Fotografía de Alex Prager |
"A pesar de sus treinta años, Berta Young tenía momentos como éste de ahora, en los que hubiera deseado correr en vez de andar; deslizarse por los suelos relucientes de su casa, marcando pasos de danza; rodar un aro; tirar alguna cosa al aire para volverla a coger, o quedarse quieta y reír... simplemente por nada.
¿Qué puede hacer uno si, aún contando treinta años, al volver la esquina de su calle le domina de repente una sensación de felicidad..., de felicidad plena..., como si de repente se hubiese tragado un trozo brillante del sol crepuscular y éste le abrasara el pecho, lanzando una lluvia de chispas por todo su cuerpo?
¿Es que no puede haber una forma de manifestarlo sin parecer “beodo o trastornado”? La civilización es una estupidez. ¿Para qué se nos ha dado un cuerpo, si hemos de mantenerlo encerrado en un estuche como si fuera algún valioso Stradivarius?"
-fragmento-
Katherine Mansfield - Kathleen Beauchamp
(Nueva Zelanda, 1888- Francia, 1923)
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3 comentarios:
Ignoro tu edad. A la mía, uno ya ha aprendido que la felicidad no existe, existen "momentos felices", y la serenidad.
Bailando siempre.
P.D.- Muy buena la frase de la cabecera de tu blog:
El amor siempre nos quema. Hablar de él, aunque sea después, no es posible más que a partir de esta quemadura... (Julia Kristeva)
Yo, como Adu, tampoco creo en la felicidad son sólo momentos. Afortunadamente la infelicidad tampoco es plena y también son momentos. En resumen, ni blanco ni negro, gris...
Ja ja ja...me encanta. Pensar que nos dan un cuerpo para encerrarnos por un "miedo" infundado. Necesitamos más cuchillos Olds, sin duda.
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