15 de julio de 2012

Kate Northrop, 2 poemas 2

Fotografía de Christian Weiss

TRES MUJERES

1. Norte


Aquí las estrellas son demasiado precisas
          demasiado puras—perforan el cielo

y no tengo que mirar para saber que cada una
destella en la ventana. Una vez,

cuando vivíamos juntos
          en la ciudad, yo daba cenas;
podía mirar cosas, por ejemplo a la gente, las flores,

y un retoño era un retoño,

no una tragedia, no un volante de papel
alojado en el tiempo, y así, tragado entonces,
          olvidable. ¿Te das cuenta de lo harta que estoy

del panorama? Incluso, aquí, especialmente aquí, siempre es
mi mente la que mira,

es mi mente la que espera cualquier cosa,
          una llegada, un evento súbito,

un corte, o un llanto capaz de romper
lo incesante de todo esto. Ya veo por qué
te cansé,

pero yo también estaba cansada de mentir, Veo estos campos;
veo que no hay un arco narrativo, no hay subí, subí, subí, ni siquiera
un vos, un lugar quieto

para poner cosas. Sólo estrellas,
túneles, este mes, este cuarto—


2. Praga


Donde quiera que vaya, llevo la noche.

Soy el dolor de las flores que se abren con el crepúsculo,
dolor de pasadizos y botellas,
de gatos que desaparecen entre el seto susurrante.

Soy la cara que viste una vez cerca de la lámpara en la ventana,
—esa que casi te pertenecía,

o el súbito llanto proveniente del cuarto en el último piso
y más adentro, el ático, y luego el dolor del crepúsculo.

Donde quiera que vaya, soy adorable, y adorable,
trae fardos: dulzura, edad, noche.


3. La esposa perdida

Si tan sólo nuestra historia no fuera
          tan ordinaria: primero,

el dolor pierde su corte, su perfecta

especificidad, luego los nombres
          se disuelven, incluso aquellos que sabía para vos

y para nuestros lugares.
          Un anhelo —sin clara
definición— invade

como el olor del heno
          el cual, al ascender sobre un campo
recién segado asciende también

sobre aquellos por los que hemos cabalgado, rocío

en las borrosas montañas. Sólo la fragancia
          viaja entre los mundos. Las cosas reales

se rehúsan a ser llamadas de vuelta. Aún así es extraño,

ya no debería ser capaz
de recordarte, a vos que tan a menudo estuviste
conmigo. Adentro de la casa,

en otros países. Cuando dormía,

conocía el peso de tu pierna
          sobre la mía. Siempre había querido
estar ahí: bien

sujetada. Y esto es lo que sucede:

yo misma me he convertido en una fragancia que
          se mueve por el bosque, un cambio
—aunque sea leve— en el aire cálido y húmedo.


If only our story weren’t
                so ordinary: first,

    pain loses its cut, its perfect

    specificity, then names
                dissolve, even those I knew for you

    and for our locations.

(fragmento)


Fotografía de Anja Niemi

AHORA SOBRE EL APARTAMENTO VACÍO

Vos en la puerta mirás hacia atrás
          y ya no estás ahí,

a pesar de que este fue el pasillo
          por el que caminaste tantas veces
pensando bueno, ¿y qué?—despierta

          en medio de la noche—

y esa es la ventana por donde el cielo se retiraba y llegaba la noche,

          por donde ingresaban con destellos,
según su horario, los aviones desde el Oeste—

          Tu mano estaba cerrando la persiana
y las mañanas, tu mano la levantó de nuevo

aunque ya no estás ahí, vos en la puerta repasando los días,
          pasando como pasa una ola, o sea

por ningún lado, ¿y ahora todos tus amantes? ¿Los reales,
          los imaginados? ¿Los tristes
y satisfechos suspiros?

            Mientras tanto,
por las tardes, ¿no había algo
          que llamaba calladamente,

algo afuera en la luz marginal,

en el vapor por el que
          las caras de los pasajeros se borraban

y parpadeaban? Esa breve
          corriente de río, insistente

bajo el estruendo del televisor, debajo tuyo también, en la superficie

llena de direcciones, con fotos & libros. Vos poblaste el lugar,
          vos en la puerta

la que mira ahora hacia atrás—sobre el pasillo, el brillo
          del piso incesante—

no podés ya estar segura

de ser en realidad la misma persona que tuvo ese cuerpo
          y en él vivió días aquí metida.




Kate Northrop 
(EE.UU., 1969) 
Reside en Pennsylvania
de Things Are Disappearing Here, Persea Books, 2007
Traducción de G. A. Chaves, 2009
su WEB
para leer MÁS
extraído de ACÁ

5 comentarios:

vera eikon dijo...

Unos poemas bellísimos, la verdad...

EG dijo...

Ay Vera...las personas que leen se están cansando de comentar...me duele el pecho!

vera eikon dijo...

No, tranquila, supongo que va a por rachas. Realmente yo los leí el sábado, pero como andaba con prisas no comenté(y a veces, cuando algo es muy hermoso, una no sabe qué decir), y ahora al volver me sorprendió no ver comentarios. Asi que probablemente como yo, que no dijeron nada tras leerlos, habrá muchos más. Pero que no te duela el pecho, no, y que si te duele sea de amor y alegría....Bicos!

vera eikon dijo...

Por cierto, el otro día precisamente vi una película en la que alguien quería fotografíar una flor que sólo se abría una vez al año, durante la noche, en medio del desierto. Y no sé, siempre tengo la sensación de que esos misterios naturales son como una metáfora de la vida(aunque no podría decir de qué, pero me encanta divagar sobre estas cosas...)

EG dijo...

No ví esa película, pero sí tengo un cactus que da una flor por temporada y dura sólo un día. En el 2010 se abrió para mi cumpleaños! :)

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...