24 de septiembre de 2024

Franny Choi, 2 poemas 2


Fotografía de Alex Currie

EL MUNDO SIGUE ACABÁNDOSE, Y EL MUNDO SIGUE ADELANTE

Antes del apocalipsis, hubo el apocalipsis de los barcos:
barcos de prisioneros, barcos quebrándose bajo un cielo acerado, barcos que hacían brotar
cadáveres como algas en la orilla. Antes del apocalipsis, hubo el apocalipsis
de la bomba en la mezquita. El apocalipsis del taxista desfigurado
por las llamas. Hubo el apocalipsis del dejar, y del haber dejado—
de mi madre despegándose de la tumba de su madre mientras el avión
carreteaba por la pista. Antes
del apocalipsis, hubo el apocalipsis de los aviones.
Hubo el apocalipsis de los oleoductos dictando su propia ley a través del agua sagrada,
y el apocalipsis de los perros. Antes del cual vino el apocalipsis de los perros
y los camiones hidrantes. Y antes de ése, el apocalipsis de los perros y de los cazadores de esclavos
cuyos rostros brillaban a la luz del farol. Antes del apocalipsis,
el apocalipsis de las abejas. El de los colectivos. Apocalipsis de las fronteras
alambradas. Apocalipsis de los ganchos. Apocalipsis en la omisión selectiva de los libros
de texto. Hubo el apocalipsis del acuerdo
y de la máquina de gaseosa; el apocalipsis del asentamiento de los colonos y
las jarras con cueros cabelludos; hubo el jolgorio de la comida enlatada; la lluvia radioactiva;
el mártir sin un asiento reclamando un nombre. A mí me parió por un apocalipsis
y vengo a decirles lo que sé —y esto es que el apocalipsis empezó
cuando Colón agradeció a Dios y echó el ancla. Empezó cuando rebanaron
un continente para repartírselo. Empezó cuando Kublai Kan le dijo a Marco, arrancá
por el principio. Para cuando el apocalipsis empezó, el mundo ya se había acabado.
Acabó cada día por uno o dos siglos. Acabó, y otro mundo
agonizante dio vueltas en lugar suyo. Acabó, y nos despertamos y pedimos cafés a la griega,
el líquido estuoso atravesándonos los dientes, mientras por todas partes el apocalipsis gruñía,
el apocalipsis recordaba, nuestro querido, amado apocalipsis —bajó despacio
entre los árboles en torno nuestro, con tanto ruido que al final dejamos de oírlo.

THE WORLD KEEPS ENDING, AND THE WORLD GOES ON

Before the apocalypse, there was the apocalypse of boats:
boats of prisoners, boats cracking under sky-iron, boats making corpses
bloom like algae on the shore. Before the apocalypse, there was the apocalypse
of the bombed mosque. There was the apocalypse of the taxi driver warped
by flame. There was the apocalypse of the leaving, and the having left—
of my mother unsticking herself from her mother’s grave
as the plane barreled down the runway. Before
the apocalypse, there was the apocalypse of planes.
There was the apocalypse of pipelines legislating their way through sacred water,
and the apocalypse of the dogs. Before which was the apocalypse of the dogs
and the hoses. Before which, the apocalypse of dogs and slave catchers
whose faces glowed by lantern light. Before the apocalypse,
the apocalypse of bees. The apocalypse of buses. Border fence
apocalypse. Coat hanger apocalypse. Apocalypse in the textbook’s
selective silences. There was the apocalypse of the settlement
and the soda machine; the apocalypse of the settlement and
the jars of scalps; there was the bedlam of the cannery; the radioactive rain;
the chairless martyr demanding a name. I was born from an apocalypse
and have come to tell you what I know—which is that the apocalypse began
when Columbus praised God and lowered his anchor. It began when a continent
was drawn into cutlets. It began when Kublai Khan told Marco, Begin
at the beginning. By the time the apocalypse began, the world had already ended.
It ended every day for a century or two. It ended, and another ending
world spun in its place. It ended, and we woke up and ordered Greek coffees,
drew the hot liquid through our teeth, as everywhere, the apocalypse rumbled,
the apocalypse remembered, our dear, beloved apocalypse—it drifted
slowly from the trees all around us, so loud we finally stopped hearing it.

Fotografía de Alex Currie
CÓMO DEJAR IR AL MUNDO

Hay un documental sobre cambio climático que se llama Cómo dejar ir al mundo, y sam pregunta, ¿tirándome de un edificio?

Entre la creciente lista de promesas que no puedo hacer a mis amigxs: ya se volverá más fácil. Vas a salir de esta. La lealtad de la gravedad, de los sonidos de la mañana. Si tan sólo te quedaras.

*

Cuando salgo a la calle es casi como si fuese a durar: borrón anaranjado aplastado contra el cielo. Los coches siguen los linajes habituales ida y vuelta del trabajo; mientras, tres adolescentes se juntan felices en la vereda.

No sé cómo hacerlo: sostener sus caras entre mis manos y contarles lo que les espera. Cómo enseñar a cualquiera de nosotrxs a seguir esta canción, hacia qué oscuridad.

*

Cuando el desastre advenga, algunos de nosotrxs subiremos al techo para dirigirnos a los espíritus. Algunos estaremos en la línea de fuego. Algunos recogeremos las astillas, pasando la lengua por el suelo.

*

Entre la creciente lista de cosas incesantes: adolescentes juntándose felices en las veredas. El estupor de un cielo cítrico en mitad del invierno. El modo en que una frase puede enganchársete a los labios semanas enteras. Una vez, sam anduvo todo el día murmurando, ¡Alma, digo!, y lo hizo, lo hizo.

*

A falta de una mejor traducción para mi pena, digo, verde, verde, verde, hasta que se enfría lo suficiente para adentrarme en ella.

*

Sostengo la cara de mi amor entre mis manos, le digo que lo extraño. Le digo, te extraño como extraño los árboles.

Con esto quiero decir, ¡Mirá! ¡Acá están los árboles! Está todo el mundo afuera, querido: verdes son mis manos, espíritus entre las paredes —todo el mundo está esperándonos.


Franny Choi                                                                                                      (Massachusetts, Estados Unidos, 1989)                                                de The World Keeps Ending, and the World Goes On, HarperCollins, 2022                       Traducción de Mariana Spada                                                                                                    Leído en PERIÓDICO DE POESÍA

 

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