Fotografía de Emma Neely |
Vivirás en una isla. Pienso en los accesos a los lugares.
Puentes, autopistas, caminos, subterráneos.
Una isla conectada. Las vías radios de corriente
sanguínea.
Llegarás por el aire, caerás hasta entramarte en las calles,
hasta tener tu puerta, hogar, escondite.
Donde vivo, un solo camino llega hasta mi casa. Un tajo
en la tierra que es fango cuando llueve.
Aquí la sangre de los muertos se seca bajo el sol y brota
de los animales que matamos para comer. No hay vías
que drenen el flujo de llegada o de partida.
Lo que vive enraíza, se aprende, se come, se entierra.
¿No es fácil aterrizar, no es así?
De volar, no sé. Sólo miro los pájaros.
Fotografía de Emma Neely |
H, me alegra tu cuerpo encuentre descanso. Un espacio
de silencio.
Practicar yoga te devolverá al eje, decís, flexibilizará tus
movimientos.
A mí me sobra silencio, no sé de mi cuerpo, siento
cuando duele o se cansan los brazos, a veces sostener un
pincel, en la misma posición, es más pesado que arrastrar
leña.
Me maravilla lo que contás de disociar, codo, rodilla,
pie, con sólo respirar.
Yo descubro mi espalda cuando clavo la azada en la
huerta, aunque no distingo, espalda y cadera, están
pegadas.
La tierra es fértil, podría alimentar varias bocas, doy
gracias.
Amo dar de comer, ¿sabías?
Respiro, sí, lo sé cuando me agito o suspiro.
Empiezo a extrañar tus cartas.
Fotografía de Emma Neely |
H, la nieve, ahora decís, es demasiada.
No conozco la nieve. Sé de la escarcha, repta, es tosca,
hace ruido.
¿La nieve cae delicada, envuelve?
La escarcha se pisa, hay que quebrarla.
¿Será la diferencia entre nostalgia y tristeza?
Caricias frías, una sobre otra, danzan confundiendo el
recorrido sobre tu piel.
Astillas trepan desde mis pies, los detienen ante un
paisaje nítido.
¿El frío tendrá distintas formas? La nieve nunca llega a doler, ¿o sí?
La escarcha abre heridas que el tiempo no cierra, sólo
fortalce los callos.
¿Son suaves tus manos?
Fotografía de Emma Neely |
H, mi útero está seco, no sangro. Es como si un cuarto
vacío supiera nunca más será habitado. Quietud de un
nodo compacto, irrigado, vivo, pero inútil.
Me acuesto en la cama, meto una mano debajo de la
pollera y palpo. Alguna vez sentí la dimensión de esas
paredes flexibles.
En aquella cama de hospital, cubierta tan solo por una
sábana, mientras esperaba una enfermera trajera a mi
hija después de los primeros controles médicos. Pude
tomarlo en mi mano, del tamaño de una manzana,
jugoso latía, como quien practica un movimiento
gimnástico. Se contraía, se relajaba, buscaba su sitio
después del parto. Sentí la ausencia, no escuchaba aún el
llanto, como tampoco sentía su cuerpo dentro del mío.
Me habían vaciado. Pero el útero me decía, vivo, estoy
aquí, yo que me esparcí, me muevo.
Cómo será la vida, esa vida en mí, en el centro exacto de
mi estatura. Imagino la aridez y me asusta se extienda,
que arrase mis huesos, como un zonda, pero no, el útero
se ha vuelto piedra, un saco vacío, silencioso, al que no
puedo dejar de escuchar.
El útero se ha convertido en mi casa, donde me encierro,
como si otra vez pudiera entrar por mi propio ombligo y
esperar.
No sé por qué te cuento esto, será el invierno, no sé.
Entre nosotros, anacronismos. ¿Cómo podrías orillar
lo que en mí se repliega? Cómo, si vos estás regando las
flores de tu balcón. Será el respeto por las estaciones, o
por la dignidad del jazmín que aún perfuma.
ph Alejandra López |
Raquel Cané
(Santa Fe, Argentina, 1974)
POETA/ESCRITORA/ILUSTRADORA/
DISEÑADORA GRÁFICA/ARTISTA
DISEÑADORA GRÁFICA/ARTISTA
para leer una nota en: LA CUENCA SANTAFESINA
en: CORREO DEL LIBRO
1 comentario:
El poema del útero es sobrecogedor. El que más me ha gustado!
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