Fotografía de Noah Kalina |
Que tus ganas de ir se conviertan
en ojos secos rodando
en busca de un horizonte
con montañas.
Que el serrucho negro de la tarde muerda
la grieta que separa tu cielo
de mi tierra.
Ojalá y se te disuelvan las avenidas
bajo las luces doradas
y que las fachadas de las casas vayan marcha atrás
en tu ventanilla.
Que por la ventana saques el brazo para cachetear las estrellas
muertas
y que jamás puedas desengancharlas
del techo gris
de la ciudad.
Que los semáforos se nieguen a mirarse en tu parabrisas;
que cuando llegues a tu casa descubras
que sobre las terrazas te crecieron mil tanques negros de agua
entre un sembradío
de antenas viejas.
Te van a brotar las palabras faenadas frente a los ventiladores
cada vez que veas mis zapatos muertos
bajo la cama.
Y el suelo de cada plaza que pises
se volverá alfombra
de palomas.
Cuando partas el pan y se te ahoguen los dedos en la miga
vas a pensar en un árbol
podado a besos
de alquitrán.
En nuestras mil calesitas.
A mí tal vez ya no me sisee el gas cuando destape
las botellas,
pero a vos.
A vos cada suspiro te va a doler como limón
sobre el tajo.
Soy yo el que deja fantasmas
sobre las perchas,
soy yo el de las aceitunas muertas
en la puerta de la heladera,
el de la luz quemada en la visera
de los botiquines,
el que deja pinturitas secas,
pinceles de piedra,
arañas
de cartapesta.
Si me voy no vuelvo.
Llega un momento en la vida
en que la gente como yo
olvida irremediablemente
cómo regresar.
su blog: PEINATE QUE VIENE GENTE
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