16 de abril de 2014

Irene X, Cuéntame tu noche a noche


Fotografía de Hellen Van Meene

CUÉNTAME TU NOCHE A NOCHE

Una noche no dormí y me di cuenta de que nunca viviría en esa ciudad, como un niño al que le han convencido de que mancharse de barro no está bien.

Recordé, y toda la vida empezó a carecer de sentimientos. Ya no tenía sentido antes, por eso se usa siempre el pasado para decirlo, aunque lo hagamos en presente. 

Cada vez que me despierto, alguien dice; buenas tardes. Y sé que he vuelto a llegar demasiado impuntual al día a día que nunca tendré. Impuntualidad también es llegar pronto, impuntualidad es no llegar en el momento. La impuntualidad y la soledad son exactamente lo mismo; sitios vacíos en los que esperas que haya alguien esperando.

A veces fantaseo con ciudades de tráfico vacías, que deambulo cuesta abajo, sola. Bajo la atenta mirada de alguien que no está en dicha ciudad. 

Y descarto llamarte mi vida, porque tú vales mucho más que este desastre. Desciendo la avenida que me invento, desnuda,  y suena una canción mientras yo imagino un funeral. 

Asumo que me muero. Y descarto llamarte, mi vida. 

Elegimos los invitados de nuestras bodas, pero son ellos los que eligen estar o no en tu entierro.  Me muero de pena, no necesito más pruebas. No me pasa nada.

Nos hace tanta falta el amor que, cada vez que follamos, lo hacemos; por si el hambre o las ganas de comer un domingo.  Sección de congelados, de muertos de frío, de sucedáneos de primera. 

Ya nunca nos despedimos si nos vemos por la calle, ya nunca pasamos a abandonar. 

Tenemos toda la vida por delante. Y el futuro es un ejército armado mirándonos de frente.

He contado todas mis historias: 17.893. 

Finales felices: 0
Finales: 0
Felices: 0

Imagínate el número de víctimas por metro cerrado los sábados de invierno, no quiero vivir.

No tengo heridas abiertas; son puertas mal cerradas, en las paredes de mi cabeza. Cómo no me van a doler los portazos, todo este viento de palabras en una jaula con paredes lisas.

Sólo la gente que tiene un botiquín, dentro de un costurero, me puede hablar del dolor. Que nadie vuelva a hablarme de cicatrices si no ha tenido que quitarse un cuchillo de sus propias manos. Si no ha tenido que curarse, un par de veces, de sí mismo.

La distancia es necesitar volver a casa estando en casa. 
Una casa con vistas a una casa en ruinas. Una ventana con vistas a mí.

El romanticismo es una niña de tres años llamando a su madre porque se ha caído. 
No hay grito más grande, ni activación de la ayuda más rápida. 
Y así es como siento que me llamas
y así es como siento que voy

pero me despierto sin haber dormido y no he cumplido ninguna promesa, imagínate qué desconsuelo con los sueños.

En realidad, no somos de mundos tan diferentes. El problema es que somos del mismo, y es un pañuelo lleno de lágrimas. 

Llevo todo este simulacro de vida pidiendo que me comprendan.

Que me comprendan de la cabeza a los pies, como una ciudad comprende sus miles de habitantes muertos. 
Que me habiten, edificada sobre mi cementerio indio, sin mudarse a otra casa en la que las baldosas no hagan ruido. 

Supongo que es mucho pedir, que me tengo que conformar con tener. 
Bastante tengo con lo que no tendré nunca.

Desde esta habitación de persianas bajadas, donde escondo los cuerpos y los pedazos,  puedo imaginarme el paisaje y no ver la realidad. 

Los médicos llaman trastorno a cualquier ausencia y yo llamo desesperada a cualquier recuerdo que no contesta. 

Son demasiados años, te habrás dado cuenta de que no he crecido. Sigo siendo una niña interior, ojalá no se olviden de dónde me llevan.

Me ahogo en una piscina de bolas, sonrío. 

Sonrío, como aquel que puede prometerte el cielo; pero no que no llueva.
Me ha pillado una tormenta de piedras, y he vuelto a llegar a casa empapada en sangre; pero sigo contando contigo, por la teoría inútil de venir de letras.

O porque sola no sé sumar derrotas
O porque lo único que no sé restar
son importancias. 

Una noche no dormí y me di cuenta de que nunca viviría en esa ciudad. 
Como una niña a la que le han convencido de que está despierta
en mitad de una pesadilla.





Irene X - Maggie Stonem - 
(Zaragoza, España, 1990) 
Reside en Salamanca
su blog AUTOCRÍTICA
para leer una ENTREVISTA
TWITTER



3 comentarios:

Diana Laurencich dijo...

Qué bueno...me voy a leer la entrevista! Gracias Emma!

Mirella S. dijo...

Sin concesiones, qué manera de hundirse en las propias profundidades.
Me gustó mucho, Miriam, también leeré le entrevista, me interesa esta autora.
Besos.

EG dijo...

Diana/Mirella: disfruto muchísimo de descubrir(me) estas mujeres que escriben tan pero tan bien de igual manera que sufro por lo que escriben y cómo lo hacen. También me angustia ser consciente de todas las que me estoy perdiendo por falta de tiempo y de recursos...en fin. Me alegro que Irene X las haya entusiasmado tanto.
Abrazos

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