Fotografía de Leanne Surfleet |
o el mate demasiado caliente
no me acuerdo
pero fueron gritos
como ecos
retumbando en el bosque
(yo salí corriendo hacia el bosque)
que no era más
que un pedazo de tierra con nogales
florcitas violetas en el piso
pisé
pisaba
suerte que no hubo
griterío por la noche
dormí acurrucada a mi muñeca blanca
linternita
pensando en las florcitas
(violetas se llamaban)
que crecían bajo los nogales
no podían dormir
los perros ladraban
y había gemidos
como reconocimientos huraños
matadores
por la mañana corrí al bosque que ya dije
no lo era a desarrugar
las violetas
que había aplastado con mis pies de skipi blanca
y vi el cartel
todavía me acuerdo
que decía: no hay reconstrucción la rueda gira
hacia delante nunca hacia atrás
y me fui corriendo a agarrar bien fuerte la rueda
que había de adorno en el patio
toqué sus rayos
la afirmé contra la tierra
me subí me fregué sobre ella
jugué a que mi cuerpo se ensanchaba y se hacía rueda
y lo vi
juro que lo vi a mi cuerpo
hecho rueda que gira
siempre hacia delante
y a la noche
la sábana no me podía contener de tanto que giraba
y mis patitas peludas y flacas sobresalían
por debajo tomaban frío
se enfermaban
y no pude correr al bosque
porque además era invierno
y en la casa se estaba a salvo
de esas inclemencias
y te vi
juro que te vi
en aquellos días en que me tuvieron guardada
enseñándome de nuevo a caminar
por la casa
llena de agujeros
cuando volví
las violetas se habían secado
y era primavera
ahí supe
que las violetas no florecen en primavera
no en aquella de 1966
y esa noche en mi cama
hubo un revoltijo muy grande
porque la sopa o el mate habían estado fríos o calientes
(de eso no me acuerdo)
y hubo gritos
sordos
que no me dejan dormir
Silvia Álvarez
(Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina, 1956)
de Déjala correr, déjala correr, Último Reino, Buenos Aires, 1987
en Poetas Argentinas (1940-1960), Ediciones del Dock, 2006
Selección y prólogo de Irene Gruss
para leer + en JORNAL DE POESÍA
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