21 de junio de 2015

Gertrud Kolmar, 2 poemas 2


Fotografía de Vikram Kushwah

DE LA OSCURIDAD

De la oscuridad vengo yo, una mujer.
Llevo un niño, ya no sé de quién;
en otro tiempo lo supe.
Pero no hay más hombre para mí...
Todos se han hundido a mi paso, como un riachuelo
que la tierra bebió.
Avanzo más y más lejos.
Porque quiero alcanzar las montañas antes de que se haga de día,
y ya se apagan las estrellas.

De la oscuridad vengo yo.
Marchaba sola por oscuras callejas
cuando de pronto se abalanzó una luz, despedazando con sus garras
la blanda negrura,
el leopardo a la cierva,
y una puerta abierta del todo escupió una espantosa algarabía,
un griterío salvaje, un aullido animal.
Unos borrachos se revolcaron...
Todo esto lo sacudí del borde de mis ropas por el camino.

Y atravesé el mercado desierto.
Las hojas nadaban en los charcos, que reflejaban la luna.
Perros flacos, ansiosos, olisqueaban desperdicios sobre las piedras.
Pisoteadas, se pudrían las frutas,
y un viejo cubierto de harapos seguía torturando su pobre
instrumento de cuerda.
Cantaba en voz baja un desafinado lamento,
sin ser oído.
Y aquellas frutas que en otro tiempo maduraron al sol, con el rocío,
aún soñaban con el perfume y la dicha de la amorosa flor,
pero el mendigo quejumbroso
hacía tiempo que lo había olvidado y no conocía ya
más que el hambre y la sed.

Ante el palacio del poderoso me detuve en silencio,
y cuando pisé el escalón más bajo,
el porfirio rojo carne estalló, partiéndose bajo mi suela.
Me volví
y miré hacia arriba, hacia la ventana vacía, la tardía vela del pensador,
que meditaba, meditaba, y jamás se libró de su pregunta,
y hacia la lamparilla velada del enfermo que, por supuesto, no estudió
la forma en la que habría de morir.
Bajo los arcos del puente
dos esqueletos horribles se pegaban por el oro.
Yo alcé mi pobreza como un escudo gris ante mi rostro
y seguí mi camino sin ser molestada.

A lo lejos el río habla con sus orillas.

Ahora tropiezo al subir por el sendero de piedra, recalcitrante.
Los guijarros, los matorrales de espinas hieren las manos
que tantean a ciegas:
espera una gruta,
que en la más profunda hendidura alberga al cuervo verde metálico,
el que no tiene nombre.
Entraré ahí,
me acurrucaré bajo la sombra de sus grandes alas y descansaré.
Amodorrada escucharé cómo crece la muda voz de mi hijo
y dormiré, con la frente inclinada hacia el este,
hasta la salida del sol.

(1937)

(extraído de: FRONTERAD)



AUS DEM DUNKEL

Aus dem Dunkel komme ich, eine Frau.
Ich trage ein Kind und weiß nicht mehr, wessen;
Einmal hab' ich's gewußt.
Aber nun ist kein Mann mehr für mich…
Alle sind hinter mir eingesunken wie Rinnsal,
Das die Erde trank.
Ich gehe weiter und weiter.
Denn ich will vor Tag ins Gebirge, und die Gestirne
schwinden schon.

Aus dem Dunkel komme ich.
Durch finstere Gassen schritt ich einsam,
Da jäh vorstürzendes Licht mit Krallen die sanfte Schwärz
zerriß,
Der Pardel die Hirschkuh,
Und weit aufgestoßene Tür häßliches Kreischen, wüstes
Gejohle, tierisches Brüllen spie.
Trunkene wälzten sich…
Ich schüttelte das am Wege vom Saum meines Kleides.

Und ich wanderte über den verödeten Markt.
Blätter schwammen in Lachen, die den Mond spiegelten.
Magere, gierige Hunde berochen Abfälle auf den Steinen.
Früchte faulten zertreten,
Und ein Greis in Lumpen quälte noch immer sein armes
Saitenspiel
Und sang mit dünner, mißtönig klagender Stimme
Ungehört.
Und diese Früchte waren einst in Sonne und Tau gereift,
Träumend noch vom Duft und Glück der liebenden Blüte,
Doch der wimmernde Bettler
Vergaß das längst und kannte nichts anderes mehr als Hunger
und Durst.
Vor dem Schlosse des Mächtigen stand ich still,
Und da ich die unterste Stufe trat,
Zerbarst der fleischrote Porphyr knackend an meiner Sohle. -
Ich wendete mich
Und schaute empor zu dem kahlen Fenster, der späten Kerze
des Denkenden,
Der sann und sann und nie seiner Frage Erlösung fand,
Und zu dem verhüllten Lämpchen des Kranken, der doch
nicht lernte,
Wie er sterben sollte.
Unter dem Brückenbogen
Zankten zwei scheußliche Gerippe sich um Gold.
Ich hob meine Armut als grauen Schild vor mein Antlitz
Und zog ungefährdet vorbei.

Im Fernen redet der Fluß mit seinen Ufern.

Nun strauchl' ich den steinigen, widerstrebenden Pfad hinan.
Felsgeröll, Stachelsträucher verwunden die blinden, tastenden
Hände:
Eine Höhle wartet,
Die im tiefsten Geklüft den erzgrünen Raben herbergt, der
keinen Namen hat.
Da werde ich eingehn,
Unter dem Schutz der großen schattenden Schwinge mich
niederkauern und ruhn,
Verdämmernd dem stummen wachsenden Wort meines
Kindes lauschen
Und schlafen, die Stirn gen Osten geneigt,
Bis Sonnenaufgang.

(1937)

OUT OF THE DARKNESS

Out of darkness I come, a woman. 
I carry a child, and have forgotten whose it is; 
Once I knew. 
But now there is no longer any man for me... 
Behind me all of them have disappeared like rivulets 
The earth drank dry. 
And on I go and on. 
Before the day I must be in the mountains, and already constellations fade. 

Out of darkness I come. 
Through shadowed streets I walked alone, 
Then sudden, lunging light with talons ripped soft blackness, 
As a panther fells a doe, 
And a door flung wide spat ugly screams, demented howling, beastly cries. 
And men rolled drunken in the street. 
I shook them from my skirt as I walked past. 

And then I crossed the empty marketplace. 
Leaves swam in puddles where he moon was shining. 
Emaciated, greedy dogs sniffed garbage on the stones. 
Fruits rotted squashed; 
An old man dressed in rags still bowed his poor, tormented strings 
And raised his thin, discordant, mournful voice 
Unheard. 
Those fruits had once grown ripe in sun and dew, 
In happy fragrant dreams of loving blooms, 
But the whimpering beggar 
Had long ago forgotten this, and thought of nothing but his hunger and his thirst. 

Before the palace of the mighty I stood still, 
And when I trod upon the lowest step 
The flesh-red porphyry burst cracking underneath my sole.-- 
I turned 
And gazed aloft to barren windows, to the midnight candle of the thinker, 
Who pondered, pondered, but could not invent redemption from his doubt, 
And to the muffled lamp within the sickroom, where the patient would not learn 
How he should die. 
Beneath the bridge 
Two horrid skeletons disputed gold. 
I raised the gray shield of my poverty before my face 
And passed them by unharmed. 

Now, far away, the river whispers to its banks. 

And now I stumble forward on the stony, stubborn path. 
Jumbled rocks and thistles wound my groping hands: 
A cave awaits me 
That conceals inside its deepest crack the bronze-green, namelesss raven. 
I will enter 
And crouch down to rest beneath the sheltering shadows of his giant wings, 
And listen, drowsing, to the silent, growing word my child speaks, 
And sleep, my brow turned eastward, 
‘Til the dawn.’ 

(1937)

(en Dark Soliloquy, The selected poems of Gertrud Kolmar, 1975)




s/d del autor de la fotografía


LA MUJER VIEJA

Hoy estoy enferma. Mañana estoy curada.
Hoy soy pobre, sólo hoy. Mañana soy rica.
Pero un día me quedaré para siempre así,
envuelta, tiritando de frío, en un oscuro chal, la garganta
tosiendo, carraspeando,
arrastraré los pies con esfuerzo y pondré las manos huesudas
ante la estufa de cerámica.
Entonces seré vieja.

Mis cabellos, sombrías alas de mirlo, son grises,
mis labios, flores secas cubiertas de polvo,
y ya nada sabe mi cuerpo de las cascadas y saltos de las
rojas fuentes de la sangre.
Muerta quizá mucho antes de mi muerte.

Y sin embargo fui joven.
Amante y buena con un hombre, como el pan moreno,
nutritivo, para su mano hambrienta.
Dulce como un refresco para la sed de su boca.
Sonreí,
y mis brazos, culebras flexibles, turgentes, estrechándole
lo atrajeron hacia el bosque encantado.
De mi hombro brotó un ala azul como el humo,
yo estaba tendida contra un pecho más ancho, frondoso,
murmurando hacia abajo un agua blanca, del corazón
de las rocas de abetos.

Pero llegó el día, la hora llegó,
en la que la amarga semilla estuvo madura,
en la que hube de recoger la cosecha.
Y la hoz cortó mi alma.
“Vete”, dije. “¡Amado, vete!.
Mira, en mis cabellos ondean hebras de vieja
la niebla del crepúsculo humedece ya mi mejilla,
y mi flor se marchita estremecida de frío.
Surcan mi rostro las arrugas,
fosos negros los pastos de otoño.
Vete, porque te quiero mucho”.

En silencio retiré la corona de oro de mi cabeza
y me cubrí el rostro.
Se marchó.
Sus pasos apátridas sin duda le llevaron a otro lugar
de descanso, bajo unas pupilas más duras.

Mis ojos están turbios y apenas logran unir
el hilo y el ojo de la aguja.
Mis ojos lloran bajo los párpados fatigados,
rugosos, ribeteados de rojo.
Rara vez
Vuelve a resplandecer en la mirada sin brillo
el débil reflejo, desaparecido hace tiempo,
de un día de verano,
cuando mi vestido ligero, chorreando, fluía
por los prados cubiertos de flores de berro.
Y mi nostalgia lanzaba al cielo abierto el grito alegre
de la alondra.


DIE ALTE FRAU

Heut bin ich krank, nur heute, und morgen bin ich gesund.
Heut bin ich arm, nur heute, und morgen bin ich reich.
Einst aber werde ich immer so sitzen,
In dunkles Schultertuch frierend verkrochen, mit
     hüstelnder, rasselnder Kehle,
Mühsam hinschlurfen und an den Kachelofen knöchrige
     Hände tun.
Dann werde ich alt sein.

Meiner Haare finstere Amselschwingen sind grau,
Meine Lippen bestaubte, verdorrte Blüten,
Und nichts weiß mein Leib mehr vom Fallen und Steigen der
     roten springenden Brunnen des Blutes.
Ich starb vielleicht Lange schon vor meinem Tode.

Und doch war ich jung.
War lieb und recht einem Manne wie das braune nährende
     Brot seiner hungrigen Hand,
War süß wie ein Labetrunk seinem dürstenden Munde.
Ich lächelte
Und meiner Arme weiche, schwellende Nattern lockten
     umschlingend in Zauberwald.
Aus meiner Schulter sproßte rauchblauer Flügel,
Und ich lag an der breiteren buschigen Brust,
Abwärts rauschend, ein weißes Wasser, vom Herzen des
     Tannenfelsens.

Aber es kam der Tag und die Stunde kam,
Da das bittere Korn in Reife stand, da ich ernten mußte.
Und die Sichel schnitt meine Seele.
»Geh',« sprach ich, »Lieber, geh'.
Siehe, mein Haar weht Altweiberfäden,
Abendnebel näßt schon die Wange,
Und meine Blume schauert welkend in Frösten.
Furchen durchziehn mein Gesicht,
Schwarze Gräben die herbstliche Weide.
Geh'; denn ich liebe dich sehr.«

Still nahm ich die goldene Krone vom Haupt und verhüllte
     mein Antlitz.
Er ging,
Und seine heimatlosen Schritte trugen wohl anderem
     Rastort ihn zu unter helleren Augensternen.

Meine Augen sind trüb geworden und bringen Garn und
     Nadelöhr kaum noch zusammen.
Meine Augen tränen müde unter den faltig schweren,
     rotumränderten Lidern.
Selten
Dämmert wieder aus mattem Blick der schwache,
     fernvergangene Schein
Eines Sommertages,
Da mein leichtes, rieselndes Kleid durch Schaumkraut-
     wiesen floß
Und meine Sehnsucht Lerchenjubel in den offenen Himmel
   warf.

(de Welten, 1937)



Gertrud Kolmar Gertrud Käthe Sara Chodziesner- 
(Berlín, 1894– Auschwitz, Alemania, 1943) 
una interesante nota en LETRAS LIBRES
para leer más poemas en ALEMÁN
para leer + en DDOOSS
en WIKIPEDIA

6 comentarios:

J Madison. dijo...

Recojo en lectura del poema "La mujer vieja" unas imágenes poéticas cargadas de tristeza ante la degradación de la carne en el envejecimiento y la pérdida del amor, la gran verdad de saber que lo único que no podemos evadir en la vida es ese paso hacia la ancianidad y la muerte, podemos cambiar cualquier cosa, menos eso.

Voz sabia la de esta poetisa.

Gracias por traerla a nosotros.

carlos perrotti dijo...

Palabras mayores. Gracias por desasnarme de ella...

EG dijo...

Y si, nobleza obliga que agradezca al amigo del blog: Burgostecarios (http://burgostecarios.blogspot.com.ar/2015/05/dos-o-tres-escritoras-dos-o-tres-poetas.html) fue él quien me desasnó a mí!!!

Anónimo dijo...

muy currado, muy bueno.

Yhedra Yhomisma dijo...

Son una maravilla estos dos poemas,gracias por darlos a conocer.Hay tantos y tantos excelentes poetas que son desconocidos para el gran público....al menos está ya no lo será para mí, esta lectura induce a seguir indagando en su obra.

Susana de Iraola dijo...

Poesía de la mejor.
Gracias por ayudarnos en esta búsqueda de poetas

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