Fotografía de Oleg Oprisco |
LECCIÓN
Sabernos ir,
dijo tu voz querida,
todo está ahí,
la clave del decoro
y la nobleza
ganada de una vida
se alcanza en ese gesto.
Cierre final
del círculo, encontrado
un poco de azar
y otro, por coherencia,
por hacerse
el ciego lazarillo
de sí mismo,
poniendo el corazón
al frente de los pasos.
Estas cosas se aprenden,
me dijiste,
en parte de los libros
sí, cuando la palabra
todavía es humana
y no ha perdido
su lustre tibieza,
pero más
te enseña la tenaz
partida de los otros.
Si se van
con dolor o con pericia,
no es lo que cuenta,
importa
ese último momento,
que sin decirse ocurre,
y dicho sonaría quizás
a: Sí, te dejo ahora
y no me quejo,
seguro hubiese
querido más,
qué hacerle,
no se pudo.
Entonces pasa,
justo ahí
se suelta el alma
como un barquito,
una pequeña
barca en aguas
que ni tan frías son
ni tan profundas como dicen.
Yo creo en todo esto,
dijo tu voz querida,
y de ahí tanto esfuerzo
por aprenderlo, tanto
apuro
por no apurarme: quiero
llegar a tiempo.
Fotografía de Oleg Oprisco |
LOS COMEDORES DE PAPAS
Yo no recuerdo estar
frente a la lámpara
ni tampoco la mesa de madera,
pero los rostros sí, los ojos
con aquel paño de tristeza enormes
y el olor a la leña
llenando todo de un humo que apenaba,
no el humo celebrante
de las fogatas de San Juan, no el humo
de las hojas ardiendo en la vereda
sino más bien un humo
en el que parecía fueran a quemarse
todos los sueños de la vida
¿En qué pensó mi padre ante ese único
alimento rodando entero
el mediodía?
Sólo un plato de papas y todo
el tiempo por delante,
el largo día entre los hijos
Lujosas me parecían a mí
que aún sin dolor miraba
el vaso medio lleno
y no la pérdida
el hondo plato de la pérdida
servido
tan blanca, blandamente
(de Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras, Bajo la luna, 2008)
Fotografía de Oleg Oprisco |
LAS DIRECCIONES CONTRARIAS
No es de la salvación
de lo que hablo, es
de lo que no se salva
y queda siempre
con el arpón clavado,
y tenso en la soga
que lo arrastra hacia arriba,
va al fondo igual,
Moby Dick en la propia calavera.
Y por eso, si el alma o la ballena
lo que se hunde
lo mismo da: la vuelta es por el fondo.
Quiero decir, parece
una insistencia de las cosas
–y de los seres–
que la gracia
venga a aliviarles el desastre
cuando ya iban a darse
por vencidos. Si no
cómo se explica
que suba así de dulce la mañana
y que uno sienta
abrirse todavía el corazón
al toque blando de la luz
cuando un instante atrás apenas
estaba todo
tan oscuro.
(extraído de REVISTA ATMÓSFERA )
Fotografía de Oleg Oprisco |
ENCUENTRO EN EL JARDÍN
Era de noche
y octubre ya se iba
notando en tu jardín. Por el perfume
lo supe ahí, jazmines florecidos
hacia los cuatro puntos
cardinales y en el centro
azahar de limonero,
un naranjo, y cinco
rosas blancas.
No te pedí encender
la luz del patio esta vez,
entré como una extraña,
como esa
hija clandestina y llena de secretos
que los años
van haciendo de mí
pero viniste
callada tras mis pasos
con aquella
linterna diminuta
y una por una iluminaste
todas las flores nuevas. Todavía
siento el temblor
dulcísimo que entonces
sentí mientras miraba
abrirse en puntos claros
el verde corazón.
Y como es posible
que con los años
haya también aprendido algo,
lo demás es silencio.
Fotografía de Oleg Oprisco |
CINCO DE LA TARDE
I
Alto rincón de fuego:
ha caído la sombra sobre el patio
¿cuántas veces? ¿los años
venideros
qué dirán de esta hora?
¿cómo hablarán su idioma
sacrosanto?
tu patio madre
a las cinco de la tarde
un color demorado
en las campanas esas
tan extrañas
de la planta del fondo
que sólo se abren en la tarde
exhalan
un perfume de perturbante
intensidad y luego
al otro día
ya están muertas
y al sol cuelgan
como piel abandonada
por una flor serpiente.
¿Qué haré
después si un día
ah si lo que no se nombra
ocurre
que haré a las cinco
de la tarde
en noviembre
mirando aquel rincón
alto de fuego
el ángulo de la pared vecina
donde al oeste occidere
el sol nos deja a solas
con la conversación,
varón discreto éste
y raro?
Lo puedo anticipar
y no saber:
nunca nada es lo mismo.
(en Poetas Argentinas (1961-1980), Ediciones del Dock, 2007
Selección y prólogo de Andi Nachon)
Sonia Scarabelli
(Rosario, Santa Fe, Argentina, 1968)
para leer más en LOS NOVELES
y MÁS
3 comentarios:
Cómo es que se puede tratar tan delicada y hermosamente a la palabra?
Tenía que venir alguien como usted para percibirlo...
Vos sos un delicado lector y un bravo de la palabra. Te quiero Darío!
Bella poesía, sí. Gracias
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