9 de mayo de 2015

Selva Almada, 2 poemas 2


Obra de Mariel Clayton

MATEMOS A LAS BARBIES

No me gustan las Barbies
con sus tetitas paradas
y las nalgas
como dos gajitos de mandarina
que les salen por detrás.
No me gusta su pelo platinado
ni su deportivo rosa
ni el estirado de Ken
con su aire de prepa
a lo beverly noventa dos diez.
Las Barbies son tontas muñequitas
de pussy afeitada
que persiguen en rollers
a muñecos seriados
hijos bastardos de David Husselthorf
y sueñan casarse con ellos
en un mediodía radiante
y poder por fin ser legalmente
adúlteras
trincadas de pie
por un latin lover alquilado
y gritar
ai camin
ai camin
ai camin
con vocecita quebrada de soprano.

Tampoco me engañan las Barbies
que viven em casitas
estilo Hooper color pastel
y cuando la tarde cae
beben te helado junto a un Ken
de camisa leñadora y jean apretado
sentados en un columpio
con un lassie a los pies.

Las Barbies nunca son madres:
tías o baby sitters
pasean cochecitos por idílicos parques
donde no se permiten play mobils
ni tamagotchis
ni esmirriadas imitaciones de la industria
nacional.
Parques donde crecen tamarindos
y abetos y grosellas
y brincan conejos, ardillas y renos
y aunque nunca llueve
siempre hay un arco iris dibujado en el cielo.

A la noche
de nurse a mujer fatal
las Barbies toman bloody mary
bajo una luna de cherry
sin Prince.

Tomadas del brazo
como las pibas de Girondo
les menean el culo a los mojados
que calientan sus orejas
en un inglés atravesado
spanenglish que le llaman”
cuya verborragia incluye
un polvo sudaca por una mamada
de esa boquita pintada
cerveza en lata y un hot dog.

Ellas se ríen
no muerden el anzuelo.
Del brazo siguen paseando su histeria
conocen la regla:
hay que llegar virgen a la cama de Ken.
Terminan la noche
solas en sus cuartos
fumando cigarrillos importados
escribiendo en sus diarios
que un boy hispano
las hizo pecar
de raras cosquillitas ahí abajo.
Escriben:
no vendría mal otro Vietnam
para librar las calles de esos demonios underground.
En realidad
querrían decir:
te envidio, Melanie Griffith
pero se convencen
antes de dormirse
ai lav Ken
ai lav Ken
ai lav Ken.
Las Barbies se averguenzan
de la idea progre de la fábrica
de echarles al mundo
una hermana paralítica y un cuñado gay.
Por suerte
primó el consumo sensato
del american way
y los borraron del mercado.
En Barbielandia todo es...como tú sabes
y no hay sitio para esas tontas movidas
llámense Bosnia, bloqueo o HIV.
Con tantos problemas
como acucian a los de Melrose Place
ellas no pueden con todo:
entiéndanlo.
Ya es bastante
enseñar a sus dueñas a ser muñecas
a entender
que por el mundo
siempre es mejor
andar muñidas de un buen par de tetas
a ser infelices puertas adentro
y a abrir las piernas solo llegado el momento.

Por un rato casi las entiendo
pero ya lo dije:
no me gustan las Barbies.
Si las Barbies pudiesen envejecer
serían distinguidas damas alcohólicas
presidiendo fundaciones de arte
con su nombre
si pudieran tener un nombre
y seguirían enamorándose de Ken
agiornado según las tendencias de la moda
pero siempre Ken
bronceado y musculoso
el sueño dorado de toda chica.
Siempre Ken:
de día correteando sirvientas filipinas
de noche enredado en extraños affaires.
Por eso: matemos a las Barbies
no es suya la culpa.
Matemos a las Barbies:
descansen sus vanos cuerpitos en paz.




Obra de Alex Gross


2.

La brasa de un cigarrillo
cae
en un descuido de mamá
quema
el pie derecho de la Flaca.
Yo lloro            las otras se ríen
la Flaca llora            mamá se aflige
le echa la culpa al gin tonic y
promete tejerle unos zapatitos
                  al crochet.
Todos sabemos que no hay solución:
sólo yo querré a la Flaca renga
perderá la corona de princesa
con que Niño Valor la ungiera
dos meses atrás
su carrera de top model
en ascenso
se trunca
sus sueños de bailarina de tap
se rompen
como espejitos.
Mamá le habla a la Flaca:
no es tan tremendo, dice,
una amiga suya, cuenta,
perdió el útero y los ovarios,
a su cuñada
le extirparon un pecho
y sigue enumerando
mutilaciones varias
que asustan a la Flaca
y también a mí
que agradezco
que nunca traiga
sus conocidas a casa.

(extraído de LAS AFINIDADES ELECTIVAS )



Selva Almada 
(Villa Elisa, Entre Ríos, Argentina, 1973)
de Mal de muñecas, Editorial Carne Argentina, Buenos Aires, 2003

3 comentarios:

Amapola Azzul dijo...

Intensos ambos poemas.
Besos.

Blue dijo...

Muy ocurrente. He visto Barbies como esas, animadas.

Besos, Emma.

Darío dijo...

Selva es completísima, nada Barbie...

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