13 de enero de 2025

Yolanda Oreamuno, No se puede hablar de un invierno...



NO SE PUEDE HABLAR DE UN INVIERNO ... 

No se puede hablar de un invierno definido, con todos sus ri­gores, refiriéndose a ese invierno. Es  más bien una localización tem­poral del frío acompañada por cientos de síntomas característicos de la estación, como viento, baja temperatura, escarchas, esporádicas y  cortas lluvias. Los pirules25, los robles y  los frutales pierden sus hojas, mas para disimular tanta desnudez vegetal, la extensa familia de coníferas, ampliamente difundida, conserva su ropaje. 

Siempre queda en algún árbol una hoja postrera, prendida a la  rama por un milagro de resistencia inexplicable, y todas las ma­ñanas, al pasar, formulamos una despedida porque tememos no en­contrarla allí al día siguiente. Es tan frágil su aspecto,  descomedida su posición, muerto su color, que no podemos explicarnos por cuál fenómeno se mantiene en su sitio invulnerable al viento, la escarcha y el frío. Simboliza el recuerdo borroso de lo que fuera en primavera y verano el ropaje del árbol; es la manifestación única de su antigua forma; la rúbrica de su linaje, el síntoma de su especie. Pese a todo lo precario que esa hoja solitaria representa, en su humildad, en su indefensión, tiene un noble elemento de fortaleza. 

Cada mañana la buscamos para comprobar en su delicado tallo o en el contorno de su cuerpecillo aterido los efectos de la intemperie, y repetimos la nostálgica despedida. Pero al verla de nuevo, inaltera­ble y sola, nos preguntamos sobresaltados si resistirá  todo el invierno allí. Tanta tenacidad anónima despierta en nosotros cierto elemento de sospecha ¿por qué resiste?, ¿irá a   permanecer a pesar de todo?, ¿para qué  su inmutabilidad?, y  nos  vamos acostumbrando a  su presencia en el árbol frente a nuestra casa. Lentamente, con la familiaridad de lo inevitable, olvidamos la hoja fiel. Una mañana cualquiera ya no levantamos la cabeza para buscarla, ni nos despedimos de ella has­ta nunca. Ha entrado a formar parte  del  paisaje inalterable, de ese paisaje permanente más allá de las estaciones y las temperaturas. Y muchos días después, casi sin pensar en ella, echamos una  mirada descuidada que nos revela su ausencia. Se fue con el viento. Ya no está.  Se fue sin despedida,  sin adiós y sin lágrima. Tampoco dejó recuerdo. Simplemente se fue.

25 Pirul o piró (Schinus molle), árbol de hojas perennes, de ramas gráciles y péndulas. 


Editorial del Ministerio de Educación Pública,
Guatemala, 1949


Yolanda Oreamuno
(Costa Rica, 1916 - México, 1956)
ESCRITORA/ENSAYISTA/NARRADORA
Editorial del Ministerio de Educación Pública,
Guatemala, 1949, cap  XIX 
Documentos LETRAS 47 (2010)

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