Fotografía de David Chambon |
REGULAR Y REFLEXIVO: EL VERBO "SALVAR"
¿Qué nos salva?
¿Qué nos salvará?
¿Qué debe ser salvado?
¿Quién debe ser salvado, quién no?
¿Para qué salvar algo, nada, nadie?
Salvar, ser salvado, salvar-se, salvar-nos, salvar-los…
Miles y miles y miles de tumbas clandestinas, ríos fervientes de cadáveres innumerables
que no fueron, ni son, salvados,
porque no hay modo en que conjugue para ellos la acción de salvar,
o la de su sinónimo, rescatar.
Ni tampoco tiempo, no hay tiempos verbales que puedan contener tanta anónima multitud
que no son yo, ni eres tú, ni es él,
ni nosotros, ni vosotros, ni ustedes, ni ellos.
Habría que inventar otra categoría para nombrar a quienes el idioma no sabe,
o no quiere nombrar, o empezar a erradicar verbos que apestan por arrastrar
tantos restos humanos esparcidos,
millones de accidentes que aniquilan el sentido de la pretenciosa palabra
que tanto aspira a decir…y no puede, no sabe, no quiere…
Si los números de Caparrós* son más o menos precisos,
(Yo matemáticas no entendí nunca)
entre ocho y diez personas mueren cada medio minuto en este mundo,
de hambre, o de causas vinculadas al hambre…
(El que sabe multiplicar que lo haga, para ver cuántos en un día,
en un mes, en un año…o que no lo haga, total, para qué)
La balanza que equilibra la vida y la muerte
hace mucho que está descalibrada,
o tal vez fue arrasada hace milenios con mazas de piedra, y sus preciosos restos,
bombardeados milimétricamente hasta el último registro, ayer, o el mes pasado,
y aún no lo sabemos, porque, por cada uno de nosotros que, a salvo,
lee ahora esto,
a cuántos les estamos enterrando la cabeza en el barro,
en inmensos conglomerados humanos, sin agua potable ni cloacas,
para que ya no respiren,
para que dejen de respirar,
para que se dejen de robar el aire, que es todo nuestro.
El verbo “salvar”, regularmente reflexivo, si es que alguna vez supimos pensar.
Ahora la razón se ha suicidado, hace ya mucho tiempo.
¿Tiempos, modos, categorías?
Explotaron todos los sentidos, el lenguaje atrasa, ha cambiado la referencia,
eso que ya no sabemos cómo decir.
*Caparrós, Martín, El Hambre, Ed. Anagrama, 2015
Fotografía de David Chambon |
SOBRE APRENDER...
Nunca supe tanto como cuando no sabía nada.
Cuando, con breve vida,
me sentaba en el campo a mirar el cielo y los insectos,
cada eléctrica patita temblando en el aire,
cada exacta, pequeñísima alita transparente.
Cuando mordía y saboreaba los tiernos brotes de la tierra
y pintaba, con flores deshechas y barro,
mi cara estremecida o mis manos indefensas.
Nunca conocí tanto, tan desde dentro, el mundo.
Un alma apenas crecida,
abriendo todos los sentidos,
como las corolas, que entregan a la luz,
sus tibios colores.
Nunca, nunca supe tanto, aunque no pudiera decirlo entonces.
Después,
vinieron las palabras escritas,
con su orden y preciso laberinto
y los números, con sus cargas de artillería
y sus delineadas escuadras, en minuciosa preparación para la batalla.
Fueron, a su modo, pesadas puertas de acero
que encadenaron la realidad,
y, después, ahora, único camino posible para transitar
entre las trincheras empapadas de sangre
y la lluvia de balas en que se ha transformado el mundo.
(Coronel Moldes, Córdoba, Argentina, 1969)
Reside en General Deheza
POETA/PROFESORA DE LENGUA Y LITERATURA
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1 comentario:
Muy buenos poemas.
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