cara, fría la carne y dudando, si aquella fija mirada, era olvido era perdón, o acusación o amenaza.
Quedó inmóvil esperando, ladridos y dentelladas.
Pero los perros no saben de rencores ni venganzas.
Por eso mi perro cojo, olvidando la pedrada, se echó atrás, tomó carrera, salvó de un salto la tapia, y agachando las orejas, y amansando la mirada y multiplicando mimos y abanicando palabras, con los ojos, con los dientes, con el rabo, con las patas, empezó a lamer la mano, inútil, seca, sin alma.
La lengua del perro fue para aquella mano lacia, como un reguero de vida, como un reguero de savia.
Y el niño sintió, que gozo, que en la mano le brotaba, como un arroyo de vida, como un arroyo de savia y que los tendones muertos de pronto resucitaban.
Satisfecho del milagro, rabo alegre, orejas gachas, regresó el perro a su cielo, pura cojera de gracia.
El niño le dijo adiós. Y al despedirlo lloraba, abanicando en el aire, la mano resucitada.
Y el perro le dijo adiós, con la muleta de plata.
No tengo perros pero es un animal que me conmueve tanto... Qué bien devela EJ el misterio de nuestro vínculo con ellos. En un libro de Kundera (La insoportable levedad del ser) hay un pasaje que me gusta mucho sobre la calidad del amor que establecemos con los perros y que sería mejor (no mayor) que el que creamos con un otro, humano(lo transcribí en la Luna). Si leíste la novela seguramente recordarás a Teresa y Karenin... La despedida tan amorosa de ella y su pareja, Tomás, al perro que los acompañó por años, es desgarradora... y reparadora, al mismo tiempo.
Muy lindo, Emma, un beso
Hace tiempo no pasaba por aquí, qué placer, como pude olvidarme de tu blog.
Un beso.
De pequeña, cuando todavía creía en dios, tenía una oración en la cual pedía por todos los perros y gatos que habían muerto y yo conocía (los perros de tíos, primos, amigos, etc.)Si lo pienso recuerdo todavía el nombre y el orden en que los iba nombrando...Con el tiempo me volví más de gatos, precisamente porque esa tristeza y esa dependencia de los perros me resulta dolorosa..Precioso poema(y el de Sinuhe resultó el perfecto complemento...)beso
Adoro a los perros, además de tener una madre perrera con la que tuve que compartir su cariño repartido. Y ese hocico me emociona, me recuerda a una perra muy loca que tuvimos, muy graciosa, que nos hizo reír juntos, que nos generó un acercamiento humano y que cuando te miraba parecía entenderlo todo!
Me llevo la imagen hoy, me da mucho amor verla :)
Besos a todos!
Pura, purísima poesía.
Soy amante de los animales.
Un poema hermoso.
abrazo.
sería aun menos de lo que soy sin ellos. el poema me hace llorar. de impotencia (quisiera entrar en ese reino), de ternura (sin ese reino que me mira sin hacerme preguntas, no podría vivir). me consuela pensar que ellos se irán primero (aquí sí, con ellos quiero creer en la estadística) y que entonces nunca estarán solos. en cuanto a mí, yo quiero deshacerme cuando me toque, ser ceniza y huesitos, y mezclarme con sus huesitos y cenizas; que no se acuesten sobre mí, que nos mezclemos hasta borrar todos los nombres.
tu casa es un perro.
Bruja Roja 62, encontré un par de poemas más, pero no tengo los libros, así que, a esta altura debo decirte que "es lo que hay"...ya los voy a subir para que los leas.
Un abrazo
Qué belleza Sinuhe!!! Gracias, gracias, gracias!!!
te saludo con mi mano lacia levantada!!! :)
Betina Z, leí hace muchos años el libro de Kundera, levemente recordaba lo que contás y me trajiste de golpe todo a la memoria...un abrazo
Hermes D...no lo sé!!! ;)
Es tu casa, volvé cuando quieras.
Abrazo.
Vera, cuando murió mi perro Simón, sentí una agonía indescriptible. Aún hoy me consuelo con esa frase "todos los perros van al cielo" y como yo pienso ir ahí :))) sé que volveré a estar con él.
Besos y abrazos
Axis, mi hija y yo tocamos la pantalla y le hacemos mimos a la foto!!! esto de vivir en departamento nos está matando! sólo queremos un patio para poder tener un perro!
BESOS
Leo y Mariela! me alegra que les haya gustado... ;)
Mariel...te quiero perrera, junta y revuelta, toda entera. ABRAZO
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