Fotografía de Michael Wolf |
Nunca duermo en los viajes.
Miro sin pausa lo humano
con una fascinación inconcebible.
los cuerpos imperfectos
tibios,
el modo de subir
angulosas colinas,
los desiertos de vidrio.
Todas esas mujeres
yendo al trabajo
son mi madre.
Y aquellos hombre planos
pensando en prostitutas
son mi padre.
No puedo prescindir de los ocasos,
de los renacimientos.
Cada viaje reencarno
en una mujer morena
que compra chicles de menta,
en un muchacho erizado
repleto de alfileres
para agujerear el cielo.
Nunca duermo en los viajes.
No reclino la cabeza.
Nunca me canso.
Marilina Beatriz Cuesta
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
en si Hamlet duda le daremos muerte, Antología de poesía salvaje,
Libros de la talita dorada, 2010
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5 comentarios:
uf! me gustó.
Ardua tarea aquella de agujerear el cielo con alfileres....
Nunca perder la curiosidad por el otro ni nuestra necesidad de habitar con la piel de la imaginación en otra piel...
yo si duermo en los viajes, es más me gusta aunque sea semicama. Miro el paisaje, pero cuando cae la noche, me encanta saber que duermo mientras me traslado y mi cuerpo lo sabe.
Como Sibila, sólo digo : Uf me gusta !
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