16 de noviembre de 2011

Miyó Vestrini, Testamento


(*)
TESTAMENTO

Te preguntan,/
¿a quién dejarás tus cosas cuando mueras?/
Entonces miré
mi casa/ 
y sus objetos/
no había nada que repartir,/
salvo mi olor a rancio./
la rata./
Ésa que permaneció hostil y silenciosa,/
esperando que ocurriera./
Inútil darle de comer/
y suavizar su cama con jabón azul./
La esperé cada
noche,/
ansiosa de ver cómo sus largos bigotes/
dejarán de esconder los
dientes puntiagudos y depredadores./
Allí estuvo,/
mirada astuta/
y silencio de esfinge,/
esperando que mi sangre corriera./
Vana espera./
La muerte llegó de adentro/
por primera vez, calmada y definitiva./
Escribí en la pared su nombre,/
para que el último golpe de sol,/
a eso de las diez de la mañana,/
pusiera sombra en mi testamento:/
“La rata no permitió que viera la primavera”./
Después de muerta/
hice la lista./
Una cena en el mejor restaurante/
para Ángeles y Carlos./ 
Mis libros, mis inéditos guiones para José
Ignacio./
Mis sueños para Ibsen./
Mi tarjeta Abra para Ybis./
Mi carro para Alberto./
Mi cama matrimonial para Mario./
Mi memoria para Salvador./
Mi soledad para la Negra./
Mis discos de Ismael Rivera para la Negra./
Mis poemas titulados “Granada en la boca” para la Negra./
Mi dolor de adolescente y madre, para Pedro./
Mis cenizas, para Ernesto./ 
Mi risa para Marina./
La noche anterior,/
le había dicho a Ángeles y a Carlos,/
si no puedo dormir,/
escogeré la muerte./
El pernil de cordero estaba tan sabroso/
que no me hicieron mucho caso./
Recuerdo que en una esquina de Chacao,/
ella me abrazó y le dije,/
el próximo viernes los invito yo./
Su cabello corto/
y su felicidad por habérselo cortado,/
me hizo entender que no era yo la apaciguada
madre de Carlos./
Apoyé mi mejilla sobre su hombro./
Fue algo de segundos,/
pero sentí que con la tijera sobre su melena,/
algo se había ido./
Algo que no llevaba su nombre,/
rondaba ahora las noches de insomnios y alcohol/
en el barrio de la familia./
Morirse deliberadamente,/
requiere de tiempo y paciencia./
Evocas la muerte gratuita de un hijo,/
cosa que a ti nunca te sucedió./
La pérdida de objetos/
y el silencio de una casa devastada,/
tampoco te sucedió./
El dedo feroz de un enemigo señalándote/
como un ser despiadado./
Pasa pero no es mortal./
Dos partos,/
diez abortos/
y ningún orgasmo./
Una buena razón./
El silencio de tu compañero cuando le preguntas,/
¿por qué ya no me quieres?/
¿Qué hice?/
¿En qué fallé?/
Y luego el
recorrido por aquellos espacios silenciosos/
y vacíos,/
con tu presencia encorvada,/
torpe./
Constatas que no hay jabón para lavar/
ni favor para planchar/
y a lo mejor/
esas naranjas están podridas/
Entonces recuerdas/
una terraza a las siete de la mañana,/
sobre el mar,/
y alguien diciéndote,/
le tengo miedo a las alturas/
pero te amo./
Y luego,/
el regreso a la ciudad/
la mazacumba de un hombre desnudo y alegre./
Piensas de nuevo en lo
deliberado./
No es azar./
No es venganza./
Es tu mano/ 
de palma sudada,/ 
tocando su muslo./
Remontando un poco más/
y recordando el desasosiego de
tu compañero,/ 
por la penumbra maloliente/
de tu placer./
Siempre hay un antes/
antes de morir./
Antes,/
quiero comerme unos tortellinis a la crema./
tomarme un trago de Tanqueray./
O que me abracen con manos fuertes./ 
O, como dice, Caupolicán,/
que me pongan en presencia de Maiquetía,/
la ciudad más hermosa de este país./
La deliberación entorpece la muerte./ 
Nadie,/
que yo conozca/
ha deliberado sobre su desaparición






Miyó Vestrini - Marie José Fauvelles Ripert 
(Francia, 1938 - Venezuela, 1991)
Testamento es un texto extenso  y doloroso, que dejó sobre la mesa tras su muerte. Este fragmento, así, amputado del resto y sin saber de él...parece un poema, es un poema.
Miyó nunca creyó en la importancia de su poesía (“Pienso que dejar un libro no le interesa a nadie” “(Vestrini en Díaz, 2008: 29);  “Un libro no le importa a nadie” y cuando publicó La historia de Giovanna dice: “no pasó nada” . Tampoco creyó en la trascendencia que pudieran tener los grupos de los que formó parte: “No creo que mi generación le interese a nadie” 
extraído de REVISTA ESTUDIOS
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13 comentarios:

Aka dijo...

Puuf, me ha matado, me he visto a mi mismo hace unos años en cada uno de sus versos. Me voy a dormir...
buenas noches Emma, besos

Laurel dijo...

El silencio de las respuestas cuando ya no hay amor... también me ha matado.Beso. Gracias.

Darío dijo...

Ese silencio corta.

Unknown dijo...

Me encantó.

No sé cómo lo hacés, pero lo hacés muy bien...

mondo dolce dijo...

Recuerdo una madrugada en Valle Hermoso, alguien me dijo casi el último verso...
tus tierras mediterráneas me traen buenos recuerdos!
te abrazo

Isabel dijo...

Me gustó mucho!

Axis dijo...

Ay! me dejó quieta mirando la pantalla. Triste.

Beso!

Noelia Palma dijo...

quién no ama a Miyó Vestrini?

Errata y errata dijo...

Y si este poema me hace un nudo en la garganta y me dan ganas de llorar y al final lloro, ¿vas a venir a socorrerme y a prometerme que todo va a estar bien?

EG dijo...

Si, si, hay que dosificarla a Miyó...

Debo suavizar mis lecturas...son días, después se me pasa. Un beso!

Maia, TODO VA A ESTAR BIEN

Laiseca Estévez dijo...

Es limpio,magistral,no sé... me encanta, y ese final tal certero.
Un abrazo emma

VirginiA Dsvn dijo...

simplemente, me encantó!

Susana de Iraola dijo...

Esa volcánica belleza de la soledad que lleva a la muerte. Muerte en la que seguimos solos pero no lo sabemos. Gracias

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