"Phenomenon", fotografía de Old York |
TODAS LAS NOCHES...
Todas las noches, antes de acostarse, Mercedes se ponía los bigudís delante del espejo del lavabo. Aunque estuviera muy cansada, nunca se acostaba sin ponerse los bigudís. Lo hacía casi sin mirar, partiendo el pelo en zonas que envolvía muy deprisa en cada hierrito, como si estuviera liando pitillos. Sobre el espejo estaba la bombilla encendida. Muchas noches, al terminar su tarea, Mercedes se encerraba con pestillo en aquel cuarto y se contemplaba el rostro atentamente, con los codos apoyados en el lavabo. Un rostro ancho, pasmado, de ojos enrojecidos que no expresaban ninguna cosa, un rostro que parecía recortado en cartón. Lo miraba como si lo viese cada noche por vez primera, y necesitaba concentrarse trabajosamente para sentir de verdad que le pertenecía. Durante mucho rato se miraban los ojos de fuera y los del espejo se buscaban hasta acercarse y fundirse. Y los de dentro, pronto tenían a flor el hilo del llanto. Al menor temblor de pestañas, la primera lágrima caía, dejando una huella seca y ardiente en la piel de la mejilla, un cauce tirante de sed que pedía más lágrimas. Era algo necesario y natural, como la lluvia. Lloraban largamente los ojos de Mercedes, sintiendo la compañía de aquellos otros del espejo, que por fin la habían reconocido.
(Salamanca, España, 1925-2000)
BIGUDÍ: Alfiler o pinza para rizar el cabello
10 comentarios:
Si mirás fijo el texto en la pantalla, podés ver los ojos de Mercedes. Y además, te dan ganas de llorar.
El final parece bonito. Es una puerta a la salvación; Eucatástrofe, lo llaman los antiguos. Me siento reflejado, y aunque no tengo esa frialdad, te veo a ti. También te veo en mi blog. Tiene una mención. Mua
¿Cómo inciden en nuestra manera de sentir-nos los espejos? ¿Cuántas veces un espejo nos produce tristeza o alegría? Hablo del espejo real, material, físico que aparece en tantos cuentos de hadas, en tantos relatos y poemas como un objeto con vida propia, desencadenante de tantas preguntas y dudas. ¿Cómo será el mundo sin espejos dispersos por todos lados? Si un lago fuese la forma más cercana de observarse. ¿Cuántas veces la lágrima salta cuando nos miramos en el espejo? Como si vernos fuese la gota que desbordara el vaso...quizá debería hablar en nombre mío nada más, o en nombre mío y de Mercedes.
Magnifico blog, felicidades.
Pedro
Siempre me han gustado los textos de C.M. Gaíte. Relata cosas ciertas que ocurren y con las que es fácil identificarse de una manera magistral. Lo que hoy cuenta me llega muy especialmente, ya que hoy me rondado la acepetación verdadera de quien somos.
Un beso Emma
Me resulta tan cansino y hastiado eso de ponerse los bigudíes cada noche, que no me extraña que Mercedes llore. Yo lloraría si cada noche tuviera que irme a la cama con los bigudíes puestos. Seguramente esos bigudíes te constriñen los sueños....Besos
Le va a gustar. Claro que le va a gustar.
El texto me gusta mucho, la identidad frente al espejo, a veces me busco también, me gusta mucho este microrelato, besos
precioso el fragmento de la martín gaite que compartes...
Recuerdo perfectamente, PERFECTAMENTE, el momento en que leí este cuento. Y recuerdo que también a mí me costaba reconocerme en el espejo, cuando me miraba, y me detenía minutos larguísimos. Ahora, Blanca Varela en mi cuaderno se mira en el espejo que hay encima de la cómoda... y ve pasar la vida, y también la muerte.
Gracias por este gran regalo, Miriam. Me ha gustado, claro que me ha gustado.
Un abrazo enorme.
Publicar un comentario