20 de diciembre de 2016

Glauce Baldovin, 3 poemas 3 (II)



Fotografía de Thomas Dodd

IX

Después de vivir juntos se deshizo lo hecho.
                                                                   Mucho nos había costado.
Cuestan las llamas del amor.
Las brasas del amor dejan una alfombra gris
                                               donde nuestras huellas no se marcan.
La ceniza es un gato gris. El gato maúlla y alucinado
                                                                             convoca a la niebla.
La niebla cae y cubre el gato, cubre las cenizas.
Pongo las manos en la niebla y ahí está el amor. Trizado.




Fotografía de Antonio Palmerini
X

Grises las calles, desnudo el granito, la ciudad vacía.
Es el invierno.
Cualquier día de Junio es el invierno.
El dice Junio y Junio y el invierno me anudan la sangre.
Y mi amor naufragando en su sangre. Mi pobre barco
                                                                     navegando en su sangre.
Su sangre gris, su sangre quieta, su sangre fría.
El dice, es el invierno.
No culpo al invierno. Sobre el vidrio de la ventana empañado
con mi aliento escribo: estoy triste, estoy triste.
A través de las letras las frígidas estrellas titilan.

El desamor es Junio. Junio es una larga noche de invierno.
La soledad es el invierno. La soledad me cubre
                          como un gran manto, como una nube de plomo.



Fotografía de Antonio Palmerini
XV

Estoy tendiendo la cama, alisando las sábanas.
Un rayo de sol entra por la ventana, me resbala
                                    por las manos y cae al suelo, bajo el ropero.
Me detengo a mirarlo. A mirar el sol. Y cuando subo
                   la vista veo una mujer que me llama desde el espejo.
Me acerco al espejo. La mujer soy yo: Martina. La mujer
                                              mueve los labios, entrecierra los ojos.
Caen dos lágrimas por el espejo y cuando quiero secarle
                         las lágrimas, cuando quiero secarme las lágrimas
ella lanza un grito, retrocede, me da la espalda y huye.

El espejo queda vacío, y yo frente a él, sola.





Glauce Baldovin 
(Río Cuarto, Córdoba, Argentina, 1928-1995)
del Libro de María Libro de Isidro, Ediciones Argos, 1997
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2 comentarios:

Susana de Zazzetti dijo...

grandiosa.sublimiza la poesía. toda su obra transita el dolor. un orgullo cordobés. susana zazzetti.

EG dijo...

Así es Susana, la leo y la releo y todo me gusta.
Un abrazo

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