Patricia Lockwood fotografiada por Pari Dukovic para New York Magazine |
EL CHISTE DE LA VIOLACIÓN
El chiste de la violación es que vos tenés 19 años.
El chiste de la violación es que era tu novio.
El chiste de la violación es que tenía una barbita candado. Una barbita candado.
Imagínense al chiste de la violación en el espejo, reflejándose y tratando de parecer más un chiste de una violación. “Ahhhh”, piensa. “Eso. Sí. Una barbita candado”
Sin ofender.
El chiste de la violación es que él tenía siete años más. El chiste de la violación es que lo conocías hacía muchos años, desde que eras demasiado chica para interesarle. Te gustaba esa palabra INTERESARLE, como si fueras un concepto que alguien querría desesperadamente adquirir, asimilar, y después escupir de diferentes maneras a través de la boca enmarcada en la barbita candado.
Después, de pronto, eras más grande, pero no demasiado grande, para nada.
El chiste de la violación es que habías tomado vino con naranja. ¡Vino con naranja! ¿Quién toma vino con naranja? La gente que quiere ser violada, de acuerdo con el chiste de la violación.
El chiste de la violación es que él era un patovica, un tipo que echaba gente para ganarse la vida.
El chiste de la violación es que él llevaba un cuchillo y quería mostrártelo y le daba vueltas y vueltas en la mano como si fuera un libro.
No te estaba amenazando, por supuesto. Es que le gustaba mucho ese cuchillo.
El chiste de la violación es que una vez casi había matado a un tipo tirándolo a través de una vidriera. Al día siguiente te contó que estaba temblando, lo que tomaste como una evidencia de su sensibilidad.
¿Cómo un concepto puede ser estúpido? Pero vos eras estúpida.
El chiste de la violación es que a veces te invitaba a una cita y te llevaba a lo de su mejor amigo Cacho y te hacía mirar videos de lucha libre mientras todos se drogaban.
El chiste de la violación es que su mejor amigo se llamaba Cacho.
El chiste de la violación es que llamaba a la lucha libre “una telenovela para hombres”. A los hombres también les gusta el drama, te aseguraba.
El chiste de la violación es que en su biblioteca tenía libros acerca de asesinos seriales. Te pareció que eso era porque le interesaba la historia, y por eso le regalaste “Mi siglo” de Gunter Grass y él nunca intentó leerlo.
Se pone más divertido.
El chiste de la violación es que él escribía un diario. Me pregunto si escribió algo sobre la violación.
El chiste de la violación es que lo leíste una vez, y hablaba sobre otra chica. La llamaba Miss Geografía, y decía que ya “no tenía urgencias cuando la miraba”, desde que te había conocido. ¡Por un pelo, Miss Geografía!
El chiste de la violación es que había sido estudiante de tu papá en la secundaria —tu papá enseñaba religión. Lo ayudaste a limpiar el aula a fin de año y él te dejó llevarte los libros más arruinados.
El chiste de la violación es que te conoció cuando tenías 12 años. Una vez ayudó a tu familia a mudarse y manejaste desde Cincinnati a St. Louis con él, solos los dos, y fue amable con vos, y conversaron todo el camino. Masticó chicle todo el tiempo y le dijiste que te daba asco y se rió y lo escupió a través de su barbita candado en una botella de Mountain Dew.
El chiste de la violación es que VAMOS, deberías haberlo visto venir. Este chiste de la violación prácticamente se escribe solo.
El chiste de la violación es que estabas boca abajo. El chiste de la violación es que tenías puesta una gargantilla verde que tu hermana te había hecho. Más tarde cortaste esa gargantilla en pedazos. Sentías el colchón de una manera específica y tu boca se sentía de una manera específica contra él, como si estuvieras hablando, pero no estabas hablando. Como si tu boca estuviera abierta durante diez años, hacia el futuro, siempre recitando un poema llamado El chiste de la violación.
El chiste de la violación es que ese momento es siempre diferente, se pone más horrible y también más habitable y acomoda tu necesidad de escapar cada vez más profundamente dentro de él.
Como el cuerpo, que más que una forma concreta es una capacidad.
Sabés que tu cuerpo es elástico, que puede aguantar mucho y que se cura rápido.
El chiste de la violación es que por supuesto había sangre, porque en los seres humanos está muy cerca de la superficie.
El chiste de la violación es que te fuiste a tu casa como si no pasara nada, y te reíste del asunto al otro día y al otro, y cuando le contabas a la gente te reías, y eso era el chiste de la violación.
Fue un año antes de que le contaras a tus padres, porque él era como un hijo para ellos. El chiste de la violación es que cuando le contaste a tu padre, él hizo el signo de la cruz y dijo: “Te absuelvo de tus pecados, en el nombre de Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo” lo cual a pesar de ser tan malintencionado también fue muy dulce.
El chiste de la violación es que te volviste loca durante los siguientes cinco años, y te mudaste a otra ciudad, y te mudaste a otro estado, y pasaste días enteros en el pozo pensando por qué había pasado. Como si fueras a mirar tu patio y de pronto ya no está ahí, y en cambio estás mirando el centro de la tierra, en donde se representa el mismo acto rojo perpetuamente.
El chiste de la violación es que después de un tiempo ya no estabas loca, pero por un pelo, Miss Geografía.
El chiste de la violación es que durante los siguientes cinco años lo único que hiciste fue escribir, y nunca sobre vos, sino sobre manzanas en los árboles, islas, poetas muertos y los gusanos que se los comen, y no había cuerpo desde el cual escribir porque se había ido a otro lugar.
El chiste de la violación es que al final es simple. El chiste de la violación es que no escribís con simpleza.
El chiste de la violación es que escribís un poema llamado El chiste de la violación, y estás pidiendo que eso sea la única cosa que la gente recuerde de vos.
El chiste de la violación es que le preguntaste por qué lo hizo. El chiste de la violación es que contestó que no sabía, y ¿qué otra cosa puede decir el chiste de la violación? El chiste de la violación dijo que VOS eras la que estaba borracha, y el chiste de la violación dijo que te acordabas mal, lo que te hizo reír muy fuerte durante un largo segundo abierto y dividido. El vino con naranja no era tinto, pero hubiera sido más divertido para el chiste de la violación si lo hubiera sido. Era blanco con Fanta naranja y lo tomaste sin hacer preguntas y confiando con el corazón de Cincinnati, Ohio.
¿Pueden ser divertidos los chistes de la violación?, esa es la pregunta.
¿Puede alguna parte del chiste de la violación ser divertida? La parte en que termina —jaja, es un chiste. A pesar de todo, soñaste con matar al chiste de la violación durante años, soltando toda su sangre y contando todo.
El chiste de la violación grita para ser contado.
El chiste de la violación es sobre cómo pasó.
El chiste de la violación es que al día siguiente te regaló un oso de peluche. Dijo que lo sentía y te regaló un osito de peluche. Vamos, eso es un poco gracioso.
Admitámoslo.
Traducción de Lucrecia Labarthe
RAPE JOKE
The rape joke is that you were 19 years old.
The rape joke is that he was your boyfriend.
The rape joke it wore a goatee. A goatee.
Imagine the rape joke looking in the mirror, perfectly reflecting back itself, and grooming itself to look more like a rape joke. “Ahhhh,” it thinks. “Yes. A goatee.”
No offense.
The rape joke is that he was seven years older. The rape joke is that you had known him for years, since you were too young to be interesting to him. You liked that use of the word interesting, as if you were a piece of knowledge that someone could be desperate to acquire, to assimilate, and to spit back out in different form through his goateed mouth.
Then suddenly you were older, but not very old at all.
The rape joke is that you had been drinking wine coolers. Wine coolers! Who drinks wine coolers? People who get raped, according to the rape joke.
The rape joke is he was a bouncer, and kept people out for a living.
Not you!
The rape joke is that he carried a knife, and would show it to you, and would turn it over and over in his hands as if it were a book.
He wasn’t threatening you, you understood. He just really liked his knife.
The rape joke is he once almost murdered a dude by throwing him through a plate-glass window. The next day he told you and he was trembling, which you took as evidence of his sensitivity.
How can a piece of knowledge be stupid? But of course you were so stupid.
The rape joke is that sometimes he would tell you you were going on a date and then take you over to his best friend Peewee’s house and make you watch wrestling while they all got high.
The rape joke is that his best friend was named Peewee.
OK, the rape joke is that he worshiped The Rock.
Like the dude was completely in love with The Rock. He thought it was so great what he could do with his eyebrow.
The rape joke is he called wrestling “a soap opera for men.” Men love drama too, he assured you.
The rape joke is that his bookshelf was just a row of paperbacks about serial killers. You mistook this for an interest in history, and laboring under this misapprehension you once gave him a copy of Günter Grass’s My Century, which he never even tried to read.
It gets funnier.
The rape joke is that he kept a diary. I wonder if he wrote about the rape in it.
The rape joke is that you read it once, and he talked about another girl. He called her Miss Geography, and said “he didn’t have those urges when he looked at her anymore,” not since he met you. Close call, Miss Geography!
The rape joke is that he was your father’s high-school student — your father taught World Religion. You helped him clean out his classroom at the end of the year, and he let you take home the most beat-up textbooks.
The rape joke is that he knew you when you were 12 years old. He once helped your family move two states over, and you drove from Cincinnati to St. Louis with him, all by yourselves, and he was kind to you, and you talked the whole way. He had chaw in his mouth the entire time, and you told him he was disgusting and he laughed, and spat the juice through his goatee into a Mountain Dew bottle.
The rape joke is that come on, you should have seen it coming. This rape joke is practically writing itself.
The rape joke is that you were facedown. The rape joke is you were wearing a pretty green necklace that your sister had made for you. Later you cut that necklace up. The mattress felt a specific way, and your mouth felt a specific way open against it, as if you were speaking, but you know you were not. As if your mouth were open ten years into the future, reciting a poem called Rape Joke.
The rape joke is that time is different, becomes more horrible and more habitable, and accommodates your need to go deeper into it.
Just like the body, which more than a concrete form is a capacity.
You know the body of time is elastic, can take almost anything you give it, and heals quickly.
The rape joke is that of course there was blood, which in human beings is so close to the surface.
The rape joke is you went home like nothing happened, and laughed about it the next day and the day after that, and when you told people you laughed, and that was the rape joke.
It was a year before you told your parents, because he was like a son to them. The rape joke is that when you told your father, he made the sign of the cross over you and said, “I absolve you of your sins, in the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit,” which even in its total wrongheadedness, was so completely sweet.
The rape joke is that you were crazy for the next five years, and had to move cities, and had to move states, and whole days went down into the sinkhole of thinking about why it happened. Like you went to look at your backyard and suddenly it wasn’t there, and you were looking down into the center of the earth, which played the same red event perpetually.
The rape joke is that after a while you weren’t crazy anymore, but close call, Miss Geography.
The rape joke is that for the next five years all you did was write, and never about yourself, about anything else, about apples on the tree, about islands, dead poets and the worms that aerated them, and there was no warm body in what you wrote, it was elsewhere.
The rape joke is that this is finally artless. The rape joke is that you do not write artlessly.
The rape joke is if you write a poem called Rape Joke, you’re asking for it to become the only thing people remember about you.
The rape joke is that you asked why he did it. The rape joke is he said he didn’t know, like what else would a rape joke say? The rape joke said YOU were the one who was drunk, and the rape joke said you remembered it wrong, which made you laugh out loud for one long split-open second. The wine coolers weren’t Bartles & Jaymes, but it would be funnier for the rape joke if they were. It was some pussy flavor, like Passionate Mango or Destroyed Strawberry, which you drank down without question and trustingly in the heart of Cincinnati Ohio.
Can rape jokes be funny at all, is the question.
Can any part of the rape joke be funny. The part where it ends — haha, just kidding! Though you did dream of killing the rape joke for years, spilling all of its blood out, and telling it that way.
The rape joke cries out for the right to be told.
The rape joke is that this is just how it happened.
The rape joke is that the next day he gave you Pet Sounds. No really. Pet Sounds. He said he was sorry and then he gave you Pet Sounds. Come on, that’s a little bit funny.
Admit it.
Photograph by Grep Hoax |
Patricia Lockwood
(Fort Wayne, Indiana, EE.UU., 1982)
POETA/NOVELISTA/ENSAYISTA
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