23 de noviembre de 2011

Kim Addonizio, Intimidad

Fotografía de Anka Zhuravleva


INTIMIDAD

La mujer que prepara mi capuchino en la cafetería—ojos oscuros, cabello rojo teñido,
cuello de tortuga negro y sin mangas—fue la amante del hombre con quien salgo ahora.
Ella no me conoce; somos extraños, y sin embargo no puedo mirarla
casualmente, como solía hacer antes de saberlo. Ella está junto a la máquina, hundiendo
la válvula
en la espuma de la leche, mirando al vacío—no sé qué es lo que piensa.
En lo que a mí respecta, ella bien podría estar recordando a mi amante, recordando lo
que sea que haya ocurrido
entre ellos—él nunca me ha dicho nada, excepto que no fue importante, y luego
cambia rápido de tema, demasiado rápido, ahora que lo pienso; ¿sería que él,
después de todo, había mentido?, ¿y no había cruzado brevemente por su cara una
expresión de
dolor? No puedo estar segura. De seguro no fue nada, me digo a mí misma;
no hay razón para sentirme incómoda aquí parada, o sentirme cómplice,
como si hubiera algo importante entre nosotras.
Ella podría estar pensando en cualquier cosa; pero, ¿por qué siento ahora la súbita
sospecha
de que ella sabe, de que ella me puede sentir mientras la estudio, mientras intento
imaginarlos juntos?—
su pintura de labios de un rojo oscuro, más oscuro que su cabello—mientras intento
verlo a él besándola, volteándola en la cama
en la forma en que le gusta tenerme. Me pregunto si tal vez
había cosas en ella que él prefería, cosas que él extraña ahora que estamos juntos;
a veces, cuando él y yo hacemos el amor, hay momentos
en los que me abruma la tristeza, y aunque estoy ahí con él no puedo dejar de pensar
en las manos de mi ex esposo, que me gustaban de un modo especial, y quisiera
regresar
a esa vieja intimidad, que a menudo se sentía como la más pura felicidad
que haya conocido, o que vaya a conocer. Pero todo eso ha acabado; y, además, ¿no
hubo otros amantes
que no dejaron rastros? Cuando los veo ahora apenas puedo recordar
cómo se veían desnudos, o cómo se sentía tenerlos
dentro de mí. Entonces, ¿qué es lo que siento mientras ella vierte el negro espresso
sobre la leche
y empuja la taza hacia mí, y yo le doy el dinero,
y nuestros ojos se encuentran por sólo un segundo, y nuestros dedos se tocan?






   INTIMACY 

The woman in the cafe making my cappuccino -- dark eyes, dyed
            red hair,
sleeveless black turtleneck -- used to be lovers with the man I'm
            seeing now.
She doesn't know me; we're strangers, but still I can't glance at her
casually, as I used to, before I knew. She stands at the machine,
            sinking the nozzle
into a froth of milk, staring at nothing -- I don't know what she's
            thinking.          
For all I know she might be remembering my lover, remembering
            whatever happened     
between them -- he's never told me, except to say that it wasn't
            important, and then
he changed the subject quickly, too quickly now that I think about
            it; might he,
after all, have been lying, didn't an expression of pain cross his
            face for just
and instant? I can't be sure. And really it was nothing, I tell myself;
there's no reason for me to feel awkward standing here, or     
            complicitous,
as though there's something significant between us.
She could be thinking of anything; why, now, do I have the sudden
            suspicion
that she knows, that she feels me studying her, trying to imagine
            them together?--
her lipstick's dark red, darker than her hair -- trying to see him
            kissing her, turning her over in bed
the way he likes to have me. I wonder if maybe
there were things about her he preferred, things he misses now
            that we're together;
sometimes, when he and I are making love, there are moments
I'm overwhelmed by sadness, and though I'm there with him I
            can't help thinking
of my ex-husband's hands, which I especially loved, and I want to
            go back
to that old intimacy, which often felt like the purest happiness
I'd ever known, or would. But all that's over; and besides, weren't
            there other lovers
who left no trace? When I see them now, I can barely remember
what they looked like undressed, or how it felt to have them
inside me. So what is it I feel as she pours the black espresso into
            the milk,
and pushes the cup toward me, and I give her the money,
and our eyes meet for just a second, and our fingers touch?




Kim Addonizio 
(Washington DC., EE.UU., 1954) 
Vive en California
de Tell Me, BOA Editions Ltd., 2000
Traducción de Gustavo Adolfo Chávez
para leer MÁS
su WEB

10 comentarios:

Errata y errata dijo...

Donde hubo fuego cenizas quedan. ¿Son importantes las cenizas?

EG dijo...

las cenizas no sirven para nada. Solo para juntarlas y tirarlas a la basura.

Pero habla de 2 mujeres que comparten el mismo hombre/amor en algún momento de su vida...

explicame lo de las cenizas

vera eikon dijo...

En cierto modo me gusta ese enfoque, como si ellas estuvieran enlazadas a través de otra piel, de la piel de él.En ese sentido el título del texto es como muy iluminador... Sin embargo también me deja cierta sensación de masoquismo por parte de la narradora. Quiero decir que en este tipo de situaciones no debemos darle rienda suelta a la imaginación, porque se pueden crear angustias donde no las hay....Besito

Isabel dijo...

Que fuerte!
Pienso como Vera, mejor ni imaginarse demasiado...
Recuerdo una vez que tuve enfrente a la ex de mi ex pareja y se me revolvió el estómago y me vinieron ganas de vomitar!! al rato se me pasó, pero no sé, algo no muy lindo me habré imaginado...

Besos.

Unknown dijo...

Se me hizo un hueco...

Leticia Ressia dijo...

Ay! de las miradas de dos mujeres que se encuentran en un mismo punto.

Saludos!

Errata y errata dijo...

Me refiero a que con un montón de cenizas no se puede construir gran cosa. Fue.

Darío dijo...

Quizá sintió lo que yo sentía, si, mientras la miraba preparar el café.

Errata y errata dijo...

¿A quién? ¿a la chica de tu chica? porque si es así, estoy segurisisisisma que no sentiste lo mismo (es chiste, no te sulfures ¿ta?).

Carmela dijo...

A dos mujeres que aman a un mismo hombre, que lo aman de verdad, les une sin lugar a dudas una cierta intimidad y complicidad, porque aman lo mismo.Lo queramos o no.
Un beso Emma

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