La busqué, sí, pero no para hacerle daño,
sino para saber qué escondía entre las piernas
sino para saber qué escondía entre las piernas
que vos adorabas tanto.
Qué era lo que te hacía suspirar con tanto dolor
cuando el día te sorprendía en mi cama.
La busqué para verla cara a cara, y medir sus agallas,
y la flor ponzoñosa de sus pechos que gobernaban
tus voluntades,
tus voluntades,
la perla negra de su saliva que quemaba tu orientación.
La busqué para preguntarle sobre sus modos de amarte,
para aprender los nombres con los que te llamaba,
la busqué porque la odiaba,
la busqué porque la odiaba,
porque me recordaba lo yermo que era nuestro sexo,
La busqué para saber su nombre y comparar su piel
con la mía
y para obligarme a cambiar y ver nuestra historia
sin engaños.
La busqué para que me enseñe la manera en que te
cocinaba
y los desayunos que te preparaba.
La busqué para mirarla a los ojos,
para que supiera que también estaba yo del otro lado.
La busqué y la encontré y ostentamos las dos nuestros
derechos
sobre lo que creíamos que era nuestro.
La encontré con su vientre lleno de lo que habías
derramado,
en esa casa de barrio decorada con mal gusto,
su título de abogada como un blasón dignísimo.
La encontré desabrigada, con su pelo pálido atravesado
de luz
y su fragilidad de hembra que no conoce el mundo.
La encontré transparentada por una soledad que también
era la mía,
después de haberla buscado sobornando amigos,
suplicando datos.
La encontré y me vi tosca, desde la planta de los pies
a la frente,
y supe que nada de lo que hiciera podría
hacer que el rumbo de tu mirada volviera a mi casa.
Mi olor de prostituta no se llevaba bien
con tu pálida familia.
La encontré y sentí pena por las dos,
pero sobre todo por ella, porque cuando vea el rostro
de su hija,
recordará al hombre que arruinó su juventud
con las mismas promesas que le hizo a una travesti
tercermundista.
con la mía
y para obligarme a cambiar y ver nuestra historia
sin engaños.
La busqué para que me enseñe la manera en que te
cocinaba
y los desayunos que te preparaba.
La busqué para mirarla a los ojos,
para que supiera que también estaba yo del otro lado.
La busqué y la encontré y ostentamos las dos nuestros
derechos
sobre lo que creíamos que era nuestro.
La encontré con su vientre lleno de lo que habías
derramado,
en esa casa de barrio decorada con mal gusto,
su título de abogada como un blasón dignísimo.
La encontré desabrigada, con su pelo pálido atravesado
de luz
y su fragilidad de hembra que no conoce el mundo.
La encontré transparentada por una soledad que también
era la mía,
después de haberla buscado sobornando amigos,
suplicando datos.
La encontré y me vi tosca, desde la planta de los pies
a la frente,
y supe que nada de lo que hiciera podría
hacer que el rumbo de tu mirada volviera a mi casa.
Mi olor de prostituta no se llevaba bien
con tu pálida familia.
La encontré y sentí pena por las dos,
pero sobre todo por ella, porque cuando vea el rostro
de su hija,
recordará al hombre que arruinó su juventud
con las mismas promesas que le hizo a una travesti
tercermundista.
Camila Sosa Villada
(La Falda, Córdoba, Argentina, 1982)
ACTRIZ/POETA/CANTANTE
de La novia de Sandro, Caballo Negro editora, 2015
para leer un artículo sobre su carrera en: LA REVISTA DEL CCC
(La Falda, Córdoba, Argentina, 1982)
ACTRIZ/POETA/CANTANTE
de La novia de Sandro, Caballo Negro editora, 2015
para leer un artículo sobre su carrera en: LA REVISTA DEL CCC
1 comentario:
espectacular!!!
me encanta!!!
muchos besos guapa! y como siempre: gracias por compartir estas joyas!!
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