Alta y de piel oscura
grande mitológica
peleadora y tierna era la mamá
sus ocho hijos todos aprendieron a leer
a creer en Dios
a entender lo que su madre amaba
ellos
todos con título de secundaria
profesores secretarias
todo
por aquellas manos carrasposas
agrietadas por manos de la angustia
y el abandono
-aquellos hombres que prometieron ayudarte
y se marcharon-
todo
por aquellas manos
rajadas por el olor putrefacto
-lugares donde ella buscaba el pan-
limpiando pisos
limpiando servicios
limpiando
todo
por un pan para sus hijos
porque sus hijos fueran a la escuela
porque tus hijos fueran alguien
por darles lo que vos nunca tuviste
una cama en lugar del petate
una casa en lugar del cuartito maltrecho
una vida en lugar del tormento
Mamá
¿No te das cuenta?
cambiaste el curso del sol
con tus manos
con tu enorme cuerpo lacerado
El sol en tu frente
cuesta abajo cuesta arriba
de vuelta al trabajo
asegurando el futuro en tus manos
(las mismas que hacían la ropa
más simple del universo)
-el amor encerrado en un cuerpo de mujer-
Mamá
no te das cuenta
cambiaste el curso del sol.
Obra de Catrin Welz-Stein |
LA NIÑA
Con tus ojotes
me mirás desde tu esquinita
-ese lugar
donde se tejen los versos
y el amor-
quiero tocarte pero no puedo
Aprendiste demasiado temprano
que no podías confiar en nadie
y cuando me acerco huyes
-huyes cuando se acerca cualquiera-
Antes de descubrir las palabras
ya conocías el dolor del abandono
desde entonces te habitó la amargura
nunca tuviste tiempo para sentir un pecho
y nutrirte de amor y de esperanza
te quedaste suspendida
en el espacio del deseo
-deseo de ser deseada-
Más tarde vino lo más violento de la vida
la persona en quien más querías confiar
te enseñó esos juegos secretos
que te arrancaron el habla
y la cordura
el amor ya no era una cosa linda
sino un dolor que violaba
la pureza de tus manos
descubriste esa esquina de lugares mágicos
donde el tormento y la angustia no existían
Te separaste de todo
-de mí, más-
Te volviste sombría
Todo te hacía sangrar
las primeras heridas
Hoy te veo en tu esquinita
pidiéndome a gritos
que no te deje morir
y sufro al no poder
darte explicaciones
mis ojos se acobardan con los tuyos
Tampoco comprendo
cómo se puede rechazar a un recién nacido
cómo se puede violar la inocencia
de alguien que nos quiere
cómo se puede matar a un niño
Todos vivimos alejándonos
de la vida
aprendiendo a matar
-odiándonos-
Pero hoy
con tus ojotes de luz
nuestra esperanza crece
igual que los versos en tus manos
Vivo
en espera del día
en que podré abrazarte
ya no te niego
el derecho a la rabia
ni las palabras
hemos descubierto
el amor
Amanda Castro
-Amanda Lizet Castro Mitchell-
(Tegucigalpa, Honduras, 1962-2010)
Fundadora de la Editorial Ixbalán de Honduras
y defensora de los derechos laborales de las mujeres
(Tegucigalpa, Honduras, 1962-2010)
Fundadora de la Editorial Ixbalán de Honduras
y defensora de los derechos laborales de las mujeres
Compilación de Janet N. Gold, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 1998
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