2 de diciembre de 2012

Anabel Torres, Medias nonas


(*)


MEDIAS NONAS

Este título no ha tenido mucha acogida.
Después de un sondeo de opinión
he constatado que lo entienden con más facilidad
las mujeres
siempre y cuando no sean demasiado ricas o modernas.

Existe la esperanza en el fondo de cada mujer
de que a una media nona
le puede aparecer en cualquier momento la compañera,
pero la vida también nos ha demostrado
que ello es poco probable.

Las medias nonas gozan de gran popularidad entre las mujeres
sobre todo para las cosas que hacemos sin los hombres,
cuando ellos se van a estudiar o a la oficina.
Sirven para introducir la mano y sacudir el polvo,
esparcir cera, brillar muebles, guardar sueños, hacer traperos.
Sirven para lustrar zapatos, limpiar barbillas de bebé,
ocultar joyas o cartas de amor.
Sirven para recoger y donar a las monjas
que hacían y todavía puede que hagan preciosidades con ellas.
También para llevar cubiertos a un paseo de olla
o huevos duros.

Los únicos dos usos públicos que se conocen
de las medias sueltas
han sido registrados en su mayoría por hombres. Más espectaculares,
están documentados en cine, en videos y en la televisión:
llenas de arena o piedrecillas
son una cachiporra mortífera.
De nylon, sirven para atracar bancos y no ser reconocido.

Las medias nonas son misteriosas, útiles, versátiles,
de colores vistosos o suaves.
casi siempre son las más nuevas, las más bonitas,
las más finas, las más abrigadas,
las traídas de Escocia o Noruega,
las irremplazables.

Les dedico, pues, este libro
a mis amigas mujeres,
muchas de las cuales – yo incluída –
cada vez más tenemos menos miedo
de quedarnos sin pareja
con la confianza de que mis amigos hombres
se harán, con el correr del tiempo,
tan aficionados a las medias nonas como nosotras.



Anabel Torres 
(Bogotá, Colombia, 1948)
POETA/TRADUCTORA
de Medias nonas, Editorial Universidad de Antioquia, 
1º ed.  Medellín, Colombia, 1992
para leer MÁS
(*) s/d del autor de la fotografía

2 comentarios:

Darío dijo...

Sin media nona, sin media naranja.

EG dijo...

Debe haber alguna manera de conciliar las necesidades y los cambios, algunos (pocos) lo van logrando.

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