AUTOBIOGRAFÍA
Esa mujer que ves ahí
no tiene nada. Sus manos no saben de anillos
pero anidan mariposas,
no tiene más adorno sobre su pecho
que dos enhiestas esmeraldas,
ni más vestido que la cubra
que las huellas que un amante le dejara.
Esa mujer que ves ahí
anda desde siempre pie descalza
y no tiene pasaporte,
ni cédula,
ni esperanza,
pero le sobran caminos,
tierras profundas y lejanas,
y aunque no tiene nombre
los pájaros la llaman.
Esa mujer que ves ahí
no tiene casa...
y para cama le basta una sonrisa,
se asoma al mundo
por su única ventana
que le confirma que está viva.
Esa mujer que ves ahí
no tiene nada,
más que un gran amor en la distancia
por el que le brotan mil luceros en el vientre,
por el que se viste de luz,
por el que calla,
por el que las nubes se le incendian,
por el que las noches no se acaban.
Esa mujer que ves ahí
a veces ni siquiera sabe si en verdad existe
y entonces se convierte en frágil hierba,
o en ráfaga de viento que asustada
corre a refugiarse en tu palabra.
Aída Elena Párraga
(San Salvador, El Salvador, 1966)
de Yo me imagino ser
para leer MÁS
su BLOG
Esa mujer que ves ahí
no tiene nada. Sus manos no saben de anillos
pero anidan mariposas,
no tiene más adorno sobre su pecho
que dos enhiestas esmeraldas,
ni más vestido que la cubra
que las huellas que un amante le dejara.
Esa mujer que ves ahí
anda desde siempre pie descalza
y no tiene pasaporte,
ni cédula,
ni esperanza,
pero le sobran caminos,
tierras profundas y lejanas,
y aunque no tiene nombre
los pájaros la llaman.
Esa mujer que ves ahí
no tiene casa...
y para cama le basta una sonrisa,
se asoma al mundo
por su única ventana
que le confirma que está viva.
Esa mujer que ves ahí
no tiene nada,
más que un gran amor en la distancia
por el que le brotan mil luceros en el vientre,
por el que se viste de luz,
por el que calla,
por el que las nubes se le incendian,
por el que las noches no se acaban.
Esa mujer que ves ahí
a veces ni siquiera sabe si en verdad existe
y entonces se convierte en frágil hierba,
o en ráfaga de viento que asustada
corre a refugiarse en tu palabra.
Questa donna che vedi qui
non ha nulla. Le sue mani non conoscono anelli
però annidano farfalle,
non ha altro ornamento sul suo petto
che due dritti smeraldi,
né altro vestito che la copre
che le impronte che un amante le avrebbe lasciato.
Questa donna che vedi qui
cammina da sempre a piedi scalzi
e non ha passaporto,
né carta d’identità,
né speranza,
ma le avanzano strade,
terre profonde e lontane,
e anche se non ha nome
gli uccelli la chiamano.
Questa donna che vedi qui
non ha casa…
e come letto la basta un sorriso,
si affaccia sul mondo
dalla sua unica finestra
che segna che è viva.
Questa donna che vedi qui
non ha nulla più
di un grande amore distante
per cui le germogliano mille stelle nel ventre,
per cui si veste di luce,
per cui tace,
per cui le nuvole le s’incendiano,
per cui le notti non finiscono.
Questa donna che vedi qui
a volte neanche sa se in realtà esiste
e allora si trasforma in fragile erba,
o in raffica di vento che spaventata
corre a rifugiarsi nella tua parola.
Aída Elena Párraga
(San Salvador, El Salvador, 1966)
de Yo me imagino ser
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7 comentarios:
Que bello poema en prosa. Sobre todo eso de ir vestida con las huellas de un amante. Me sorprendés cada día, como puede sorprender un amante. Buenísimoooooooooo!!!
Precioso... he llegado a tu blog me encanto lo que lei... me impresiono el titulo del blog creo que tambien se me habria ocurrido para un blog mio... es bello y recorde unos zapatos que pinte yo y que miran el dia junto a la ventana...
Ledeska
Esa mujer que ves ahí anda desde siempre pie descalza y no tiene pasaporte, ni cédula, ni esperanza, pero le sobran caminos, tierras profundas y lejanas, y aunque no tiene nombre los pájaros la llaman....
No tengo dudas, se que los pajaros la llaman y es motivo de fascinacion
Curiyú!!! =) G R A C I A S
Ledeska...qué bueno que hayas pasado y que bueno que leas los poemas que subo. Saludos
Ro...corro a refugiarme en su palabra
Preziozo.
Muy preziozo. De amor... como me gustan!
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