18 de febrero de 2011

Patti Smith, Rubíes de la India


Fotografía de Karen Knorr 


RUBÍES DE LA INDIA

Siempre tuve una especie de mochila, nada más que una pieza de tela o piel atada con un nudo. Mi bolso, valioso compañero, produce, al ser abierto, un mundo definido por su contenido: un fluir único, amado.

Este bulto fuera de lo común ha sido siempre mi consuelo, mi carga feliz. Sin embargo considero imprudente apegarme a los recuerdos de su interior. Porque tan pronto como me focalizo en un objeto determinado lo pierdo o sencillamente desaparece.

Tuve un rubí. Imperfecto, hermoso como sangre facetada. Vino de la India, donde fue arrojado a la playa junto a miles de ellos: los abalorios de la pena. Pequeñas gotas que de alguna manera se convirtieron en gemas recogidas por mendigos que las canjeaban por arroz. Cada vez que fijaba la mirada en sus profundidades me sentía abatida porque atrapada en mi gemita había más desgracia y esperanza de lo que una podría suponer.

Daba miedo e inspiración, y yo la guardaba en mi bolso en un sobre amarillo ceroso del tamaño y forma de una hojita de afeitar. Me detenía, la sacaba y la miraba. Hacía ésto tan a menudo que ya no hacía falta ver lo que estaba mirando. Y es por ésto que no puedo decir con seguridad cuándo desapareció.

Pero todavía puedo verla. La veo en la frente de las mujeres. En el aullido del poeta. La veo en la garganta de una diva y en la palma de la mano de un desertor. Presionando contra un alambrado. Una gota de sangre en un vestido de calicó. Abro mi bulto y descargo su contenido en los surcos de la tierra. Nada: una vieja cuchara, un timón, los restos de un walkie-talkie. Y mientras despliego la tela para recostarme tomo bocanadas de aire larguísimas como los surcos. Como para calmar a los espíritus, abrazarlos desde el estremecimiento y el estertor.

En el anillo de la noche imposible. Todo es elástico. El cielo es de un rosa turbador. Puedo sentir el polvo de Calcuta, los ojos idos de Bhopal. Puedo ver las banderas de oración flameando como viejas medias en el cálido viento irónico.




Obra de Michael Sowa



Puedo ofrecerte esta campana
susurra el mercader
Es extremadamente valiosa
una pieza de museo, no tiene precio
No gracias, contesto
No deseo poseer
Pero es una campana maravillosa
una pieza ceremonial
una exquisita campana
Mi cabeza es una campana
Murmuro
entre
dedos vendados
ya dormida.




Patricia Lee "Patti" Smith 
(Chicago, Illinois, Estados Unidos, 1946)
Traducción de Irene Ocampo y Gabriela De Cicco
para leer MÁS
 

10 comentarios:

José Antonio Fernández dijo...

Viene al Palau de la Música Catalana el 21 y allí estará un servidor dos horas antes.

vera eikon dijo...

Qué decir!!! Maravilloso!!!! Pero el texto en prosa es el líquido amniótico que en este momento me envuelve y me guarda...
Un placer, siempre Emma

Say dijo...

Fascinante! como las dos mujeres que son el motivo y origen de esta entrada.

Aggg que mierd...el 21 estoy de viaje. Si estuviera ese día en Barcelona, pasaría la noche con Patti en el Liceu.

Marga dijo...

Una maravilla de post, qué gozada de textos e imágenes...

Y aún, en los momentos de bajón, la canción de Gloria cantada por ella me sube a las nubes! Hay cosas que ni el tiempo erosiona...

Darío dijo...

Me atraganté.

EG dijo...

si Curiyú, es para atragantarse porque Patti va a hacer gira en España!!!

PÁJARO DE CHINA dijo...

acabo de despertarme, de buscarte y estoy llorando despacito frente a estas jirafas acariciadas por la mano de Patti.

es precioso que alguien como vos conozca mi interior de tal forma. en mi bolso cada vez llevo menos cosas, pero memorizo su tacto para que el olvido no me lo que quite cuando ya no estén. asi, todo lo que amé sobrevive en mi memoria, que es la única forma de supervivencia que nos ha sido concedida.

he memorizado persistentemente los rasgos de mi padre, la forma de una vieja cama infantil, los agujeros del vestido colorado tejido al crochet de una muñeca.

si pudiera tener una jirafa real en casa, para dormirme abrazada a su cuello o acurrucada en sus pestañas. tan majestuosas, tan increíblemente vulnerables. tengo muchas de varias texturas. la más grande se llama Violeta y duerme sobre una caja forrada con un papel de mariposas de colores.

de patti smith sólo puedo decir que me ayudó a vivir; fue la cuerda de la que tiré para desear estar viva. tengo su retrato en blanco y negro enmarcado en la cocina, en diagonal a un reloj; siento que puede detener el tiempo, o deshacerlo, que es lo mismo.

el que vaya a verla este 21 (¡José Antonio!) que la bese por mí.

gracias, por tanto. nuestras cabezas son campanas de cristal que se reconocen y se envían señales. detrás de tu rubí no hay dolor ni desesperanza, sino vocación de tocar y curar el mundo.

te abrazo muy, muy fuerte.

Caminos de Vida dijo...

Me encantó este post, creo que me estoy enamorando de este blog, es como si algo inexplicable me atrajera aquí, tal vez sea la magia de su editora que convoca a la belleza de los expíritus, como en las fotos, ¡que lindas fotos! como el texto de la metáfora del post que al leerla me hizo recordar que todos tenemos nuestra mochila, aunque no todos tengamos un rubí porque tal vez no reconocemos nuestra propia imagen...no podemos vernos, no conocemos nuestro reflejo...Saludos Emma

Errata y errata dijo...

El texto una maravilla y la última foto; un Mundo.

José Antonio Fernández dijo...

Recogido el beso de Pájaro a Patti Smith. Será lanzado desde la fila 8 asiento 12.
Abrazos.

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